Hablar o guardar silencio cuando vemos señales de violencia en la pareja de una amiga, sí hace la diferencia. El problema –y la razón por la cual dudamos entre decirle o no– es que muchas veces, cuando hablamos e intervenimos en esta situación, corremos el riesgo de que nuestra relación con ella se quiebre. Entonces, ¿cuándo vale la pena y es necesario decirle?
A lo largo del tiempo, el imaginario sociocultural de que no hay que meterse en las relaciones de pareja nos ha hecho pensar que debemos guardar silencio, que esas actitudes visiblemente violentas o que afectan a una persona en particular dentro de la relación las solucionan ellos, en privado. Y este silencio, asegura la psicóloga feminista, Pía Urrutia, es el que ha sido aliado por cientos de años de las opresiones hacia las mujeres.
Sin embargo, hablar no es tan sencillo y para decidir hacerlo o no, existen elementos que podemos sopesar. “Hay cosas que uno puede ponderar, como si lo estoy haciendo por sororidad o por amor a esa amiga. La sororidad es un compromiso político que considera que la otra mujer no es competencia, sino que es una igual. Desde ese lugar, entonces, una puede ponderar entre qué es lo más relevante: si visibilizarle a esta otra mujer a la cual yo quiero, que hay algo que para mí resulta sospechoso o violento, o no decirle por cuidar mi amistad con ella, teniendo además en cuenta las nociones de peligro. Si hay un elemento que alerta a su red de apoyo y amistad de que existe algo peligroso, probablemente deviene del miedo, que es una emoción animal y de sobrevivencia. Y a eso, en mi opinión, hay que hacerle caso, incluso si es que significa intervenir y que esta amiga se enoje. Sobre todo, cuando hay más amigas de esta red que también ven el mismo elemento de peligro”, asegura la especialista.
La frase “amiga, date cuenta”, que se ha popularizado en los últimos años como una expresión para concientizar a las mujeres sobre la necesidad de abrirse para percibir posibles características de violencia en sus parejas, para la psicóloga clínica feminista, es dañina. “Esta frase tiende a tener una perspectiva muy juiciosa con la amiga, la responsabiliza. Y para que alguien se quede en una relación, existen muchos factores, como el miedo a la soledad. Entonces, este tipo de verdades que se van a develar, tienen que ir acompañadas de una forma más compasiva”, puntualiza.
Si nos ponemos en los zapatos de nuestra amiga, esta intervención, cuando no nos encontramos bien emocionalmente, puede resultar muy intimidante. Para evitar eso, dice Urrutia, es importante ser estratégica. “Una de las cosas que ocurren en estas relaciones, sobre todo cuando son violentas o van en detrimento del bienestar de uno, es que las personas sientan vergüenza y que, por eso, no cuentan todo. Este es un sentimiento que aleja mucho. Sin embargo, cuando una confronta o quiere mostrarle algo al otro, lo podemos mostrar aclarando que lo que vamos a decir viene desde la perspectiva propia, incluso especificando que no es un juicio y que independiente de lo decida hacer, vamos a estar ahí. Cuando lo transmitimos desde ese lugar y no del “amiga, date cuenta”, puede ocurrir que esa amiga hable y se abra respecto a lo que le está pasando. Es ofrecer apoyo, contención y la seguridad de que la red no se va a romper, pese a lo que ella decida”, dice.
Ser oportuna respecto al momento en que le vamos a decir también es parte de la estrategia. “El momento preciso para esto no son los de crisis ni cuando la otra persona está alterada emocionalmente. Este tipo de conversaciones se pueden instalar como algo más relevante, iniciándola con algo como “quiero conversar contigo” y no algo a la pasada. Y es que, por lo general, en una relación tóxica la capacidad reflexiva es nula y el miedo más grande que tienen al querer salir de una relación que está siendo muy dañina, es quedarse solas. Ahí, mostrarse disponible es vital. Preparar el camino y aumentar cercanía de la red, mostrándonos dispuestas a ayudar realmente, genera seguridad de que esa red está y que uno puede contar con ellas. Es una buena estrategia mostrar que se está ahí, que la red es fuerte, que sostiene. En concreto, podemos ofrecer cosas prácticas como alojamiento seguro en nuestras casas”, explica.
Desarmar la idea de que la relación con nuestras amigas está en segundo lugar, es cada día más fácil e intuitivo gracias a la influencia del feminismo, que ha puesto temas como el amor romántico o el sistema monógamo en la mesa, haciendo que reflexionemos sobre cuestiones como por qué sentimos que no necesitamos a nadie más cuando estamos en pareja y, por ende, nos alejamos de nuestras amistades, o por qué creemos que terminar con esta es el fracaso máximo. Es en este espacio donde las relaciones de amistad han tomado un lugar distinto, el de otro amor más.
Según explica la autora catalana Brigitte Vasallo en su libro El desafío poliamoroso, el sistema monógamo está basado en la exclusividad y la jerarquía de los afectos, donde las parejas son el “amor más amor”, una relación que está por sobre la familia y las amistades. Cuando, en realidad, dice la psicóloga Pía Urrutia, hay otros amores en la vida, que son igual de intensos y que pueden llegar a ocupar el mismo o más lugar que las relaciones sexoafectivas. Y es que son relaciones de intimidad que tienen el mismo valor. Este constructo es algo que podemos destruir y armar de una manera más intencionada, como por ejemplo, haciendo acuerdos.
En esta otra relación de amor, la amistad, dice Urrutia, es donde podemos formar acuerdos respecto a, en este caso, si queremos o no que nos digan si nuestras parejas son un peligro. Pese a esto, hay que juzgar. “En magnitud, es diferente un tipo que no nos cae bien por su postura política a uno que sabemos que le es infiel y mi amiga podría contraer una enfermedad venérea y por eso, lo que debemos priorizar es la integridad de la persona”, concluye.