Hincha de las mujeres

Para no anquilosarse opina que hay que reinventarse, por eso hoy es un apasionado orador que da charlas para empresas. Se entusiasma con los viajes, la ropa y la comida italiana, y admira a las mujeres, a las que encuentra más inteligentes. Reconoce que es un futbolista frustrado, pero ya lleva 47 años en el periodismo deportivo y sigue arriba de la pelota. De la muerte de su hijo le cuesta hablar porque dice, le da vergüenza sociabilizar su dolor.




Paula 1118. Sábado 30 de marzo 2013.

Son pocos los chilenos con nombre y apellido que han legado algo de su vida a la cultura popular. Pedro Carcuro Leone es uno de ellos, con su frase "me pongo de pie" que hoy se replica para describir un momento en que la emoción llega a ser insuperable. Tras 47 años de carrera en radio y televisión, galardonado con el Premio Nacional de Periodismo Deportivo, Carcuro (68 años) es de las pocas rutilantes figuras que quedan de quienes se forjaron en el rigor del oficio más que en la universidad. Sus raíces italianas afloran en su gusto por la buena ropa y los frecuentes viajes a ese país. "Trato de ir una vez al año, al menos. Me compro los anteojos en una óptica chiquitita en Roma y trato de comprarme ropa también allá, pero es cada vez más difícil porque las tallas son muy chicas", confiesa. Y será más complicado ahora, cuando un esguince lo apartó de sus rutinarias caminatas haciéndole ganar algo de peso, aunque lo que más deplora es esa inactividad que lo hizo sentirse como "un inválido". Lo dice alguien que se levanta a diario a la 5:30 hrs, que vuelve a casa como a las 23 hrs y que solo tiene un día libre a la semana.

Lo irrita la mala educación y reclama que no conoce otra otra ciudad donde la gente sea tan prepotente y desconsiderada como en Santiago. "¿Qué cuesta saludar o dar el paso cuando estás manejando? Que te tiren el carro encima en el supermercado para ganar un puesto en la caja, es de una agresividad terrible", dice. Predica con el ejemplo: mientras anochece en los patios de TVN, el diálogo se ve interrumpido con los "Hola, ¿como estái?" y "Nos vemos compadre" que dirige a compañeros de labores que a esa hora se retiran.

"Soy en general escéptico. No creo en sicólogos ni siquiatras. Pero sí tengo un médico que me ayuda, como profesional y como amigo, porque tiene conocimientos del ser humano en su integridad".

Su devoción por la gastronomía italiana, por los olores y los sabores de los platos que preparaba su madre, lo llevaron a intentar instalar, junto a dos amigos, un restorán que recreara la cocina del sur de Italia, "que en Chile no hay", asegura. Pero si de pasiones se trata, basta escucharlo hablar acerca de las mujeres para despejar cualquier duda.

Hablemos de pasiones. ¿Sientes que despiertas interés?, ¿que eres atractivo para las mujeres?

Es que soy irremediablemente tímido y eso conspira contra cualquier pretensión de conquista. Es algo genético. Tuve que luchar desde chico para ganarle a la timidez. Es una desventaja que a veces también me ha jugado a favor, porque te hace ser más prudente y no tan centro de mesa. Y mucha gente prefiere eso a un gallo patudo, sobre todo entre nosotros los chilenos que somos, más bien que éramos, recatados. Viéndolo así, es un mérito que yo esté felizmente casado por segunda vez. Y a propósito de pasiones, mi gran pasión es viajar y mi mujer es agente de viajes. Imagínate, encontré la pareja perfecta.

Tienes dos hermanas y eres el único hijo hombre de tu familia ¿influyó eso en tu relación con las mujeres?

Pertenezco a una familia con esta cosa, tan de los italianos del sur, de respeto, de veneración por el hombre. Uno de los lastres que llevo en la mochila es que no aprendí a hacer una cama, nunca cociné ni pegué un botón. Con el tiempo tuve que aprender a lavar platos, a limpiar el piso, porque las mujeres te obligan en la vida a aprender esas cosas. Pero en la casa mi mamá nunca me dejó hacer nada.

Y de ahí pasaste al periodismo deportivo, un reducto de hombres…

Es muy machista el mundo del periodismo deportivo. Y lo cierto es que yo soy casi un feminista. Soy hincha de las mujeres, me gusta compartir y trabajar con ellas. Me encantan las mujeres, en todo sentido (risas). Encuentro que son mejores que nosotros. Las mujeres son, per se, adorables, para mí son imprescindibles. Y como son más inteligentes que nosotros, se dan cuenta de su condición de imprescindibles y nos manejan como quieren. Y, si quieren, nos hacen bolsa.

"Uno de los lastres que llevo en la mochila es que de niño no aprendí a hacer una cama, nunca cociné ni pegué un botón. Con el tiempo tuve que aprender a lavar platos, a limpiar el piso, porque las mujeres te obligan en la vida a aprender esas cosas. Per en la casa, mi mamá nunca me dejó hacer nada".

¿Por qué dices que somos más inteligentes?

Siempre veo que en una situación de crisis, en la mayoría de los casos, la respuesta de la mujer es mucho más sólida, más madura, más criteriosa que la del hombre. Creo que nosotros vamos un paso atrás. Cuando te dicen que eres pendejo y cabro chico en relación a la mujer, es verdad.

Cuando eras joven, te entusiasmaste con la política y estuviste en la DC. ¿Se enfrió esa pasión?

Es que esos eran tiempos políticos apasionantes: estaba comenzando el gobierno de Frei Montalva, la revolución cubana daba sus primeros pasos, había un debate intensísimo. Me metí al movimiento universitario y a la Fech. No me arrepiento, pero me fui desencantando y coincidió con que me fui enfocando en otras cosas. Y cuando en el 67 empecé en el periodismo deportivo, me desvinculé totalmente. Pero me interesa la política, estoy siempre atento a lo que pasa.

¿Cuál es tu juicio entonces acerca del momento político que estamos viviendo?

Tenemos una democracia a la que le falta mucho. Soy enemigo acérrimo del sistema binominal, lo encuentro antidemocrático, aberrante. Pero lo positivo en política es que desde hace algunos años las elecciones presidenciales no significan que nos juguemos la vida. No existe esa cosa traumática de que poco

menos un sector de la población está preparando las maletas para irse; otro, comprando dólares para apertrecharse ante una crisis económica; y otro, con temor a que las hordas bárbaras invadan los hogares en la noche. Esos traumas han desaparecido, lo cual permite votar con tranquilidad.

Entonces, ¿da lo mismo por quien votar en la próxima presidencial?

Digo que esa ausencia de miedos permite votar más tranquilo y de pronto se puede elegir a la persona sin mirar tanto al partido o sector político. Por eso se produce la alternancia en el poder, como ocurrió después de 20 años de gobiernos de la Concertación. Es bueno que se haya interrumpido el proceso de la Concertación, porque creo que la mantención ad aeternum de coaliciones o partidos en el poder puede transformarse en una especie de dictadura democrática, que dificulta la competencia y puede abrir la puerta a la corrupción. Me gustaría también que se limitara la reelección indefinida de alcaldes y parlamentarios.

¿Dónde está hoy tu domicilio político?

No me gusta hablar públicamente de esto, pero evidentemente mi orientación está más ligada al centro. Eso es con lo que más me identifico.

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PERSONA GRANDE

En su infancia, mientras todos los domingos los niños iban a la matiné al cine Metro, en Bandera con Moneda, a Pedro su papá lo llevaba sagradamente a la cancha, ojalá a ver jugar al Audax, el equipo de sus amores. También al básquetbol al estadio Famae o al boxeo. A los 9 o 10 años no cantaba bajo la ducha, sino que relataba partidos "y el barrio entero escuchaba mis gritos", recuerda. El deporte se le metió por los poros, pero como espectador. "Muchos de los que han seguido el camino del periodismo deportivo, como también pasa con los árbitros, han sido futbolistas frustrados, definitivamente malos para la pelota, como yo", admite. Entró a estudiar Derecho a la Universidad de Chile, pero abandonó la carrera al tercer año cuando tuvo la oportunidad de ser reportero de cancha. Y no paró más. "Fue una decisión loca. Mi papá se enojó y yo también me habría enojado si un hijo hubiera hecho algo así. Pero no me arrepiento, me ha ido muy bien. Hoy, con la perspectiva del tiempo, creo que cometí el error de no haber terminado Derecho. Es una carencia de carácter intelectual más que de haber tenido un título", confiesa.

Eres ya un periodista senior…

Me gusta usar la palabra que usan los argentinos, que en vez de decir viejo dicen grande. "Es una persona grande". Así me siento.

¿La edad es un tema para ti?

No, no... Mientras me sienta bien no va a ser tema. Creo que no hay futbolistas viejos y jóvenes, sino buenos y malos. En el periodismo es un poco lo mismo. Tengo 68 años y me siento vital, fuerte, con ganas.

¿Tienes miedo a envejecer?

Es que tuve un compañero que nos marcó a todos en materia de saber crecer e ir envejeciendo de una manera maravillosa: Sergio Livingstone. Con él me sentí siempre como esa imagen de los circos, el enano montado en hombros del gigante. Él tenía esa capacidad de reinventarse, de jugar, de usar el humor, de ir

modificando sus conductas para estar al día. Hoy, revisando unas imágenes para unas charlas que estoy dando, encontré una en que se disfrazó de Viejito Pascuero en un Zoom Deportivo para Navidad. Él, un ícono del deporte, un señor del periodismo, un caballero en ese momento de ochenta y tantos años, sorprendiéndonos con esa ocurrencia.

Sentiste mucho su partida…

Tuve un maestro en todo sentido. Compartí más con él que con mi familia. Lo acompañé desde septiembre de 1969 hasta 2012. Es decir, ¡42 años! Pocos matrimonios duran eso. Y nunca tuvimos una pelea. De pronto, diferencias, algún silencio más prolongado. Y éramos caracteres completamente distintos: un anglosajón neto contra un italiano del sur. Yo lo trataba de usted, el me trataba de tú. Aprendí a ponerme siempre un peldaño más abajo que él. Fue muy generoso conmigo y disfrutaba cuando me iba bien.

¿Te sientes un periodista influyente?

Por los espacios que ocupo, mi opinión tiene cierto peso, pero influyente no sé. El deporte pertenece en gran medida al mundo de la entretención, y por tanto el periodismo deportivo no es de alta trascendencia. Lo que uno escribe le puede inquietar al hincha, a los técnicos, futbolistas… pero no estás jugándote el destino del país. Es muy distinto a una columna de Carlos Peña el domingo en El Mercurio.

¿Cuál es el mayor orgullo de tu carrera?

Es difícil, son muchas cosas. Lo que siento en este minuto es que después de tantos años, en un país donde a la gente grande se le trata de jubilar casi anticipadamente, donde los jóvenes empujan muy fuerte y con mucho derecho –y me gusta que sea así, por cierto–, lo que más satisfacción me produce es el cariño de la gente, el respeto, sentirme vigente. Porque uno está en exposición permanente y dando examen todos los días. No hay compasión para el viejito buena persona, no. Aquí eres o no eres. Sobre todo en la televisión, que cada día es una industria más brutal. Uno ve chicos que aparecen como una tromba, da la impresión que se van a comer el mundo y a la vuelta de la esquina se lo comen a él. En esta industria, estar vigente gracias a la gente es algo demasiado importante y me hace sentir bien como ser humano.

¿Has sentido que te quieren jubilar anticipadamente?

No. Y a decir verdad, tampoco está esa sensación en el medio. No soy viejo chocho ni mucho menos. Eso me motiva a no quedarme quieto, a reinventarme, a estar pensando siempre en algún proyecto. Uno no se puede anquilosar. Si me preguntas cuán cerca está el retiro no lo puedo cuantificar, pero creo que es algo que debe ocurrir naturalmente. No es mi afán perpetuarme, pero me siento muy fuerte para hacer muchas cosas todavía.

Y esto de las charlas para empresas que haces, ¿es una manera de reinventarse?

Sí. Es algo que comencé a hacer hace tres o cuatro años por casualidad, porque me lo pidieron de una empresa. No las defino como charlas motivacionales, porque no se trata de arengar a un gallo para transformarlo en una fiera que va a salir a luchar con todo. Es más una conversación tranquila, emocionante por momentos, divertida por otros, que busca provocar reflexiones que ayuden a las personas en su vida diaria, en el trabajo, en sus sueños.

"¿Si me siento un periodista influyente" A ver, por los espacios que ocupo, mi opinión tiene cierto peso, pero influyente no sé. Lo que uno escribe le puede inquietar al hincha, a los técnicos, futbolistas... pero no estás jugándote el destino del país. Es muy distinto a una columna de Carlos peña el domingo en <em>El Mercurio</em>".

¿Cómo son esas charlas? ¿Usas power point?

¡Qué cosa más aburrida que te pongan un power point, es la lata más horrorosa! Diseñé un concepto que he ido desarrollando que es como hacer un programa de TV donde uso fotos, videos mudos y también piezas con sonido de momentos de la historia del deporte. Parto con una anécdota que tenga algo de humor o algo divertido para romper el hielo. Y al cierre busco el golpe final, algo fuerte que quede. En la última usé la arenga de Al Pacino como entrenador de futbol americano a su equipo en la película Un domingo cualquiera… ¡tenía que ser italiano!

¿Cómo eliges los temas?

Depende del grupo que asistirá: fuerzas de venta, líderes de la organización, una empresa que ha sido vendida a otra. Un productor me ayuda a preparar el material. En los conceptos me apoyo en gente amiga, periodistas del canal, mi hijo que es médico, mi hijastro que es doctor en Derecho. Establezco una relación directa entre las vivencias del deporte y las enseñanzas que se pueden aplicar a la vida diaria de cualquier persona.

Porque lo que a veces vemos como grandes gestas, epopeyas, se basan en conceptos muy simples. Por ejemplo, el sentido de equipo, de emprender una aventura que puede significar sacrificar, incluso, intereses personales, lo ejemplifico con la historia de Massú y González cuando ganaron el doble en Atenas. En liderazgo, en capacidad de realizar los sueños que uno tiene, el personaje es Iván Zamorano.

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EL DOLOR

Hay un único tema que Carcuro elude: el suicidio en 2009 de su hijo Franco, entonces de 32 años. "Perdona, pero de eso no hablo", dice. Pide que apague la grabadora. Explica que no está preparado para hablar, que hay un compromiso con Patricia, la mamá del muchacho, y con Giovanni, su otro hijo, hoy médico de la selección de Sampaoli.

Quienes lo conocen no dudan en señalar que ese ha sido el golpe más duro de su vida. Así lo describió en el prólogo del libro de Pedro, Me pongo de pie, su amigo del alma, Sergio Livinsgtone: "Se abrió el abismo. La angustia quedó para siempre anidada en su mortificado corazón. Pero mi amigo alzó la vista, juntó fuerzas (…). Se puso de pie y siguió batallando". Pedro no dice nada, aunque da algunas pistas de cómo ha lidiado con ese dolor.

¿Qué te ayuda en los momentos en que te bajoneas, te desmotivas?

Uno siempre busca apoyo en los momentos difíciles, apoyo de distinta naturaleza. Tu familia, tus amigos, la gente que uno quiere es fundamental: son los que estiran la mano para poder sacarte del hoyo. Es fundamental compartir los problemas, aunque a mí me da mucha vergüenza sociabilizar los problemas. Hay poca gente en la cual confío y con la que establezco diálogos así bien choros, del alma, cuando necesito apoyo.

¿Eso tiene que ver con tu timidez?

Sí, pero también con mi escepticismo. Soy en general escéptico. Por ejemplo, me voy a echar mucha gente en contra, pero no importa: no creo en sicólogos ni siquiatras. Pero sí tengo un médico que me ayuda, como profesional y como amigo, porque sin ser especialista tiene conocimientos del ser humano en su integridad.

¿Ese escepticismo es también religioso?

Siempre digo que soy un creyente en constante dificultad. Y siempre cuando estoy mal, rezo. Y rezo con mayor frecuencia de lo que imaginas. Es que las dificultades asoman más seguido de lo que pudieses esperar. Bueno, así es la vida. Qué le vas a hacer.

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