"Soy chilena pero hace un año y ocho meses vivo en Italia. Soy publicista y me gané una beca para hacer un master en Milán, donde viví hasta enero. Justo alcancé a escapar antes de que empezara a propagarse el Coronavirus. Me vine con una amiga ecuatoriana a Torino, donde el arriendo es más barato y desde donde trabajo en mi tesis.
Torino queda en Piamonte, la cuarta zona con más casos, pero está fuera de Lombardía que es la región de Milán y de las más afectadas. Estoy bien, quedándome en un buen departamento y viviendo en un buen barrio. Pero esta situación es algo que jamás pensé que iba a vivir.
Todo empezó el 23 de febrero, cuando el gobierno lanzó el primer decreto, que prohibía que más de 200 personas se reunieran en eventos públicos o privados. Empezaron a salir en las noticias casos de infectados, lo que fue avanzando rápido considerando el turismo chino que hay en el país y todos los negocios que se hacen entre estos dos países.
Uno de los primeros casos en Milán fue el de un empresario que había estado en Shanghai y que al regresar corrió una maratón, contagiando a decenas de personas y propagando el virus por todas partes. De a poco las noticias se pusieron más intensas, cerraron los colegios y luego las universidades. Y anunciaron los planes de contención en los hospitales habilitando más respiradores.
Aún así, nadie le tomaba el peso y muchos seguían su vida como si nada.
El día que la gente perdió el control fue el lunes pasado, cuando en uno de los decretos el gobierno anunció que activaría la cuarentena, parando los transportes. Los más afectados fueron los trenes. Esa noche en Milán, uno de los lugares con más contagiados, se llenaron las estaciones con personas que querían volver a sus casas, ya que en esa ciudad son pocos los residentes originales y que la mayoría de las personas jóvenes están ahí por estudios y por trabajo.
Al regresar a sus casas se propagó el virus por todo el país.
Yo viví en Milán y puedo decir que no hay un sentido de comunidad. A los ancianos no les ceden el paso en la calle, no paran los autos en el paso de cebra y se estacionan en las veredas. Atribuyo esto, entre otras cosas, a la propagación del virus desde esa ciudad.
Al principio, los italianos le bajaron el perfil al Coronavirus, en especial los jóvenes que no le tomaron el peso a que ser buenos ciudadanos partía por quedarse en las casas. Luego, a medida que fueron saliendo los decretos, la gente se empezó a preocupar más.
Ahora estamos bajo un decreto en el cual sólo se puede salir a comprar comida, y para hacerlo tenemos que imprimir un papel y firmarlo. Hay multas de hasta mil euros por salidas injustificadas. Se respira Coronavirus. Hay pánico colectivo.
En los supermercados hay comida, no hemos tenido falta de provisiones, de hecho muchos supermercados están abriendo las 24 horas. Nosotras en nuestra casa elaboramos un plan para organizarnos e ir al supermercado la menor cantidad de veces posible. Organizamos menúes diarios para prevenir el miedo al desabastecimiento, pero al menos en las noticias no hemos visto supermercados con crisis de productos ni mucho menos.
Los canales de comunicación están enfocados en el tema, dando noticias y educando a las personas para que tomen consciencia y se den cuenta de que también son parte de la pandemia. Los jóvenes tratamos de ver harto redes sociales, para enterarnos de qué pasa afuera, porque los medios locales solo hablan de Italia.
Actualmente estoy muy ansiosa. La mamá de mi roommate está con fiebre, entonces tuvimos que llamar a un número específico para activar el protocolo. La salud pública es por vecindario y hay que llamar para que vayan a tu casa a ver de qué se trata. Todo el tiempo se escuchan ambulancias en la calle. La energía en el ambiente está muy tensa.
A medida que pasan los días, te enteras que más gente conocida se contagia Y eso hace que cada vez la pandemia sea más real".
Valentina Müller tiene 28 años y es publicista.