El semaglutida ha irrumpido en el escenario médico con la fuerza de una tendencia viral, pero no estamos hablando de la última moda de Pinterest, sino de un fármaco que, más allá de su uso original, se ha convertido en un símbolo de la peligrosa obsesión social y de profesionales de salud por la delgadez. Este medicamento –conocido por sus marcas Ozempic®, Rybelsus®, y Wegovy®– cuyo principio activo es la semaglutida, fue diseñado inicialmente para el tratamiento de la diabetes tipo 2. Sin embargo, en un giro preocupante, ha sido adoptado como una herramienta para la pérdida de peso, sin importar las graves consecuencias que esto conlleva.

La promoción desenfrenada de estas inyecciones ha cruzado límites peligrosos, empujando su uso más allá de lo ético. A través de campañas publicitarias, la cobertura en medios de comunicación y el eco amplificado en redes sociales, se ha normalizado su consumo sin criterio. Recientemente, en un podcast de una influencer, una especialista invitada se cuestionaba con total liviandad si una persona diabética tiene más derecho de usar Ozempic que una persona con obesidad o un IMC sobre 27. Este cuestionamiento reduce un medicamento diseñado para tratar una enfermedad crónica a un simple recurso para alcanzar el ideal estético impuesto por una sociedad obsesionada con la delgadez. Pero, ¿realmente entendemos el impacto del uso indiscriminado de este medicamento en la salud física y mental de quienes lo consumen?

Lo más alarmante es que los riesgos asociados a su uso van más allá de los efectos secundarios comunes. Estudios recientes han revelado una conexión entre el uso de agonistas del receptor GLP-1 y riesgo de neuropatía óptica isquémica. Además, no se deben subestimar los impactos psicológicos, como los cambios de ánimo y el riesgo de desarrollar Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA).

Un artículo reciente publicado en JAMA Network Open ha revelado que el uso de semaglutida (Ozempic) y liraglutida (Saxenda) podría estar asociado con un mayor riesgo de pensamientos suicidas. Es común que tanto profesionales de la salud como pacientes busquen soluciones rápidas para perder peso, exponiendo a diversos grupos de pacientes –incluidos aquellos con TCA y problemas de salud mental– a agonistas de los receptores GLP-1 sin haber investigado adecuadamente su seguridad en estas poblaciones. Los expertos advierten que se debe proceder con extrema cautela y considerar el historial de salud mental de los pacientes antes de recetar estos medicamentos”, dice Germán Berardo, psiquiatra especialista en TCA, y quien es parte del equipo multidisciplinario con el que trabajo.

El Instituto de Salud Pública (ISP) en Chile ha advertido sobre el uso indebido de este compuesto como tratamiento para la pérdida de peso, recordando que está aprobado únicamente para el manejo de la Diabetes tipo 2 en casos específicos. Entonces, si tanto la evidencia científica como las autoridades de salud nos alertan sobre los peligros de este medicamento, la pregunta que surge es: ¿a los profesionales de la salud realmente les preocupa nuestro bienestar, o están más enfocados en mantenernos delgados a cualquier costo?

Para entender el debate en torno al semaglutida, primero debemos comprender su mecanismo de acción. Este medicamento actúa imitando al GLP-1 (glucagón-like peptide 1), una hormona clave en la regulación de la glicemia. Aunque esta función es valiosa para ciertos pacientes diabéticos, el uso del medicamento fuera de este contexto puede ser peligroso ya que esta hormona también actúa en la regulación del apetito. Manipular este mecanismo en personas sin diabetes puede llevar a consecuencias imprevistas, subestimando los riesgos asociados con un medicamento que no está diseñado para el control de peso generalizado.

La creciente tendencia a considerar al hambre como un enemigo más que una necesidad básica, ha impulsado el uso de éste, ignorando los efectos secundarios graves que el medicamento puede desencadenar. Entre ellos, se encuentran la falta de apetito, náuseas, vómitos, fatiga, y problemas estomacales. Estos efectos no solo interfieren con el bienestar general, sino que también pueden inducir una especie de anorexia temporal, llevando a déficits nutricionales severos y a problemas de salud multisistémicos.

Una paciente de 37 años me compartió su experiencia: “Fui a la endocrinóloga porque tenía resistencia a la insulina. Ya había comenzado un plan de alimentación, había dejado de fumar y estaba yendo al gimnasio, pero mis exámenes de sangre seguían mostrando niveles alterados de insulina. La doctora me sugirió usar un medicamento relativamente nuevo para controlar la resistencia a la insulina: Ozempic.

Me explicó que el medicamento era bastante caro, pero que sería un esfuerzo por un máximo de seis meses. Aunque estaba fuera de mi presupuesto, encontré la manera de que mi mamá me ayudara a pagarlo.

Terminé usándolo por casi dos años, y mi cuerpo nunca se acostumbró. Vivía con flatulencias, me sentía hedionda y tenía náuseas constantes. En esos dos años bajé 10 kilos, pero para mí, nunca valió la pena.

Finalmente, volví a la endocrinóloga y le dije que no podía seguir así: estaba gastando una cantidad de dinero que no se ajustaba a mi realidad económica y, además, me sentía cansada físicamente. La doctora me confesó que ella misma había probado el medicamento y que no entendía cómo lo había tolerado tanto tiempo, ya que ni siquiera había aguantado una semana con él. Dejé de tomarlo y recuperé todo el peso que había perdido”.

Su experiencia no es única; muchas personas que dejan de tomar semaglutida recuperan el peso perdido, lo que las empuja a caer en un ciclo vicioso de dietas extremas, obsesión por la actividad física, o incluso a retomar el medicamento.

Es importante que empecemos a cuestionar esta moda médica y reflexionar sobre las verdaderas motivaciones detrás de la promoción de fármacos de este tipo. En lugar de buscar soluciones rápidas y peligrosas, los profesionales de la salud deberían priorizar un enfoque más compasivo y holístico que considere nuestras necesidades individuales y nuestro bienestar a largo plazo. Porque al final del día, la salud no se mide en kilos, sino en la calidad de vida.

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* Carolina Melcher Pérez (@carolinamelcher), Nutricionista especialista en Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) y autora del libro Te lo digo porque te quiero: Derribando Estereotipos Estéticos en Salud.