Paula 1233. 26 de agosto de 2017.

Tenía 20 años, y llevaba dos estudiando ingeniería comercial, cuando hizo un viaje que lo marcó: fue a recorrer la patagonia, con su mamá fotógrafa. "Encontré una paz que la ciudad no me daba. Me di cuenta de que quería proteger la naturaleza, construir una sociedad en armonía con el entorno", dice. Hablaba en serio. Dos años después, en 2012 –y tras el incendio en Torres del Paine– cofundó Reforestemos La Patagonia, campaña para reforestar las zonas afectadas a través de donaciones: plantaron más de 200 mil árboles nativos. Con ese ímpetu, ese mismo año logró levantar $100 millones a través de un socio, y fundó Karün, una empresa de comercio justo, que fabrica anteojos de sol con maderas de troncos caídos, redes de pesca y de jeans, su más reciente colección. Todos recolectados por pescadores artesanales, emprendedoras de la Región de Los Lagos y miembros de una comunidad en Río Puelo. "Soy un ambientalista moderno. Creo que es posible hacer negocios con una cadena de valor circular y regenerativa", explica.

Pero cinco meses después de hacer sus primeros prototipos en madera, cayó hospitalizado por estrés: tenía 22 años. "Una noche me desperté y no podía respirar. Luego de cinco días en la clínica, me di cuenta de que estaba abarcando mucho", dice. Dejó Reforestemos La Patagonia –que hoy funciona como Fundación Reforestemos– y se abocó solo a Karün, que hoy cuenta entre sus socios al ex presidente de Salomon y al dueño de O'Neill. Y este año abrió una oficina en Estocolmo. Kimber no se queda solo con las intenciones: en noviembre dejará su departamento en Las Condes y se irá a la Región de Los Lagos.

Las oficinas de Karün se van a Puerto Varas. ¿Es una decisión política?

Sí, es política, estratégica y de corazón. Todos dicen que hay que descentralizar Chile, pero nadie hace nada. Les dije a las 8 personas del equipo, "quién se anima": y nos vamos 7. Queremos demostrar que desde regiones se puede tener un emprendimiento internacional.

¿Por qué te retiraste de Ingeniería Comercial?

Porque no estaba de acuerdo con el modelo económico que me estaban enseñando, no me apasionaba. Y eso era algo impensado para mi entorno. Hubo amigos de mi papá que me dijeron: "conozco a alguien que no estudió y hoy es drogadicto". Mis compañeros me miraban con cara de "pobre, está loco". Eso me hizo dudar. Pero fue una de las mejores decisiones que tomé, porque me permitió abrir la mente. Todos tenemos la misma capacidad de emprender, pero estamos limitados por nuestro contexto.

Estuviste a punto de quebrar tres veces, ¿hoy vives de esto?

Sí, pero me demoré tres años en tener un sueldo fijo. Tuve que cerrar la fábrica de Chile y despedir gente. Acumulé deudas, y eso me pasó la cuenta física, mental y emocionalmente. Si hubiera querido hacerme millonario fabricando anteojos, me habría ido pésimo.

¿Qué aprendiste al estar a punto de fracasar?

La importancia de pedir ayuda, de desprenderse del ego. Buscar apoyo en los socios, en el equipo. Darse cuenta de que uno solo no es nada. Manejar las expectativas de la gente que te acompaña. Yo generé expectativas muy grandes y no tenía la experiencia necesaria. Y por muy cliché que suene, hay que ser perserverante. El retorno no es inmediato; en seis meses no vas a ser millonario.

Los anteojos Karün cuestan sobre $ 80 mil, ¿es caro ser verde?

Son baratos en comparación con las marcas con que competimos. Ofrecemos la misma o mejor calidad, pero no fabricamos en China. Aún así estamos dejando afuera al 90% de la población latinoamericana, y eso no me gusta. Mi sueño es sacar un anteojo más asequible, pero siempre sustentable.

¿Al consumidor chileno le preocupa cómo se hacen las cosas?

No lo suficiente. No es un tema de costos, es un tema de educación. Me sorprende cómo la gente bota y no recicla. Aquí no hay conciencia de qué pasa después de que uno tira algo al basurero.

¿Qué tan consecuente eres en tus decisiones de consumo?

No tengo auto, ando en bici. Trato de comprar en locales pequeños y voy a la ropa usada. Si necesito algo nuevo busco cosas de calidad, que no sean desechables. No quiero seguir aportando a generar basura. Ya tenemos suficiente.