Paula 1179. sábado 1 de agosto de 2015.

Veinte años de trayectoria se reúnen en la retrospectiva de Iván Navarro (43), Una guerra silenciosa e imposible, que ocupará las salas del Centro de las Artes 660 desde el viernes 7. Instalado temporalmente en Chile, manifiesta su incomodidad ante la imagen exitista que, tras 18 años viviendo en Nueva York, su país le devuelve. Más interesante, dice, sería generar un diálogo entre su obra y la de otros artistas de su generación. A la luz de su muestra, tres mitos sobre Navarro.

TOP ONE

Crítica, juego y transgresión se combinan fluidamente en la obra de Iván Navarro y también en la actitud del autor. Quizás por ello le incomoda, como camisa de fuerza, la chapa del artista chileno más exitoso de su generación, porque lo inscribe en un lugar estático y solitario. Sus logros no están en discusión. Ha estado en muy buenas galerías, museos y bienales internacionales, con un ritmo permanente y prolífico de exhibiciones. Pero precisamente la cantidad y diversidad de espacios en los que ha circulado, hace que mire con sospechosa distancia la idea de top one: "Yo no sé lo que soy. Hago mi pega, como cientos de artistas en todo el mundo. Es un sistema complejo y dinámico, donde se dan diálogos cruzados entre obras, instituciones y públicos diversificados. Desde que regresé a Chile, para vivir durante este año 2015, estoy choqueado con el provincianismo imperante: hay un miedo a la diversidad, una actitud limitada, incluso fascista, que consiste en cerrar y clasificar todo, y luego colocarlo en un ranking. Siempre se habla de 'el mejor', como si en la pequeña isla solo uno pudiese sobrevivir. Me gustaría que mientras se hace una exhibición mía en el Centro 660 de CorpArtes, hubiese otra muestra paralela de un artista de mi generación en el Museo de la Memoria, por ejemplo. Que se generara diálogo, intercambio y crítica. Por supuesto que agradezco el reconocimiento, pero la idea de no tener interlocutores es un poco deprimente".

La retrospectiva de Iván Navarro, titulada Una guerra silenciosa e imposible, ofrece un acercamiento mucho más amplio y profundo al imaginario artístico del público, desplegando las distintas áreas en que su obra se mueve.

FÓRMULA PROBADA

El mito chileno de Navarro también recae sobre su obra, que sería una fórmula segura, una marca que ha demostrado eficiencia y que cuenta con una especie de sello de garantía internacional. Generalmente, se habla de "esculturas con tubos fluorescentes", cuando su trabajo está muy alejado de la idea de escultura como objeto que se resuelve en sí mismo. Tal vez habría que hablar de máquinas que intervienen energéticamente el entorno donde se sitúan, involucrando a las personas y modificando sus percepciones. Precisamente, esta muestra realizada por el curador español Manuel Cirauqui, le abrirá la cabeza al público chileno, ofreciendo un acercamiento mucho más amplio y profundo a su imaginario artístico. El título Una guerra silenciosa e imposible deja claro que, más allá de la seducción y eficacia visual de sus imágenes, cada pieza porta un llamado de atención contra distintas situaciones de abuso de poder (la pena de muerte, la represión política, la xenofobia, la especulación económica, la explotación laboral, la desigualdad, etc). Pero nunca es un discurso cerrado: son estímulos que admiten diversas lecturas y que operan en distintos niveles sensoriales, a través de juegos que dislocan la percepción espacial, transportando al espectador hacia perturbadoras dimensiones sicológicas. Videos, instalaciones, esculturas, música: la muestra propone búsquedas y experiencias abiertas, exhibiendo también iniciativas de colaboración con otros artistas, como el trabajo con su sello Hueso Records, que en la muestra ocupa una sala destinada especialmente a escuchar los discos producidos con artistas como Carlos Cabezas, Caty Purdy, Cecilia Vicuña y Jorge González, entre otros.

"Yo no sé lo que soy. Hago mi pega, como cientos de artistas en todo el mundo. Desde que regresé a Chile, para vivir durante 2015, estoy choqueado con el provincianismo imperante: hay un miedo a la diversidad, una actitud limitada, incluso fascista, que consiste en clasificar todo", dice Iván Navarro.

TROFEO NACIONAL

Nada resulta más extraño a Iván Navarro que ser considerado un trofeo chileno para lucir en las canchas internacionales. No niega la importancia que tuvo para él representar a Chile en Venecia 2009, pero está sorprendido de que ese hecho se subraye con tanta insistencia en los reportajes que escriben sobre él, como si fuera el hito histórico que marcó su carrera. El curador desarticula el mito: "Creo que esa impresión no es totalmente fiel a la realidad. Como él, yo soy un inmigrante en Nueva York, allá he hecho mi carrera, hemos trabajado juntos y sé que él se legitimó en el sistema del arte mucho antes de ir a la Bienal y lo hizo de una forma totalmente autónoma", dice. Esa independencia respecto de cualquier camiseta nacionalista se tematiza también en sus obras, que mezclan referencias biográficas, políticas y sociales de Chile con problemas e imágenes muy propios de la cultura norteamericana y global. Su propia condición de inmigrante que integra influencias diversas se escenifica en videos, donde él u otros personajes mueven carros luminosos en una ciudad extranjera y en el uso de bandas sonoras con la letra de Los Prisioneros que aseguran: "No necesitamos banderas, no reconocemos fronteras", o la vieja canción de Facundo Cabral: "Yo no soy de aquí, ni soy de allá". Navarro afirma una identidad híbrida, contaminada y móvil. "Lo interesante es la promiscuidad, en el más amplio sentido", declara.

Impenetrables serie.

Bomb.

Video Resistance.