Paula 1212. Sábado 05 de noviembre de 2016.
Esqueletos con mohicanos, cabezas de hiena y alas luminosas habitan por estos días el taller de confección del Teatro Municipal de Santiago. Son los trajes que salieron de la cabeza de la diseñadora teatral Loreto Monsalve para dar vida a los 230 personajes de la ópera La condenación de Fausto. Diseñadora teatral de la Universidad de Chile y máster en Diseño Teatral del Instituto Europeo di Design de Barcelona, donde se tituló con honores, camina entre las telas y máquinas de coser del taller del teatro. Se detiene ante una caja de plumas fucsias con la que decoró los 12 trajes de los silfos de la ópera, unos seres del borque con forma de hongos morados. "Son mi vestuario favorito", dice.
Loreto viene de una familia que nada tenía que ver con el teatro. Pese a ello, desde niña montaba obras con sus primos, ganó festivales comunales con el colectivo de teatro que creó en el liceo Carmela Carvajal, quedó primera en la matrícula de Diseño teatral de la Universidad de Chile. Ha trabajado con La Troppa, Alfredo Castro, Rodrigo Bazaes y María Izquierdo. Su proyecto Centrípeto, una serie de vestuarios diseñados y confeccionados por ella en mimbre y crin, fue seleccionado para la Cuadrienal de Praga de Diseño en 2015.
¿Cómo fue que llegaste a hacer el vestuario de Fausto?
El año pasado recibí el llamado del director de escenografía Ramón López para hacer el vestuario de Fausto: no lo podía creer. Como en todos los proyectos, estudié meticulosamente el texto y me reuní con el director para conocer cómo se imaginaba el vestuario de los personajes. Esta es, sin duda, la producción más compleja que he hecho.
¿Cómo describirías el vestuario que diseñaste para esta ópera?
Se conecta con lo más puro del romanticismo: lo bestial y lo feroz. Esta ópera tiene seres sobrenaturales. Me inspiré en la naturaleza, en los corales, en el pelaje de los animales, en los cachos, en las plumas. Con eso en mente, busqué los materiales: encargué cajas y cajas de plumas a China, mandé a cromar un traje a una tienda de parachoques para que quedara tornasol, y así. Es un juego.
Cuando ya tienes claro el imaginario, ¿dónde buscas referentes y materiales?
Depende del perfil del proyecto. Cuando sé que la apuesta es 100 por ciento visual, me meto a Pinterest. Cuando es de época, voy a la página web Memoria Chilena. También uso Mercado Libre, ropa usada, hasta H&M. Todo puede ser un referente. Además, tengo millones de cajones con cachureos, encajes antiguos, recortes de diario, cosas que no sé por qué compro hasta que de repente ¡pum!
¿Cómo logras que tus ideas coincidan con el presupuesto?
Siempre pregunto cuánto tenemos y después empiezo a crear. Igual tengo picadas para todo, por ejemplo una vez hice un vestuario con 15 mil pesos: compré una tela, teñí todo a mano y salieron cinco trajes increíbles. Eso sí, cuando hay poco presupuesto uno sabe que va a trabajar más, porque hay que hacer el diseño y la confección. Por eso nunca diseño algo que no pueda hacer yo misma.
¿Cuál es la situación actual del diseño teatral en Chile?
Estamos en un buen momento. Hay muchos diseñadores viajando, entonces estamos en la vanguardia y participamos de festivales internacionales. Un avance gigante es que participamos en las mesas de diálogo con el Consejo de la Cultura para crear la ley de artes escénicas. Pero todavía falta visibilidad, por ejemplo el público sigue girando en torno a la obra, poca gente va a una exposición de diseño teatral.
¿En algún momento te pruebas el vestuario?
Nunca. Jamás lo he hecho. Me gusta más mirarlos. Siento que no me pertenecen, es un tema de respeto.
¿Diseñas tu propia ropa?
No, me da lata. Me gusta diseñar personajes. Lo que sí me gusta es jugar a detectar la personalidad de las personas a través de su ropa.