“Estaba en el baño en mi casa y cuando me paré vi todo lleno de sangre. Me asusté tanto que empecé a ver borroso y me desmayé. Cuando desperté, mi mamá me había acostado en la cama y apenas abrí los ojos me dijo: ‘Mi niñita, que ahora es una mujer’. Esa tarde mi papá llegó con un ramo de flores a la casa. ¡Fue todo tan vergonzoso!”, recuerda Agustina Fernández (13) del día de su primera menstruación.

Y es que la menarquia –nombre de la primera menstruación– se suele vivir acompañada de una serie de emociones. Una de las que más se repite entre las niñas es el miedo y la vergüenza; y también lo viven con muchas dudas pues se trata, aún en estos tiempos, de un tema tabú. Así lo ha visto Javiera Valdés, creadora de Mi primer ciclo, un proyecto en el que a través de talleres virtuales en vivo, encuentros presenciales y el libro Mi diario cíclico, ayuda a madres e hijas a preparar y celebrar la primera menstruación.

Una que para ella tampoco fue fácil. “Lloré como loca, sentí que era una responsabilidad muy grande y en ese momento, mi mamá que es muy práctica, me dijo ‘no pasa nada’. Esa fue toda mi información”, recuerda.

Por eso, hace un par de años atrás, en uno de los círculos de mujeres que organizaba, una de las asistentes le pidió que tocara el tema de la menstruación pues estaba viviendo ese proceso con su hija y no sabía cómo enfrentarlo. “Recordé mi propia menarquia y su petición me hizo sentido. Soy muy autodidacta, así que comencé a investigar y me terminé certificando como educadora menstrual”, cuenta. Hoy realiza cada mes un nuevo encuentro Mi primer ciclo, en donde madres e hijas pueden resolver todas esas dudas que ella siendo adulta recién aclaró.

¿Por qué es un taller de madres e hijas y no sólo de niñas?

También hago sólo de niñas, pero es lindo lo que ocurre con las madres e hijas por varias cosas. Una de ellas es que la mayoría de las mujeres que hoy somos adultas vivimos la primera menstruación con miedo y sin mucha información, y por eso es importante que también nosotras resignifiquemos nuestra menstruación porque muchas veces, sin ser conscientes, les transmitimos estas emociones a nuestras hijas. Podemos darle un nuevo sentido a ese evento vital y de esta manera abordarlo sin dificultad con nuestras hijas.

¿Cómo es cada encuentro?

Parto diciéndole a las niñas que no dejan de ser niñas cuando menstrúan, esa es la primera buena noticia. Les cuento que antiguamente esto era algo que se honraba, que en las tribus lo celebraban. Pero hoy es tabú. Y les explico, a través de la historia de una princesa que está manchada con sangre menstrual, qué es tabú, que es algo que existe pero de lo que no se habla. Luego les hablo también de la parte biológica, de cada parte del cuerpo por su nombre, sin eufemismos; les hablo de la razón por la que menstruamos, de las pistas de la menarquia, es decir de señales que nos da el cuerpo para anunciar su llegada, para que no sea una sorpresa. Y después incluso aprendemos algunas posturas de yoga para que conozcan posiciones que les ayudan a disminuir los dolores menstruales. Por último terminamos hablando también de la alimentación intuitiva, porque tiene mucho que ver con los dolores menstruales.

¿Cómo se da esa conexión entre madre-hija?

Al finalizar cada taller hacemos un ritual que le llamamos bendición de útero, que es una especie de relajación y ese es un momento madre-hija espectacular, porque se centra mucho en el vínculo entre las dos. De hecho, lo que más agradecen las madres después de cada encuentro es el tiempo que se toman con su hija en medio de la locura del día a día.

Y también agradecen la información porque acá se aprende un montón. Incluso yo misma hay cosas que no sabía hace tres años, antes de certificarme como educadora menstrual.

¿Con qué te has encontrado haciendo estos encuentros?

Mucho desconocimiento. En el último, una niñita me dijo que, hasta ese día, siempre había pensado que el pipí y la sangre menstrual salían por el mismo lugar. También miedo y vergüenza. Las niñas parten muy tímidas, pero después de un rato se sueltan y se van tranquilas. De hecho, el testimonio que suele repetirse es de las madres que me dicen ‘Javi, le llegó la menstruación y estaba tan tranquila’. En el fondo lo que se logra con esto es que naturalizan el proceso. Y es que es distinto darse el tiempo para entregarles información con cariño y dedicación, que cuando les dan un folleto que sólo las llena de más dudas.

Ese gesto permite legitimar los procesos de la mujer a través del ejemplo. Por eso también en el taller a las mamás les digo que no tienen que seguir hablando de “la regla” o “me enfermé”, porque eso se transmite.

¿Dirías que es necesario y urgente hablar más de la menstruación?

De todas maneras. En todas partes pero mucho también entre las madres y las hijas. Esto se los digo en el taller, que las mujeres compartimos el útero, este órgano que nos hace cómplices. Cuando vas en la calle y te manchas con sangre menstrual, le puedes preguntar a cualquier mujer y te va a entender y ayudar. Hay una complicidad con el género que conecta de alguna manera a las madres e hijas. Y por otro lado, como esta es una etapa en que las hormonas están activas, las niñas tienen muchos cambios emocionales y las madres viven eso, por tanto este se ha transformado en un espacio para entender sus procesos que son complejos y, además, para encontrarse. Hay mamás que llegan agobiadas porque no se pueden entender con sus hijas y abrimos un espacio para hablar de eso; les doy métodos para comunicarse y mejorar ese vínculo a través de la conversación sobre la menstruación.