Escribo estas líneas en medio de mi insomnio y lo hago ansiosa porque tengo un 50% de batería y un deadline que cumplir. Llevo 3 días sin luz y mi cerebro no entiende qué está pasando. Dormito, despierto, siento que entro en la profundidad y ya es hora de levantarse. Amanezco frustrada, alegándole al aire que me devuelva mis horas de sueño.
Sé que no soy la única en mi cotidianidad. No hay día en que no me encuentre con alguien que me diga que durmió mal o que lisa y llanamente no lo hizo. Hombres, pero sobre todo mujeres con mucha angustia me dicen que no logran conciliar y/o mantener su sueño. Que se meten con miedo a la cama porque no saben si esta vez lo lograrán. “Es como jugar a la ruleta” espetan.
El insomnio es un visitante no deseado que nos roba la paz en medio de la noche y que se ha convertido en un problema demasiado común que afecta en mayor proporción a las mujeres en diferentes etapas de la vida. Ya sea en el embarazo, por las molestias físicas, los cambios hormonales, la ansiedad por el futuro o una vez que nace la guagua, las noches sin dormir se hacen parte de la rutina. Más adelante, en la perimenopausia, los sudores nocturnos, la ansiedad, los cambios de humor, también afectan el sueño. Y esto no sólo se traduce en una cuestión de no poder dormir, sino que es un reflejo de cómo el cuerpo y la mente interactúan, a menudo señalando que algo más profundo está ocurriendo.
Recurrimos a menjunjes, secretos de la naturaleza y fármacos conseguidos sin consultar con un especialista porque creemos que ya va a pasar, pero la mala noticia es que muchas veces, si no lo frenamos a tiempo, se vuelve crónico.
Siempre he escuchado que nuestro día parte la noche anterior, lo que subraya la importancia vital de nuestro sueño en la vida cotidiana.
Para muchas mujeres, la relación entre el insomnio y la salud mental es un ciclo difícil de romper. La mala calidad de sueño no sólo provoca cansancio físico, sino que también tiene un impacto significativo en el bienestar emocional. La ansiedad, el estrés, y la tristeza son problemas de salud mental que a menudo se ven exacerbados por la falta de sueño, y a su vez, estas condiciones hacen que sea aún más difícil conciliarlo. Es un círculo vicioso que puede dejarnos con una sensación de estar atrapadas y desesperadas.
Es más, incluso a veces, nos resistimos a dormirnos. Hace unos días escuché un concepto recientemente acuñado: “procrastinación de sueño por revancha” que consiste básicamente en aplazar la hora de irse a la cama por sentir que tu día consistió básicamente en estar disponible para los otros y no hiciste nada para ti misma, por lo tanto, robas horas de tu descanso para sentir que hiciste algo para ti.
Si nos vamos al dato duro, el insomnio se asocia con el deterioro de nuestra salud física y mental, aumenta en dos veces el riesgo de padecer un trastorno de ansiedad y en cuatro el riesgo de sufrir un trastorno de ánimo.
No es menor ¿cierto?
Pero, ¿por qué es tan importante dormir? No sólo porque es una delicia, dormir se asocia con el reseteo del cuerpo. Los últimos estudios han reportado que hay un mínimo (de aproximadamente 7 horas) pero también un máximo (de aproximadamente 9 horas de sueño) para que el sueño cumpla con sus funciones que apuntan a responder a necesidades de cambios en el modo en cómo funciona el cerebro, a conservar energía, así como asentar el aprendizaje y la memoria. El sueño también participa en los procesos de plasticidad neuronal. Y ojo: ¡no se recupera! ¿Cómo no cuidarlo entonces?
En la literatura encontramos innumerables ejemplos de insomnio y salud mental. En Mrs. Dalloway, Virginia Woolf describe a Septimus Warren Smith, un veterano de guerra que sufre de insomnio severo, que exacerba la angustia del personaje. Incluso, la protagonista, Clarissa, en la novela, muestra su relación entre el sueño y el descanso como reflejo de su estado emocional.
Romper el ciclo
¿Cómo rompemos el ciclo del insomnio y una deteriorada salud mental? no es fácil, pero es posible. El primer paso es reconocer que el insomnio no es sólo un problema de sueño, es también un problema de salud mental y física que necesita atención. Buscar ayuda profesional, ya sea a través de un médico, un terapeuta o un especialista en sueño, puede marcar una gran diferencia.
Además, establecer una rutina de sueño saludable es fundamental, lo que se entiende como higiene del sueño. Desde que lo aprendí y lo aplico (porque muchas veces me boicoteo) mi sueño es reparador. Esto incluye ir a la cama y despertarse a la misma hora todos los días (de lunes a domingo), llegar a la cama con sueño, no esperar que “me agarre”, hacer la última comida al menos 2 horas antes de ir a dormir, no tomar agua al menos 3 horas antes para evitar el paseo nocturno al baño. Cambiar las luces del dormitorio por luces cálidas y que la pieza tenga una temperatura entre 18 y 21 grados, dejar los dispositivos electrónicos fuera de la habitación y si quieres leer antes de dormir, que sea en papel. Puedes practicar técnicas de relajación para bajar tus revoluciones y así preparas a tu cuerpo para el descanso.
El insomnio es una señal de que algo en tu vida necesita atención. Para muchas mujeres, aprender a priorizar su salud mental y emocional es clave para superar el insomnio. Esto puede significar decir no a ciertas responsabilidades, tomarse el tiempo para hacer ejercicio, o simplemente permitirse descansar sin culpa.
Yo termino mi columna con 10% de batería, rogando que el internet de mi celular permita enviarla y así poder tener un sueño reparador.
* Dominique es Psicoterapeuta -sistémica, centrada en narrativas- y magíster en ontoepistemología de la praxis clínica. Se desempeña como docente universitaria y supervisora de estudiantes en práctica. Atiende a adultos, parejas y familias. Instagram: @psicologianarrativa.