Paula 1183. Sábado 26 de septiembre de 2015.
Catalogar, inscribir, encuadrar, circunscribir, enmarcar, clasificar. Ninguno de estos verbos funciona. Y el sustantivo común estereotipo, tampoco: esa palabra también es un fracaso rotundo.
El helicóptero doble turbina, siete asientos, siete millones de dólares, posado sobre la losa del hotel W, comienza a girar las aspas y se eleva sobre los edificios modernos del Barrio El Golf. "Vamos a Los Olmos y luego a visitar a Lobo", le ordena al piloto el dueño de la nave. Jorge Errázuriz, empresario, fundador de Celfin, socio de BTG Pactual, de familia agricultora, católica y política, con los apellidos llenos de erres, 62 años, 65 mil seguidores en Twitter, un yate, cuatro hijos, dos separaciones, una polola brasileña 32 años menor, mecenas del Centro de Estudios Públicos (CEP), financista de la película El bosque de Karadima, de jockey y jeans, se pone los fonos y disfruta el vuelo. Pero a Jorge Errázuriz algunos amigos le han dicho que se cuide, que su estilo de vida genera envidia.
"Me di tiempo para mí (después del cáncer). Piensas ¿cuánto tiempo me quedará? Uno se puede morir y eso se te hace una realidad, entonces uno prioriza. Decidí que de ahí en adelante me iba a dedicar a las cosas que realmente me interesan. Fue realismo con renuncia".
Hablemos de la envidia.
La envidia es un homenaje que les hacen los mediocres a los más afortunados. Lo recibo con gratitud. No me produce problema, el problema lo tienen los otros.
Pero la sientes.
Cómo puedes sentirla, si es camuflada. Para combatirla hay que ofrecerle a todo el mundo la oportunidad de progresar.
Pero si la envidia viene de tu mismo círculo.
Tiende a pasar eso. Pero la vida es una sola y no hay que perder el tiempo. Hay muchos que limitan su vida en relación a lo que piensa el resto. Yo soy al revés. ¿Cuándo van a ser felices? ¿Cuando me caiga en helicóptero?, –dice mirando los cerros verdes del sur de Santiago.
Veinticinco minutos más tarde el helicóptero aterriza sobre una vieja cancha de polo, donde lo espera un coche tirado a caballo en su fundo Los Olmos, en El Huique, valle de Colchagua, que perteneció a su bisabuelo. Avanza en el carro hacia las pesebreras donde tiene los caballos árabes con que practica enduro, deporte que le ha costado la rotura de dos vértebras. Camina entre los árboles del parque, entra a la casona, una construcción centenaria que reconstruyó tras el terremoto, donde lo espera una jarra con jugo de naranja recién exprimido. Avanza pasando por un pasillo luminoso, de piso de madera, flanqueado, de lado a lado, por retratos familiares que revelan su pertenencia a esa antigua aristocracia afrancesada devenida en esa clase alta chilena que ahora tiende a resistirlo. Y lo resisten porque, cuando la norma no escrita dice que hay que demostrar austeridad, él no ha tenido tapujos para disfrutar su riqueza. "Si hubiera heredado sería distinto, pero cuando es producto de lo que tú hiciste, no veo problema".
Para algunos es de mal gusto demostrar riqueza.
Encuentro muy anticuado eso. ¿Qué es lo que significa demostrar? ¿Es andar en un auto chiquitito en Chile pero en el extranjero arrendarte un Mercedes Benz? He conocido gente que tiene dos autos, un Mercedes en la casa y otro viejo para ir a la fábrica, para que los empleados no pidan aumento de salario. Eso es una hipocresía. Si le va bien en la fábrica, comparta.
Te persigue una cierta imagen de frivolidad.
¿Y qué es la frivolidad? ¿Tener una vida demasiado entretenida? Dedicarle tiempo al cine, ¿es frivolidad? Andar en helicóptero, ¿es frívolo? Es práctico, diría yo.
¿Te da rabia?
Me da rabia. Esa es la envidia. Cuando tú no conoces a alguien es muy fácil hacer estereotipos. Pero si no hay helicóptero me da lo mismo. No es lo que me define.
¿Qué te define?
Me define la preocupación por los temas país, el emprendimiento, la economía, la política, la gente, los negocios.
Aunque en la Escuela de Economía de la Universidad Católica fue dirigente estudiantil por el gremialismo de Jaime Guzmán y trabajó para la dictadura de Pinochet, donde estuvo a cargo de la privatización de Endesa, Jorge Errázuriz solo abraza el ideario de la derecha en cuanto a la libertad de emprender. En lo valórico está con la izquierda, y eso incluye ley de aborto, matrimonio homo-sexual, la despenalización de las drogas y una lejanía de la religión.
¿Fuiste católico?
Sí. Fui católico observante hasta finales del colegio, pero hoy me considero agnóstico y el tema religioso lo creo parte del terreno íntimo de cada uno. Yo siempre fui contestatario de las posiciones religiosas, ponía en duda lo que a uno le enseñaban: que había una realidad y no se discutía porque era materia de fe. Declararse agnóstico es decir que no tienes una fe, pero que te guardas la posibilidad de que, bueno, ponte tú que algo haya. Pero yo no voy a apoyar ni a votar por un candidato presidencial que no tenga dentro de su programa un apoyo a la libertad valórica.
¿Eso incluye a tu amigo, Sebastián Piñera?
Sí. Si Piñera es capturado por la agenda valórica de la Udi, yo no.
A Jorge Errázuriz siempre le fue bien en el mundo de los negocios. Primero trabajando como empleado en el Bice –de su primo Eliodoro Matte– donde formó Chileconsult, el primer banco de inversiones que hubo en el país, y luego en su propia empresa, Celfin, que fundó junto a Juan Andrés Camus y el cubano Mario Lobo, a quien visitará esta tarde a la hora del té. Fue en los tiempos de Chileconsult que se casó por primera vez, con Joyce Guler con quien tuvo dos hijos.
"Cada mujer ha sido una vida distinta", dice. "La primera vida es la del tipo joven que sueña con el matrimonio con hijos, pero después de un tiempo hubo ciertas incompatibilidades de vida o de carácter. La Joyce (que murió de cáncer) era muy inteligente, muy sensible, pero era poco sociable y se metió con este loco. Estuvimos casados 8 años y tengo muy buenos recuerdos de 6 años; los otros dos fueron difíciles. Cuando el tipo es muy joven y se dedica mucho a trabajar y está poco en la casa, hay una suerte de abandono", reconoce.
Además, le tocó la etapa de su independencia del Bice. "A ella le tocó la parte más insegura mía, cuando estaba tratando de salir adelante. Ahí me separé, fue todo junto". Ella no entendía por qué no seguía trabajando para los Matte cuando le estaba yendo tan bien. "Nadie en mi familia para atrás fue empleado: o son abogados, son políticos (es nieto de un senador e hijo del último presidente del Partido Liberal, también diputado y embajador en París), son agricultores, pero no han sido empleados. Yo era el primer empleado, eso me complicaba. Tenía que emprender, no podía romper esa cadena", dice.
A los seis meses de separado estaba pololeando con su segunda mujer, Paula Byrt, a quien conoció en el Bice. Una mujer extrovertida, amistosa y sociable con quien tuvo dos hijas y de quien se separó después de quince años. "Siempre me he preguntado cuánto dura el amor. Los americanos, que lo tienen estudiado, dicen que cuatro años".
¿Y cuándo empiezan los problemas?
Cuando viene la rutina. Cuando la mujer le dice al hombre: esto no es como antes.
A Paula Byrt le tocaron los frenéticos años de la consolidación de Celfin. Un estilo de vida que le pasó la cuenta a su matrimonio. "Duermo poco, cinco horas promedio y ni un pelo más. Para dormir y descansar, la tumba", dice.
"Me he deprimido, sí, pero fue por amor. Duró unos tres meses, fue cuando estuve en la universidad, un estrés entre los estudios y una pena de amor. Pero no me ha vuelto a pasar".
Debe ser difícil para tu pareja seguirte el ritmo.
Bueno, ese es uno de los problemas. No es la vida típica del tipo en su casa con los niños. La relación de pareja no está hecha para esa mentalidad.
En febrero de 2010, cuando se había recién vuelto a emparejar –con Monique Moreira, una brasileña, estudiante universitaria de 25 años–, Errázuriz supo que tenía cáncer. Se enteró por sorpresa, cuando el banco donde tramitaba el crédito hipotecario para el departamento de su ex mujer le pidió unos exámenes médicos de rutina que salieron alterados. Nuevos análisis confirmaron un cáncer a la próstata. "Es una experiencia fuerte, un golpe anímico muy fuerte; tenía 57 años, fue como una condena a muerte", dice. "Mi gran compañera fue Monique. Llevábamos seis meses cuando le dije que me tenía que operar", dice. Lo hizo en la Clínica Mayo y, tras convalecer en Nueva York, decidió tomarse un año sabático en París.
¿Durante ese año hiciste una introspección?
Me di tiempo para mí. Piensas ¿cuánto tiempo me quedará? Uno se puede morir y eso se te hace una realidad, entonces uno prioriza. Decidí que de ahí en adelante me iba a dedicar a las cosas que realmente me interesan. Fue realismo con renuncia –dice riendo–. Renuncias a las latas, renuncias a la gente que no te interesa, renuncias a la tontera. Curiosamente siendo gran partidario del lucro, me he dedicado a cosas que no son con fines de lucro.
No se ha retirado de los negocios, pero una parte importante de su tiempo la ha invertido en el directorio de Endeavor donde brinda apoyo –no en dinero, sino que con redes de contacto– a emprendedores con proyectos de alto impacto. Participa en la Alianza del Pacífico, en el Consejo Empresarial Chile-Colombia, en el directorio de la Fundación Arturo López Pérez y ayudando a que los movimientos liberales como Fuerza Pública, Red Liberal, Horizontal, Evópoli que podrían capturar –dice– a más de la mitad del electorado, a esos huérfanos de la política tradicional de la que él se siente parte.
¿Por qué no entraste en la política como tu padre?
Podría haberme metido, pero tomé otra opción. No es fácil. Hay que tomarlo como un sacrificio. No lo descarto.
¿Te gustó más la plata?
No diría que la plata. Me gustaba más la economía. No me dediqué a comprar y a vender, no era eso, no era hacerme rico, no. Soy economista, todo lo que estudié es cómo hacer crecer a un país para que se acabe la pobreza.
¿Soñaste que ibas a tener el nivel de riqueza que tienes?
No.
¿Y qué rastro hay del cáncer en la parte emocional?
Te hace sentarte en la realidad: entiendes que estás de pasada. Te hace más consciente de tu tiempo, de la otra gente y del mundo que te rodea. Te hace más humano. Uno tiene que pensar en poder contribuir. Hay etapas en la vida para hacerlo. Me importa mucho el impulso al emprendimiento. Estoy trabajando con un gran innovador que tiene una visión altruista. Yo le digo: deja tu altruismo para después de que tengas éxito económico. No puedes tener una idea genial y partir regalando, porque no vas a lograr que esa idea tenga éxito.
Jorge Errázuriz tiene una polola 32 años menor. Sobre eso dice: "el tema de la diferencia de edad se ha roto. Ella es una vieja chica. Con Monique nos reímos, lo pasamos bien".
¿Cómo va la enfermedad?
La veo como algo negro o blanco, el cáncer lo tienes o no lo tienes. Hasta aquí va bien, pero nunca se sabe.
¿Vives en la incertidumbre?
Tengo una tranquilidad total. Siento que he tenido una vida plena. El cáncer me permitió parar la máquina, mirar para atrás, mirar para adelante. Con mis amigos nos preguntamos cuántos años nos quedan activos para llevar adelante proyectos, ¿serán entre siete y diez?
¿Eso te deprime?
Me preocupa. Además, ¿de qué sirve creer en la vida eterna? Es una ilusión. ¿Hay alguien que haya vuelto?
¿Y la vejez?
No me da miedo.
¿Cómo vives esta etapa de tu vida?
Los sesenta son fantásticos. No hay inseguridad y te puedes permitir libertades y no andas preocupado del qué dirán.
¿Te preocupaste alguna vez?
No mucho.
Pero, ¿te has deprimido?
Me he deprimido, sí, pero fue por amor. Duró unos tres meses, fue cuando estuve en la universidad, un estrés entre los estudios y una pena de un amor medio platónico con una argentina. Estuve enfermo. Pero no me ha vuelto a pasar. Esas depresiones son parte del proceso de madurar, te permiten entender a la gente que tiene problemas. Me hizo ser más compasivo. Después se te olvida.
¿No vuelve como fantasma?
No. Es como haber tenido una enfermedad y curarte.
¿Cómo te curaste?
Con remedios y con tiempo.
¿A los 62 no te cuestionas estar con una mujer tan joven?
No. El tema de la diferencia de edad se ha roto. Ella es vieja chica. Con la Monique nos reímos, lo pasamos bien.
¿Cómo se conjugan los intereses de una mujer de 29 con un hombre de 62?
Pregúntale a Charles Chaplin que tenía la misma diferencia de edad con su mujer, Oona.
Chaplin está muerto.
Ah, qué pena.
¿No temes hipotecarle su futuro?
Mientras ella esté contenta... Piensa que hoy se puede tener hijos hasta los 40 años.
¿Contigo?
No. Tener hijos a esta edad no es tema, además tendría que ser por fertilización asistida por mi operación. Pero por el tipo de vida que uno hace, no es el tipo de vida para criar a un hijo. Tendría que estar dispuesto a cambiar de vida y no, sería mentirme a mí mismo.
¿La decisión es de ella?
Exacto.
¿Tienes miedo a perderla?
(Se queda en silencio).
¿Qué dijeron tus hijos, dos de ellos mayores que Monique?
Al principio deben haber estado choqueados. Pero, como ella me acompañó en el cáncer, ganó muchos puntos.
Pero tú no permites que tus hijos opinen mucho.
No corresponde. Respeto sus vidas y les pido el mismo respeto por la mía.
¿Crees que tus hijos hayan sufrido con tu manera de ser?
Puede ser.
A tus hijos no les destinas mucho tiempo.
Sí les destino, pero si le preguntas a ellos a lo mejor te van a decir que tienes razón. Pero mira: en la vida, a partir de cierto momento, uno no le puede echar la culpa a nadie. La vida de uno es de uno y la vida de los hijos es de ellos. Los hijos no son míos. Hay una mentalidad de familia patriarcal en que el patriarca está rodeado de sus hijos y los protege del mundo. Mi actitud es al revés: a los hijos, igual que a los pajaritos, tienes que echarlos a volar, empujarlos a volar. Si necesitan volver, ahí estoy. Pero que vuelen.
¿Te cuestionas heredarles tanta riqueza, que tengan la vida resuelta de antemano?
No es así. Creo en dejarles algo, una base, ¿pero que les quede la vida resuelta? Además, la plata es tan efímera, alguien que haya hecho una fortuna, en dos movidas, puede desaparecer. Hay que educar a los hijos con la sensación de que tienen que hacer su vida y depende de ellos.
El carro con el caballo lo espera para subir al helicóptero.
"Vamos adonde Lobo", le dice al piloto. En un par de minutos aterriza en Marchigüe, en la casa de su ex socio y amigo Mario Lobo quien lo espera afuera en su silla de ruedas: hace pocos años sufrió un grave accidente automovilístico que lo dejó con secuelas neurológicas y motoras que han limitado su capacidad de desplazarse y de comunicarse. "Lobo nos alegraba la vida con su mezcla de libertad y creatividad. Pero, sobre todo, nos dio clases de amistad", dice. Se agacha para abrazarlo, le trae un paquete con tés y galletas. En la cocina, sentados, le recuerda anécdotas de esos viejos tiempos en Celfin –que significa Camus, Errázuriz, Lobo, Finanzas–. Antes de irse le ofrece su helicóptero para que pueda subir a Portillo donde lo espera un grupo de amigos que lo ayudará a esquiar con un trineo. Mario Lobo, quien fue un eximio esquiador, lo mira con ternura y agradece formando el signo de la victoria con los dedos de su mano izquierda.
En medio del atardecer, el helicóptero lo lleva de regreso al hotel W.
Tú no puedes aburrirte.
No me aburro, además, tengo mucha vida interior. Soy muy bueno para ser sardina en un tarro. Me puedes encerrar en un clóset, con libros, música y un celular para meterme a internet y no tengo problema. Pero tengo que estar generando ideas. Socialmente hay gente que está feliz, que se ve con sus amigos. Yo no, siempre quiero conocer gente nueva, pero tengo que ser proactivo en eso. No son cuestiones que me vayan pasando. Veo que uno tiene un grado importante de capacidad de diseñar, de escribir el guión de su vida. Mi vida es como el guión de una película. Cuando escribes un guión y las cosas no ocurren, vas y lo corriges.