Ingeniera telemática del Observatorio ALMA, Camila Martínez: “A las mujeres nos cuesta asumir que tenemos las capacidades, nos cuesta creernos el cuento”

camila martínez paula



Cuando Camila Martínez tenía 14 años se echó el único computador que había en su casa. Esa vez, movida por la curiosidad, lo abrió, lo diseccionó y quedó fascinada con las distintas partes. No pudo hacer mucho para arreglarlo, pero hasta el día de hoy, con 29 años, identifica ese momento como uno definitorio en su búsqueda profesional; fue ese el día que decidió que estudiaría algo relacionado a la tecnología. Hasta entonces, solo su hermano había accedido a la universidad. Ella fue la segunda en toda su familia.

Cuando llegó el momento y con puntaje en mano, no le dio tantas vueltas. Entró a Ingeniería Telemática en la Universidad de La Frontera, en Temuco (su ciudad natal), y cuando terminó se fue a trabajar durante ocho meses a un observatorio en Sao Paolo, Brasil. Su carrera, como explica ella, es poco conocida y mezcla las telecomunicaciones y la informática, y es lo que le ha permitido trabajar en empresas que desarrollan proyectos de realidad aumentada –trabajó en una en la que fue la única mujer en el equipo dedicado a desarrollar aplicaciones– y, desde el año pasado, en el Observatorio ALMA. Había hecho su práctica y luego su tesis con ellos, pero quedar no fue fácil. De hecho, postuló tres veces. Y antes de postular la primera vez, dudó mucho.

Está comprobado que las mujeres postulan a puestos laborales únicamente cuando cumplen con todos los requisitos solicitados. De lo contrario, no lo hacen. En cambio los hombres llegan y postulan.

“A mí me costó mucho tomar la decisión de hacerlo. A nosotras las mujeres nos cuesta asumir que tenemos las capacidades y herramientas necesarias, nos cuesta creernos el cuento, como sí lo hacen los hombres. Y eso se acentúa aun más cuando eres de región, porque no crecemos con acceso. No podemos asistir a programas o a escuelas de verano, no hay posibilidades de crear redes de contacto. Y eso nos va moldeando desde la infancia”.

Hoy Camila es parte del área de soporte y diagnóstico de software del Departamento de Computing del Observatorio, y su trabajo consiste en realizar un diagnóstico e identificar la solución en caso de que haya fallas o problemas en los software utilizados, como por ejemplo el que controla las antenas o el que permite guardar la data que se obtiene de esas antenas. Para ella, el software consiste en un sistema de instrucciones que te permite realizar otra tarea en un lenguaje entendido por el computador. En su equipo, de los 30 integrantes, 7 son mujeres, pero entre todas, como reflexiona, se apoyan y se motivan. “En ALMA se aprende algo nuevo todos los días. Es un sistema complejo, porque es el primer radio observatorio de su tipo en el mundo, por lo que existen muchas secciones, componentes y termina siendo una organización totalmente interdisciplinaria. Todos los días hablo con colegas astrónomos, ingenieros, técnicos. Hablamos de procesos y ellos me ayudan a entender cómo funciona lo que hacen para que así yo pueda darles un mejor soporte de software. Es un lugar muy inclusivo donde siempre me he sentido alentada”, dice.

¿Cómo es abrirse camino en un rubro que históricamente ha sido habitado por hombres?

Yo he tenido mucha suerte, porque en toda mi experiencia profesional y estudiantil nunca me han discriminado. Me han tocado más bien instancias de colaboración y de creación de redes de apoyo. Pero soy muy consciente de que somas pocas las que podemos decir eso. Tengo compañeras que no han tenido la misma suerte, o que sus mismas familias no las apoyaron en su decisión por entrar al mundo de la tecnología. A mí siempre me apoyaron, de hecho desde que entré a estudiar soy la que arregla las máquinas en la casa; mi tía me llama cuando se le echa a perder la lavadora, a mi hermana le arreglé su notebook cuando estaba en primer año de la universidad –esa vez lo abrí y desparrame las partes en la mesa del comedor y pude detectar que no funcionaba porque el ventilador estaba sucio– y una vez, cuando se nos echó el refrigerador y el técnico nos quiso cobrar 60.000 por el arreglo, le dije a mi mamá que yo lo hacía. Busqué un manual en internet y lo hice.

¿Tuviste referentes femeninos?

Mi máximo referente siempre ha sido Hedy Lamarr, no muchos saben esto, pero era una actriz austriaca de 1900 que, junto a George Antheil, inventó la primera versión del espectro ensanchado que permitiría las comunicaciones inalámbricas de larga distancia. Una actriz de Hollywood que coinventó el WiFi básicamente. También, de chica busqué a Margaret Hamilton, que trabajó en el desarrollo del software de la misión de Apolo. Me sirvieron mucho esos referentes, y de hecho le recomendaría a todas las nuevas generaciones que vean la película Hidden Figures (2016), que muestra la historia de tres científicas afroamericanas que trabajaron para la NASA. Es bueno ver que hay mujeres en la ciencia y en la tecnología. Y no es necesario ser tan mateas tampoco, yo no soy una niña genia ni nada por el estilo. De hecho, en la universidad me eché cálculo. Simplemente he tenido oportunidades y he luchado por ellas. Lo importante es que sigamos, no hay que dejar que las caídas nos hundan.

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