Jane Fonda,una vida en tres actos

Visualizar la vida en tres actos, como si se tratara de una obra de teatro, es una ilustradora idea, más cuando proviene de una actriz como Jane Fonda, cuya compleja y aprovechada vida la tienen encumbrada como una pionera de las nuevas y mucho más longevas generaciones viejas. Su convicción más cautivante: "es tanto más importante para la vida mantenerse interesada que intentar ser interesante".




Paula 1128. Sábado 17 de agosto 2013.

Visualizar la vida en tres actos, como si se tratara de una obra de teatro, es una ilustradora idea, más cuando proviene de una actriz como Jane Fonda, cuya compleja y aprovechada vida la tienen encumbrada como una pionera de las nuevas y mucho más longevas generaciones viejas. Su convicción más cautivante: "es tanto más importante para la vida mantenerse interesada que intentar ser interesante".

Una inusual esperanza respecto del temido momento de la vejez remece el espíritu al revisar en youtube una entrevista que Jane Fonda (74) concedió a su amiga Barbara Walters hace 10 años. Ahí Fonda repasa su vida, revisa sus errores y comparte sus conquistas internas, que la tenían particularmente fascinada para emprender el peregrinaje por esa etapa de la vida que, al momento de la entrevista, estaba comenzando, y que ella llama "el tercer acto", los últimos 30 años de su vida. Una vida cuya expectativa ganó en promedio 35 años en la tierra si la comparamos con la expectativa de vida de la generación de sus abuelos. Pero para eso hay que prepararse, y ella, cual cuasi gurú moderno de la autoayuda, lo hizo con coraje y determinación.

"Le temí a la depresión toda la vida. Constantemente despertaba con pensamientos negativos. Pero de pronto me encontré en esta etapa, feliz, sin estrés, sin ansiedad. Al comienzo pensé que esto que me pasaba me hacía única. Investigando supe que soy parte del promedio. Es lo que ocurre a esta edad".

La vida de Fonda, actriz, activista política, reina de la gimnasia en video, no ha ignorado acontecimiento. La enfermedad emocional, el suicidio de su madre cuando tenía 12 años, los desamores, el cáncer, el desencuentro y el error. Se casó tres veces, vivió bajo el foco de ser estrella de cine e hija de estrella de cine, al mismo tiempo que en las sombras de la anorexia y la bulimia que sufrió silenciosamente entre los 15 y los 40 años. Hoy no volvería a casarse. Dice estar mejorada del síndrome de tener a un hombre para validarse y de otra dolencia a la que llama "la enfermedad de complacer", primero a su padre y luego a sus parejas. Cree que seguimos viviendo bajo el paradigma del arco de la vida, según el cual nacemos, alcanzamos el peak en la media edad y luego decaemos. Pero prefiere como metáfora la escalera, cuyos escalones –tan temidos por las personas de la tercera edad–, son un potencial de avance y cambio nuevo. Entiende la edad como oportunidad y no como patología.

Instalada y realizada en medio de la plenitud de su vida, se declara más feliz que nunca y en sus charlas da cuenta de estudios que demuestran que la mayoría de las personas son más felices después de los 50 años. No se cansa de pregonar cuán fantástico es este tercer acto de su vida, el más pleno y liviano de todos. Su receta se ancla en entender su propia biografía y las de sus parientes, y en descubrir que el verdadero conocimiento que dan las experiencias viene, no de las experiencias mismas, sino de pensar constantemente en ellas, lo cual la ha hecho revisar su pasado con inusual valentía para lograr sanar sus demonios.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.