"Me especialicé en los colores fantasía y a través de eso he visto cómo ha ido cambiando la sociedad chilena. Hace un tiempo la gente no se atrevía a teñirse el pelo de colores distintos -a lo más rubio, porque la mujer chilena siempre quiere ser más rubia-, pero desde el 2012, producto de la estética relacionada al mundo del trap, hombres y mujeres se han abierto a la posibilidad. He entendido que el pelo no es solo pelo y que conlleva un peso mayor. Es una manera de expresar ciertos rasgos de nuestra personalidad y se le suele atribuir una carga asociada a las distintas etapas de nuestras vidas y procesos de cambio. Una vez me escribió una clienta y me contó que había terminado una relación muy larga, y me dijo que quería hacerse un cambio de look, quería tener el pelo platinado. Lo hicimos, pero cuando vio el resultado final se puso a llorar. Me pidió volver a su color natural porque al ex no le gustaban las rubias y se había dado cuenta -en esas ocho horas que nos demoramos- que si había una posibilidad de volver con él, no quería perderla. Me dio pena y quise decirle 'amiga, no pienses en él, esto lo hiciste por ti', pero este es un servicio y tengo que hacer lo que me pidan".

Irene Tiemann, La Casa Nova.

"Siempre he pensado que para ejercer este oficio hay que ser muy empáticos; llevo 17 años siendo peluquera y si hay algo que he aprendido es a leer a la gente. Muchas clientas han pasado a ser amigas y espero con ansias el día que vienen. Hay personas que veo más que a mis propios amigos de la vida y con las que he compartido de todo; hemos profundizado tanto que saben mis dramas y yo las de ellas. Creo que  es algo que se da naturalmente entre peluquero y cliente, pero además hay algo en la disposición de esta peluquería que hace que se genere un espacio de confianza y seguridad. Los espejos están puestos de tal forma que todos se pueden ver y eso ayuda a que haya más interacción. El otro día una clienta me contó que su pololo terminó con ella por WhatsApp días antes de que se casaran. Me pregunté por qué sienten la necesidad de compartir algo tan íntimo con su peluquero y me di cuenta que hay dos razones clave: el peluquero es neutral, no forma parte de su entorno cercano. Y segundo, y más importante, estoy convencida de que al tocarle la cabeza a alguien -una zona tan personal-, ese alguien se entrega, dando paso a una intimidad superior". María Paz Garcés, Peluquería La Banqueta.

"Abrí este local junto a mi mujer, Dina Ortiz, hace 37 años, así que han pasado muchas cosas aquí. Durante este tiempo he generado vínculos fuertes con clientes, pero de la puerta para afuera cada uno tiene su propia vida. Es curioso, porque aquí adentro se genera una zona segura, en la que se habla de todo -menos política y religión-, pero nunca lo hemos llevado a otro espacio. Lo que se conversa aquí, queda aquí. Si nos encontramos afuera, por una suerte de acuerdo tácito de complicidad, nos saludamos cordialmente. Cuando mis clientes llegan estresados, me preocupo de darles una visión desde afuera, porque mi condición de peluquero confidente me permite eso; no estoy tan metido en sus vidas y no soy la persona con la que comparten a diario, entonces puedo dar una visión más objetiva. Yo me metí en esto por casualidad. En el 60 hice el servicio militar y cuando en la compañía dijeron que se necesitaba un peluquero, yo levanté la mano. Para el primer corte que me tocó hacer, no sabía ni cómo usar la máquina, pero me las fui ingeniando. Así me salvé de hacer otras cosas y quedé, de ahí en adelante, como el peluquero designado. Óscar Olivares, Peluquería Óscar.

"Hay algo hermoso en este oficio, que creo la gente confunde erróneamente con la banalidad, pero tiene que ver más con el hecho de ayudar al otro. Y eso va más allá de lo estético; es entregar momentos de felicidad. Estudié ingeniería comercial y después de un viaje decidí dedicarme a la peluquería justamente porque quería estar en contacto con la gente. Hace cuatro años abrí esta peluquería, que es una pieza en la que atiendo a una persona a la vez, y me he dado cuenta de que lo más importante es darse el tiempo para escuchar a la persona, entenderla y saber mirar más allá. A veces llegan clientas confundidas y me dicen que quieren tal corte, porque lo vieron en una foto, pero yo me preocupo de preguntarles si tienen hijos chicos, por ejemplo. Si me dicen que sí, les digo 'entonces no te hagas este corte porque vas a tener que usar un pinche siempre'. Porque al final este oficio implica ser la confidente o consejera de las clientas. También me ha pasado que vienen solamente a hablar, porque acá se sienten cómodas. Puede que afuera de esta pieza no seamos amigas, pero aquí, durante unas horas, sabemos todo de nuestras vidas". María José Santiago, Pieza 7.

"Llevo 40 años en este local, y más años en el barrio de Bellavista, generando vínculos fuertes con mis clientes. He sido testigo de cómo se ha gentrificado y de la cantidad de extranjeros que ahora circulan por las calles. Este barrio definitivamente tiene dos vidas, pero también es donde me siento en casa. Mi clientela es fiel, y vienen porque cacho lo que quieren. Los espero con revistas de Condorito y ellos me traen llaveros de los lugares a los que viajan. Soy de los pocos peluqueros que no lavan ni hacen tintura, solamente hago corte tradicional, a 7 mil pesos, y por eso no hay lugar para las sorpresas. Este oficio me ha dado la vida, y lo empecé de chico, mientras estudiaba, porque mi mamá me incentivó a que aprendiera algo más. Opté por esta profesión porque me parecía noble, limpia y con una finalidad social. Una vez llegó un señor con un niño y me pidió que lo rapara al cero. Al finalizar, el señor le dijo '¿ves lo que te pasa si te portas mal?'. Yo me quise morir. De haber sabido antes, jamás hubiese accedido a rapar a ese pobre niñito. Me pareció una invasión grave y me quedó dando vueltas durante mucho tiempo". Luis Enrique Arancibia, Peluquería Enrique.

"En República Dominicana ir a la peluquería es un ritual. Las mujeres se programan y se reservan una tarde a la semana para hacerse el pelo, las uñas, depilación, e incluso comen ahí. Eso da paso a una dinámica, que se mantiene semana a semana, de amistad entre peluquera y clienta. Es algo cultural; a nosotros nos gusta ser femeninas, producirnos y vernos bien. Aquí me da la sensación de que las mujeres son menos atrevidas y por ende prefieren pasar desapercibidas. Recién en este último tiempo -llevo dos años en Chile- he visto cómo las mujeres locales están teniendo más interés por destacar, hacerse cosas diferentes y lucirse, aunque la mayoría venga a ponerse extensiones de su propio color. En esta peluquería se da un ambiente relajado, ponemos música e incluso bailamos. De alguna manera, pese a extrañar mucho a la gente, el clima y las costumbres de mi país, aquí casi todas somos centroamericanas, y eso me he hecho sentir en casa". Olga Mueces, Peluquería Zafiro, en Galería Merced.