En el Instituto para el desarrollo de masculinidades anti hegemónicas (IDMAH, México), plantearon a sus seguidores de Instagram el siguiente ejercicio: “¿Puedes reconocer cuáles de estas muestras de caballerosidad son machistas y cuáles son amables?”. La primera situación era insistir en cederle el asiento a una mujer sin importar su edad o condición, cuando ya nos han dicho claramente que no, ¿machista o amable? La siguiente situación: ofrecerte a pagar completamente una cita en una ocasión especial o cuando la otra persona no está en posibilidades de hacerlo, ¿machista o amable?

Antes de llegar a las respuestas, explican que la línea que separa una actitud amable de una condescendiente (es decir, machista), se basa en la consideración de los deseos de la otra persona, y los motivos que nos alientan a tener cierto tipo de atención. Después de leer esto ¿pueden reconocer cuáles de estas muestras de caballerosidad son machistas y cuáles son amables?

La primera, cederle el asiento a la mujer, explican que es una actitud machista, pues asumir que una mujer necesita o merece un asiento sólo por ser mujer, refuerza la idea de que ellas son, en general, más frágiles y débiles que los hombres. En cambio, en la situación del pago de la cuenta, se trata de una actitud amable, pues no siempre tenemos la posibilidad de repartir el costo de una cita, y a veces el hombre puede costearla por completo. Pagar la cuenta siempre, sin acuerdos previos, supone una relación de dependencia de las mujeres, o sea, machismo. Pero hacerlo a veces, porque eso es lo justo dada la diferencia de ingresos (o por cualquier otra consideración), no es machista. “Se trata de entender nuestras propias situaciones y realidades, así como las de la otra persona, y establecer acuerdos justos”, dicen.

Ismael Tabilo, sociólogo de la Universidad Alberto Hurtado y Vicepresidente de la Fundación Ilusión Viril, explica que este tipo de prácticas vienen desde la socialización. “Muchos de estos gestos que entendemos como de caballerosidad, vienen de la idea de que la mujer es más frágil o necesita más apoyo, pero son todas concepciones pre reflexivas que están instaladas, como automatizadas. Y efectivamente se basan en la idea de condescendencia: la mujer necesita este apoyo o atención extra por parte del hombre”.

Entonces la connotación de un gesto como machista o amable radica en la razón por la cual se hace el gesto. “Si es porque entendemos que la mujer necesita apoyo porque es más débil sin cuestionarlo, entonces podría entenderse como una actitud machista o condescendiente. Pero, si es porque ambos llegaron a un acuerdo, porque lo conversaron o porque quizás en un momento paga uno y en el otro paga otro, entonces no hay problema con eso”, aclara.

Ahora bien, para llegar a esos acuerdos, es necesario que exista un tipo de comunicación. “En el caso de pagar la cuenta, uno podría preguntar o plantear su deseo: me gustaría invitarte, no porque sea una obligación, sino porque tengo ganas de hacerlo”, agrega Ismael. No sirve de nada plantearse la pregunta solo, sin una conversación, hacerlo sería un ejercicio individualista, y además implica adivinar si estoy siendo machista o amable. “La erradicación de este tipo de masculinidad hegemónica o que algunos denominan como tóxica , es una transformación que debe ser interactiva con la otra persona”, sostiene.

En el primer caso –aclara el experto– cuando hablan de “insistir en ceder el asiento”, se marca un límite claro: una persona dice que no y la otra le insiste. “Ahí nos enfrentamos de lleno a este límite que se verbaliza y que distingue una actuación machista de una amable. Adivinar o anticipar sin comunicarse con el otro es un error porque la transformación de esta masculinidad o la liberación de esta masculinidad hegemónica, tiene que ver con la comunicación con el otro, no es un cambio que uno hace en una burbuja reflexiva en la casa. Por lo mismo, pagar la cuenta puede ser un gesto completamente amable, si es que la otra persona también lo entiende así”.

Buscando masculinidades más igualitarias

Estos dilemas que enfrentan los hombres no sólo definen su forma de ser con otras personas, sino con ellos mismos, con su masculinidad. “Y es que los hombres cargan con ciertos mandatos de ser un tipo de hombre, el más tradicional, que es un hombre fuerte, con un espectro emocional más reducido, que puede hablar de ciertos temas pero no de otros, que tiene ciertos grados de homofobia”, dice Ismael.

La crítica al machismo nos invita a construir masculinidades más igualitarias, de lo cual no sólo se beneficiarán las mujeres sino también los hombres: “sacarnos ciertas piedras de una mochila que no elegimos nos ayuda a desarrollar nuestra propia versión de la masculinidad; la que cada uno quiera desarrollar. Reeducarnos como hombres”, agrega.

El dilema que enfrentan los hombres en estas situaciones paradójicas –como no querer ser machista, pero sí querer pagar una cuenta– no debería invalidar el esfuerzo por construir masculinidades igualitarias. “Las prácticas sociales son tan diversas y complejas que no podremos cambiarlas todas. La invitación o búsqueda es que sean los mismos hombres los que se cuestionen estos mandatos que les dijeron y les complican en su propia identidad, en la forma en que se relacionan con otros hombres y mujeres”, dice Ismael. Y concluye: “Este tipo de situaciones reflejan el miedo a que toda la vida uno se enfrentó a una situación que creía conocer, y de repente nos dimos cuenta que esa situación genera daños a otras personas porque perpetúa un modelo. Por eso es que si queremos romper con esos patrones, abrirnos a la conversación y el diálogo es clave: siempre lo mejor será preguntarle a esa mujer si se siente bien o mal que haga tal o cual cosa”.