Carros de compras llenos de desinfectante, alcohol gel y confort. Estantes de supermercados vacíos y gente llenando sus despensas como si realmente se tratara del fin del mundo. A menos de dos semanas de que se confirmó en Chile el primer caso de Covid-19 -la pandemia que ataca al mundo entero- este es el escenario en los supermercados y centros comerciales del país. La locura colectiva fue tal, que por redes sociales comenzaron a circular textos llamando a la calma, algunos con humor, pero otros -la mayoría- haciendo un juicio de esos comportamientos. "A los que compran 30 jabones y dejan los estantes vacíos para los demás, les decimos: ¿sabían que para protegerse del coronavirus necesitan que los demás también se laven las manos?", decía uno de ellos.
No es la primera vez que ocurre. Chile se reconoce como un país que se levanta una y otra vez frente a los embates de la naturaleza. Sabemos de inundaciones, terremotos y tsunamis. Y en cada uno de ellos surge un concepto con el que los chilenos nos identificamos: la solidaridad. Pero mientras en 2010, solo días después del terremoto, los canales de televisión armaban una Teletón improvisada llamada "Chile ayuda a Chile" -en la que la promesa era que todos juntos saldríamos adelante-, en las noticias se comenzaba a hablar de desabastecimiento y la gente se peleaba en las filas de los almacenes para llevarse todo lo que quedaba, sin siquiera tener idea de si lo iban a necesitar o no.
¿Dónde queda la solidaridad y el espíritu comunitario en estos casos? Pareciera ser que se termina en el momento en el que cada uno ve su propio riesgo. Y ahí surge el individualismo. Albana Paganini, directora de la Clínica Psicológica de la Universidad Diego Portales, explica que "lo que ocurre es que hemos sido educados en sociedades individualistas donde el semejante se desdibuja frente a la urgencia de las necesidades personales. Esto es parte de la historia de la humanidad. En las grandes crisis siempre han habido saqueos, enriquecimientos ilícitos, situaciones de violencia. Es propio de lo humano".
Para el académico de la Facultad de Sociología de la Universidad de Chile y del COES, Juan Carlos Castillo, esto tiene que ver con que cuando uno piensa en solidaridad, en general piensa en un tipo de solidaridad neutro que es cómo ayudar a otros. Sin embargo, la investigación habla de que existe más de un tipo. "Una distinción interesante es hablar de una solidaridad directa respecto a los otros. Aquí el típico caso es la Teletón, donde yo dono y ayudo directamente. Otra más indirecta es a través del Estado o de entes colectivos. Entonces, por ejemplo, al pagar impuestos contribuyo a que se genere un Estado solidario que se hace cargo de las necesidades básicas de los más pobres", dice. Lo interesante, según Castillo, es que a veces se contraponen y eso permite hablar de una solidaridad que puede ser considerada más individualista, porque quienes la practican deciden aportar lo que ellos quieren y cuando quieren, sin que los obliguen a hacerlo.
Volviendo al punto inicial, el académico plantea que en Chile estamos más acostumbrados a un tipo de solidaridad individual, y que es justamente la que surge en este tipo de situaciones como una catástrofe o una pandemia. "'Puedo donar para algún enfermo de coronavirus o para alguien a quien se le cayó la casa con el terremoto, pero no me obliguen a repartir los insumos que compré en el supermercado, porque esos los necesito'. Ése es el pensamiento, basado en la idea de que cada uno es el encargado de salvarse", explica Castillo.
Esto, de cierta manera, se entiende si lo situamos en un sistema socioeconómico que potencia el individualismo y la competencia y que justifica las recompensas a través de la valoración de los talentos y los esfuerzos, haciendo caso omiso a la igualdad de oportunidades. "Por ejemplo, si me enfermo de cáncer, no es consecuencia de algo que hice, porque todos estamos expuestos a tener esa enfermedad. Por lo mismo lo que correspondería es que repartamos esa responsabilidad y los gastos que conlleve a nivel colectivo. Pero cuando tienes instituciones que fomentan lo contrario, es decir, que hacen entender que la manera de salvarme es pagando más, legitiman las desigualdades y a su vez le dan un valor más importante al esfuerzo individual que al sistema colectivo", agrega el sociólogo.
Llevándolo al ejemplo del supermercado, probablemente quienes se lleven toda la mercadería de las góndolas argumentan su actuar diciendo que, como se levantaron antes (esfuerzo individual), tienen más derecho que el otro, sin considerar que hay personas que por diversas razones no pueden levantarse temprano o incluso hay quienes ni siquiera pueden ir al supermercado. "Es una simpleza del pensamiento que cognitivamente ayuda a las personas a funcionar: esto es bueno, esto es malo, esto sí o esto no. Pero es algo que inevitablemente nos aleja de lo comunitario", agrega.
Cómo avanzamos hacia una sociedad más colectiva
Lo primero es centrarse en el individuo dentro de una comunidad. "Pero es importante que dentro de ese mirar colectivo no perdamos de vista las necesidades individuales. En las situaciones de tragedias, donde se habla de muerte, enfermedad y pérdidas, es normal que aparezcan temores. Y estos temores muchas veces nos llevan a actos como querer acapararlo todo. Hay que experimentar la angustia. Entender también que temas como el coronavirus activan distintos tipos de ansiedades en la gente, que se conectan con sus historias personales. Por eso, más que juzgar el actuar de las personas, hay que intentar entenderlo desde la racionalidad", aclara Albana Paganini. La psicóloga de la Clínica de la UDP, Paz Valenzuela, complementa: "El problema es que nuestra sociedad no tiene la estructura para sostener las angustias personales, ya sea a nivel de salud mental como a nivel de espacio comunitarios, que son sanos para compartir vivencias y reconocerse entre otros".
Valenzuela dice que todo este tiempo solo hemos escuchado hablar de la emergencia sanitaria, pero nadie habla de la emergencia subjetiva, que tiene que ver con lo que a cada uno le afecta de mayor o menor manera al enfrentarse a una situación de crisis global. "Debemos generar conversaciones para sostener las angustias personales y comprender que si bien lo que a mi me pasa con este tema es individual, vivimos en una comunidad y compartimos experiencias y vivencias similares con los que están a nuestro lado. Eso ayuda a la calma", agrega.
Por último, es importante tener en cuenta que esta experiencia -inédita para generaciones como la nuestra- va a repercutir en la historia del mundo. Y no solo a nivel médico, sino que también a nivel social. "Una vez que esto termine, va a ser interesante evaluar cuáles sociedades fueron más exitosas, que de cierta manera es algo que ya estamos viendo. En Corea, por ejemplo, donde hay políticas muy firmes de cooperación, se ha logrado aplanar la curva en beneficio de todos", dice Juan Carlos Castillo.
"Esta crisis no es solo un desafío para los sistemas de salud, sino también para la forma en que se organiza una sociedad. El sistema chileno, que es más individualista y centrado en la capacidad de pago, va a ponerse prueba. Si resiste y da una mejor respuesta, bien, pero si no, va a ser momento de cuestionarlo", agrega Castillo. Y concluye: "Creo que lo que vivimos ahora se enlaza muy bien con el estallido social. Quizás ambas cosas nos invitan a pensar cómo hay que organizar nuestra sociedad de manera en que nos beneficiemos todos".