Iona Rothfeld y su batalla por la igualdad de género en el fútbol

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Desde antes de entrar al colegio juega 'a la pelota'. En primero básico fue la primera vez que se sintió discriminada, cuando los niños más grandes la molestaban si la veían en la cancha. De ahí en adelante la lista es larga y dolorosa, pero fue justamente ese sufrimiento el que la llevó en 2016, junto a un grupo de jugadoras, a crear la primera Asociación Nacional de Jugadoras de Fútbol Femenino, cuyo objetivo es proteger y defender sus derechos. "Nos cansamos de que nos faltaran el respeto", dice.




"Cuando una es chica, hasta los seis años más o menos, no se da cuenta de las diferencias. Yo jugaba a la pelota con hombres y si bien alguna vez encontré raro que no jugara otra mujer, no era algo que me preocupara, hasta ese momento", contesta Iona Rothfeld (26), ex seleccionada nacional de fútbol, cuando le preguntamos por sus inicios en la cancha. Su alusión a las diferencias de género surge de manera espontánea. "Es que ha marcado mi carrera. Cuando entré al colegio todo cambió. Los niños más grandes me molestaban cuando me veían jugar, les parecía muy extraño compartir la cancha con una mujer, no sé por qué. Fue tanto que en algún momento pensé que estaba haciendo algo que no correspondía", recuerda.

Reconoce que muchas veces se hizo la fuerte, hacía como que no le afectaba o que no los escuchaba, pero la realidad es que lo pasó pésimo y que lloró escondida la mayoría de las veces. "Trataba de demostrar que no me afectaba porque siendo mujer tienes que estar validándote y revalidándote, no basta con que quieras jugar fútbol y que seas buena, tienes que ser muy buena, saber mucho. Siempre me tocó estar a la defensiva, me acostumbré a ser así, incluso ahora me lo critican, pero es porque toda la vida he sentido la necesidad de defenderme", cuenta. Justamente esas vivencias forjaron su personalidad impetuosa y la llevaron a ser parte del grupo de jugadoras que en 2016 crearon la primera Asociación Nacional de Jugadoras de Fútbol Femenino (ANJUFF), que hoy dirige.

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¿Por qué decidieron organizarse?

Siempre que me preguntan por el origen de la organización, cómo nació la idea, les digo que es netamente desde la indignación, por sentirme discriminada. Desde que en la cancha no me dejaban jugar, hasta tener que ir a atenderme por un esguince cervical y que el doctor me diga que eso me pasa por estar jugando un deporte que no es de mujeres; o que me entreguen indumentaria que les sobra a los cadetes o me pasen una cancha sin las dimensiones necesarias para entrenar. La lista es larga. Yo estuve en la selección siete años, del 2007 al 2014. Ese año fueron los Juegos Suramericanos de Santiago, donde sacamos segundo lugar. A pesar de eso, terminado el campeonato dejamos de entrenar y la ANFP no nos dio ninguna explicación, incluso salimos del ranking FIFA. Estuvimos así hasta el 2016. En esos dos años empecé a hablar con mis compañeras, a decirles que teníamos que organizarnos.

¿Estaban acostumbradas a quedarse calladas?

Sí, porque cuando una ingresa a la selección siente que está cumpliendo un sueño, casi como que si te estuvieran haciendo un favor, no cuestionas nada. En verdad hay muchas cosas que en el fútbol no nos cuestionamos por mucho tiempo. Cuando chica, por ejemplo, yo soñaba con ser futbolista, pero no tenía referentes femeninos. Quería jugar con Zidane, con Ronaldinho, con Pirlo. Ahora entiendo que es porque el fútbol femenino está tan invisibilizado que uno no tiene figuras femeninas, y no es que no haya. Marta (Vieira da Silva) tiene cinco balones de oro, pero sus logros están en segundo plano. A las mujeres no solo nos limitan las posibilidades de desarrollarnos, sino que también de soñar, de querer hacer algo más.

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EN LA OLA FEMINISTA

Iona cuenta que cuando crearon la organización, el feminismo no tenía la fuerza que tiene ahora. "Dentro del mundo del fútbol, que es súper machista, estar interpelando a instituciones por lo que no están haciendo en cuanto a discriminación de género fue súper fuerte, pero cuando explotó el movimiento feminista fue un apoyo. Siempre he considerado que el deporte es una herramienta de cambio, y el fútbol es una manera muy fácil de exponer las diferencias de género que se dan en la vida. Un súper buen ejemplo es la brecha salarial. En la selección femenina de Estados Unidos, que es una de las mejores del mundo, que genera plata, que mueve gente, que vende camisetas, aun así, a los hombres les pagan más que a las mujeres. ¡Eso es ridículo! Y si ellas están así, imagínate el resto", dice.

¿En qué otros aspectos se hacen diferencias?

Es que en alto rendimiento hasta los detalles marcan la diferencia. Con detalles me refiero al descanso, la alimentación, la infraestructura. Una seleccionada nacional no puede dedicarse cien por ciento a su carrera deportiva porque cuando llega a la casa tiene que estudiar o tiene que trabajar y hacerse cargo de otras cosas; eso afecta el rendimiento. Son muchas cosas de las que estamos muy lejos, pero a lo que apuntamos es a que se profesionalice la actividad. Estamos trabajando en sentar las bases para que las condiciones de desarrollo del fútbol femenino sean un estándar, un mínimo, que las jugadoras tengan cancha, seguro médico (que lo lograron este año), que exista un protocolo contra el abuso (que lo presentaron la semana pasada). Que haya un staff, una programación; aquí no estamos jugando recreativamente, tiene que haber un plan.

Y partir por eliminar el lenguaje sexista.

Claro. Hay varios colectivos de mujeres, de distintos clubes, que se están organizando para combatir el machismo que existe en el fútbol, que no es solo en la cancha, también está en el periodismo deportivo, en la hinchada y en todos los espacios que están alrededor. Ellas lanzaron la campaña 'Por un fútbol sin machismo' y yo metí la cuchara porque también soy hincha de Católica y me encantó la iniciativa. Siempre dentro de mi activismo me he enfrentado a la gente porque muchas cosas que se atribuyen al 'folclor del fútbol' no lo son. Un gran ejemplo es el lenguaje sexista en los cánticos, los insultos como zorra o madre, ¡madre!. Que eso sea un insulto es terrible. Todo lo femenino es despectivo. Creo que es súper importante demarcar que eso es machismo, no se puede disfrazar de otra cosa.

Eres bien activa en Twitter.

Antes era un poco reacia a las redes sociales, tuve que aprender a usarlas. Twitter lo tenía más que nada para informarme, pero como soy chispita empecé a picarme con algunos comentarios y les respondía. Jamás imaginé que me iba a seguir tanta gente y que ciertos tuits iban a llegar tan alto, como cuando alegué por el lanzamiento de la nueva camiseta de Universidad Católica, que lo hicieron con jugadores y ¡modelos! Hacen una camiseta para venderle a su público femenino y no son capaces de llamar a sus jugadoras, que se rompen la espalda representando al club. Eso me parece una falta de respeto. Lo había alegado siempre, pero nunca tomó tanto vuelo como cuando lo puse en Twitter.

Desde que partieron en 2016, ¿han visto cambios?

Muchos. La gente antes ni siquiera hablaba de fútbol femenino. Ahora ha habido polémica alrededor de la nómina, la gente ya conoce a las jugadoras. Antes eso jamás pasaba. Yo estuve en la selección que clasificó a un mundial (sub 17) y salimos en un cuadrito chiquitito en el diario, aún lo tengo guardado (…) A veces cuando me entusiasmo digo que estamos cambiando el mundo, pero es que igual lo creo. Mi mundo es el fútbol y para muchas niñas también, y a ellas les estamos cambiando el futuro. Nos falta mucho, lo sabemos, pero al menos hemos logrado que muchos entiendan que este deporte no es de hombres. El fútbol no tiene género.

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