“La noche en que me senté en el comedor para decirle a quien aún es mi marido, que me quería divorciar, recibí un ‘NO’ rotundo como respuesta. Así tal cual. Me recordó cuando era una adolescente y le pedía a mi papá ir a la casa de mis amigas a alojar, y sin ninguna explicación y probablemente sin ni siquiera escucharme, sólo respondía ‘NO’”, cuenta Eloísa (38). “Era tan injusto, no tenía ni la más mínima posibilidad de discutir frente a esa jerárquica negativa, y sólo podía irme a mi pieza con el rencor y la sensación de estar en una especie de captividad. Una sensación que revisité ahora, con la negativa de mi marido, que hizo que mi cuerpo lo recorriera un escalofrío de tan solo pensar en seguir encerrada en ese oscuro túnel sin luz, sin salida”.

Las razones para irse, según cuenta Eloísa, no eran tan “graves” como para llegar y dejar la casa: “No me había sido infiel, no me sentía violentada, no le faltaba nada a los niños. Simple y sencillamente, no me sentía amada como quería, ni amaba de vuelta como para sentir que esta convivencia valía la pena”, dice. Esa noche, después del “NO” rotundo, su marido no quiso seguir la conversación y se fue a la pieza. Ella, perpleja, se puso pijama y se acostó como todas las noches al lado de él. A la mañana siguiente no lo vio, había salido al trabajo sin despertarla.

Hombres que no se quieren separar pueden haber muchos, pero para entender que hayan hombres que lo impidan tajantemente, hay que recorrer un camino profundo en el mundo del desamparo que puede generar el divorcio. Algunos estudios como Los Hombres y la Cuestión del Divorcio (México) o Cuando ellas deciden marcharse (Colombia), aseguran que el mecanismo tajante de defensa se puede dar porque “el hombre ha construido su hombría en base al vínculo de mantener y atender a la mujer en el vínculo marital”, pero que hoy por hoy, “la relación patriarcal en el matrimonio está dando un giro, y la mujer contemporánea toma decisiones cruciales sobre su relación”.

¿Por qué mirar la ciencia para llegar a las razones de esta negativa tajante ante el divorcio? Porque según el psicólogo clínico Alexander Finat, el arquetipo de ‘hombre proveedor’ puede transformarse en algo bien identitario y por lo tanto doloroso en el momento en el que se le arrebata esa posibilidad de proveer a su pareja o a sus hijos. “Como él ha puesto su propio valor en ser proveedor, en ‘ser suficiente’, en el momento que él le impide a ella salir de la relación, lo que se empieza a perpetuar en su interior es una relación egoísta en el estricto sentido de la palabra. No es una relación que responda realmente a las necesidades de la pareja, sino que es un vínculo que se sostiene en lo que el hombre piensa que la otra persona necesita para estar satisfecha, se lo impone, y entonces termina siendo una relación consigo mismo, con lo que él cree, lo que él quiere”, explica Alexander. Así, ese cruce difuso del “yo” se ve catapultado, según el especialista, por la imposibilidad de hacer un duelo.

Eloisa retomó la conversación del divorcio hace unos meses atrás, pero sólo se encontró, otra vez, con una negativa, y además con una rabia que, según cuenta, incapacitaba a su marido para seguir conversando sobre el tema y le impedía incluso escuchar las razones que ella tenía para esta propuesta. Desde entonces, entraron en un loop silencioso de intentos una, y otra, y otra vez.

La trampa del nuevo intento

El estudio colombiano mencionado anteriormente plantea que “hoy la mujer es más autónoma en sus decisiones maritales”, sin embargo, para la psicóloga clínica forense del Centro Interdisciplinario de las Mujeres (CIDEM), Francisca Rozas, en esto hay una trampa a la que prestarle atención, sobre todo a la hora de decidir ‘intentarlo otra vez’.

“Dada la socialización de género que nos rodea a las mujeres, muchas veces cedemos por la culpa o incluso, por la ilusión del amor romántico que nos hace considerar un intento más”, dice. Y agrega: “Es aquí donde el ‘yo’ se ve entrampado también, porque por más que intentar de nuevo puede parecer normal, también puede ser gatillado por el estereotipo de que la mujer es más ‘comprensiva’, ‘resiliente’ o ‘fuerte emocionalmente’”.

Por eso es tan importante la reflexión y el trabajo de resolución desde la teoría de género, porque libera al ‘yo’ y construye una base para hacer lo que se quiere hacer, a pesar de la negativa que en este caso, es del hombre. “El trabajo de la masculinidad –al igual que el del feminismo–, es en realidad, el trabajo de no perderse a sí mismo”, explica la psicóloga.

Tiene que ver con que si no estoy reconociendo a mi pareja como un ‘otro’ con necesidades propias y distintas a las que quiero imponer, estoy impidiendo al mismo tiempo reconocerme a mí mismo como un ‘otro’ y decir que lo que está pasando adentro mío es algo que tengo que explorar para hacerme responsable. “Al hacerlo, ese hombre puede encontrarse con un vacío que incluye soledad, herida del ego, y mucho dolor que se está expresando a través de una mecanismo de defensa. Trabajarlo no es fácil, hay que insistir, sobre todo si, como en este caso, el hombre está inmerso en una negativa tajante ante el divorcio, porque coartar la libertad de los demás, es el principio de la violencia”.

Hombres que no quieren separarse

Cuándo el NO es violencia

A Sara (46) también le dijeron que no rotundamente, pero esta vez, venía con un argumento que es reconocido por las especialistas como el comienzo de una violencia muchas veces invisible: la violencia vicaria, que es cuando se usa a los niños o niñas para dañar a la madre. “Mi ex me dijo en ese entonces que no quería irse de la casa porque no quería dejar de ver a nuestra hija. Yo ya había investigado, y traté de decirle, en paz, que podíamos llegar a un acuerdo de cuidado compartido. También le dije que si el problema era la casa, yo podía buscar otro departamento y pagar la pensión alimenticia. A todo eso se negaba, frente a la niña, y también en las mediaciones que agendé para llegar a un acuerdo, a las cuales él iba, pero ‘obligado’, según le repetía a la mediadora cada vez que llegábamos”, cuenta.

“Pasó el tiempo y la relación no mejoraba. A mí ya me gustaba otra persona y se lo había dicho muchas veces, pero primero tuve que mentir. Ya no sabía cuál era mi vida y cuál no, y eso me empezó a volver loca. La semana pasada, cuando decidí sacar mis maletas por la puerta para irme a vivir con mi nueva pareja, él se dio cuenta de que iba a tener que hacerse cargo de la casa y de la niña, y se arrepintió. Me dijo que mejor se iba él”, narra Sara.

Valentina Lezana, abogada fundadora del Círculo de Defensa de Mujeres –lugar de asesorías jurídicas con perspectiva de género y de estrategia de trabajo en base a tu caso–, comenta que el hecho de que los niños se vean involucrados en la decisión de divorcio o no, es bastante común a pesar de la violencia que eso significa. Y es que, en muchos casos, la precarización de los derechos de las mujeres y de la maternidad también pueden estar provocando que ellas acepten quedarse en una relación que en realidad quieren terminar. “Lo primero y más importante es ver el contexto donde esto le empieza a suceder a las mujeres. ¿Estamos hablando de mujeres independientes? ¿Profesionales? ¿Con redes de apoyo? ¿Con recursos económicos? ¿Con recursos emocionales? Porque es muy común que las que deciden quedarse en una relación de este tipo, es porque les faltan recursos para facilitar su salida”.

También agrega que “no es necesario ser una mujer en absoluta precariedad para no poder salir de una relación contractual como el matrimonio y muchas veces no depende de nosotras. Si leemos en los diarios que el 90% de los hombres son deudores de pensión, las probabilidades de entrar en esa cifra como víctima son súper altas”.

¿Qué puedo puedo hacer si estoy en una situación como esta?

“Una buena forma para comenzar este camino es hacer una recapitulación de todos los intentos que se han hecho para permanecer en ese matrimonio, y las razones. Lamentablemente, el hecho de que yo quiera sostener una familia para mis hijos, no es suficiente para que pueda adaptarme a una relación de la cual quiero salir, porque siempre llegará el momento disruptivo, el límite después de tanto intentar”, dice la psicóloga Francisca Rozas.

Valentina Lezana explica lo que viene después: “Existen tres tipos de divorcios: el primero es de Mutuo Acuerdo, donde el plazo de cese de convivencia es de un año; el segundo es cuando hay uno de los miembros de la pareja que sí quiere y el otro no, en ese caso es Unilateral, que es más complicado, y hay un plazo de tres años de cese de convivencia; y el tercero es por incumplimiento de los deberes del matrimonio por contrato (infidelidades, violencia o drogadicción), y en este caso no hay un plazo”.

“Si tú no tienes el acuerdo de la contraparte para divorciarte, lo que puedes hacer es pedir el cese de la convivencia, aunque esto pueda tardar hasta tres años. Pero si detectas que hay incumplimiento en el contrato, el divorcio se puede dar inmediatamente. Es fundamental pedir el cese de convivencia si es que no hay acuerdo, porque solo así empieza a correr el tiempo para concretar el divorcio”, agrega.

Lo importante aquí –aclara la abogada– es nunca olvidar que el cónyuge que no permite que el otro se vaya, tiene súper claro por qué no lo está haciendo. “Sabiendo esto, lo ideal es planificar bien la salida, sólo en caso de que se pueda y de no estar expuesta a ningún peligro”, dice. Y también asesorarse, pues han habido casos en que el hombre que se ha estado negando al divorcio luego llega donde el juez a pedir el cuidado personal de los niños argumentando que la mujer hizo ‘abandono de hogar. Y al contrario “si el progenitor que ‘hace abandono del hogar’ quiere solicitar el cuidado personal, va a tener que demostrar que quien se quedó a cargo, o sea, quien se quedó en la casa con ellos, no es apto para su cuidado. Y eso es difícil, porque para demostrarlo tienen que haber negligencias explícitas, que suelen ser invisibles al ojo de quien no está viviendo con ellos”, concluye.