Verónica (cuyo nombre ha sido cambiado para resguardar su identidad), había tenido antes jefes “a la antigua”, recuerda. Esos que normalizaron una cultura laboral de gritos o críticas en público. A los que se les escuchaba hablar golpeado cuando alguien cometía un error o no cumplía con sus expectativas. Esos jefes o jefas que viven en sobrecarga laboral permanente y esperan lo mismo de sus equipos. “Pero la situación con esta persona en particular fue crítica”, cuenta.
Antes de vivir esta experiencia de acoso laboral, Verónica (46 años), había tenido dos trabajos largos y estables. Después de 10 años en su último cargo decidió tomar una nueva oportunidad laboral porque el cambio la llevaría a una institución prestigiosa en la que veía la posibilidad de crecer aún más cómo profesional. Sin embargo, ese crecimiento y esa oportunidad se vieron truncados cuando se dio cuenta que, después de sólo meses en su nuevo cargo, la relación con su jefe se había convertido en la relación más tóxica de su vida. “Llevaba poco tiempo en este trabajo y hasta antes de que comenzaran las situaciones de acoso, habíamos tenido una relación laboral muy intensa, pero buena”, recuerda Verónica. Su jefe, a quien había visto por primera vez el día de su entrevista para el cargo, mostraba mucha confianza en ella. “Me dejaba tomar decisiones importantes. Yo era una especie de confidente porque en los momentos en que nos quedábamos solos, hacía comentarios muy críticos sobre otras personas en nuestro equipo”, recuerda.
Pero, de un día para otro, su actitud de confianza y aparente honestidad dio un giro en 180 grados que dejó a Verónica perpleja y sin explicaciones. “No hubo un solo hecho que significara el comienzo. Por lo menos yo no lo noté. Pero de repente comenzaron los gritos frente a otros compañeros, citaciones a reuniones sin aviso en las que tenía que improvisar porque no había tiempo para prepararse, menoscabo de mi capacidad laboral en frente a otras personas del equipo. Incluso situaciones en las que hubo intromisión en temas de mi vida privada”, recuerda.
Con el correr de las semanas Verónica se fue dando cuenta que la situación iba más allá de simplemente un jefe exigente y que, la relación entre ambos, se había convertido en una de acoso y maltrato a niveles que nunca antes había vivido. “Hace años, cuando comencé a trabajar, se toleraba a un jefe o jefa que gritoneara o tuviera actitudes inadecuadas”, explica. Sin embargo hoy, este paradigma ha cambiado. Según datos publicados por la Dirección del Trabajo en 2022, el acoso laboral psicológico es la primera causal de denuncias de acoso laboral en nuestro país. Además, las estadísticas de la DT muestran que un 64% de los denunciantes en el último año fueron mujeres.
El acoso que se esconde
El psicólogo Sebastián Barrera de Examedi, especialista en temas de psicología laboral y organizacional, explica que las relaciones tóxicas con las jefaturas —también conocidas como acoso laboral vertical—, están marcadas por una mezcla de conductas más directas y otras solapadas. “Generalmente hay actitudes bastante evidentes, como la falta de apoyo, críticas recurrentes o un control excesivo que se combinan con acciones más ocultas como la manipulación emocional”, comenta. En su experiencia con pacientes y como miembro del área de Recursos Humanos de diferentes organizaciones, Sebastián ha observado que los patrones de maltrato más recurrentes tienen que ver con la falta de comunicación honesta y transparente y con dificultades para establecer expectativas realistas sobre el trabajo. Expectativas que, en una relación laboral saludable, “evitan la sobrecarga laboral o que la persona afectada se sienta obligada a renunciar”, agrega el especialista.
En el caso de Verónica, una de las situaciones de mayor tensión para ella eran, precisamente, las reuniones o cambios en la planificación que se comunicaban encima de los plazos o incluso, que su jefe simplemente no le informaba. “Había órdenes contradictorias, encargos de último momento y recibía mensajes fuera del horario de trabajo. Incluso los domingos”, recuerda. Según la definición de la DT, uno de los componentes del acoso laboral es que se trata de actitudes que amenazan o perjudican la situación laboral o las oportunidades en el empleo de la persona afectada.
Hasta ese entonces, Verónica creía que, en situaciones como la suya, de jefes o jefas complicados o con mal temperamento, había una cierta lógica para su enojo y descontrol, como que los arrebatos eran gatillados por errores, atrasos o faltas de algún tipo. Que eso era lo que provocaba la mala reacción de un jefe. Sin embargo, lo que empezó a experimentar fue desconcertante porque se dio cuenta de que el maltrato era constante y dirigido particularmente hacia ella. “Empecé a percibir que no existía relación causal en el maltrato, sino que se daba en todos los casos. Hiciera bien las cosas o no”, comenta. “También comencé a darme cuenta que había una intención de inducirme a errores”, aclara. Como las situaciones de avisos de último minuto o cambios repentinos que no le daban tiempo para reaccionar y preparase.
Durante esa época Verónica decidió buscar por su cuenta cómo podía saber si estaba siendo o no víctima de acoso laboral en internet. Fue así como llegó a un artículo que abordaba el tema y que planteaba distintos escenarios de acoso. Ella se había visto a sí misma enfrentada a casi todas las situaciones de maltrato propuestas en el texto durante mucho tiempo. Fue ahí cuando realmente se dió cuenta de la gravedad de lo que vivía y de lo problemática que era esta relación en su vida.
El psicólogo Sebastián Barrera explica que las relaciones tóxicas con un jefe o jefa pueden afectar la autoestima y autoconfianza de las personas en lo laboral y en lo personal. “Eso puede derivar incluso en ansiedad o depresión”, explica. “En lo más íntimo, esta situación puede teñir otras dimensiones de nuestra vida como lo familiar, lo social, lo afectivo, provocando conflictos en nuestras relaciones más cercanas”. El especialista agrega que, tener un jefe o jefa tóxicos tiene injerencia directa en la continuidad laboral, lo que puede generar mayor incertidumbre incluso en lo personal. “Corremos el riego de perder nuestra principal fuente de ingresos, lo que también trae consigo mayor estrés y ansiedad”. Y por eso suele ser más difícil todavía abordar el tema.
Reconstrucción y cambios
A Verónica le tomó tiempo reconstruirse después de las experiencias vividas. “Mi salud mental y física se vio afectada y en algún momento era tanta la presión, que sentía mareos y desmayos”, comenta. Además, uno de los temas que tuvo que enfrentar en ese momento fue el prejuicio de otros. “Mucha gente quizás cree que esto es exageración y que los insultos y gritos no ameritan una reacción física”, plantea. Pero la realidad es que, además de los efectos inmediatos y las manifestaciones visibles, uno de los mayores problemas del acoso laboral vertical es que deja huellas que perduran a través del tiempo. Incluso si ese jefe o jefa ya no está presente.
Sebastián Barrera explica que después de una experiencia de abuso laboral es clave trabajar en el autoestima y la autoconfianza de la persona. “Más allá de la terapia, esto también se puede lograr buscando nuevos referentes profesionales que impacten positivamente o desarrollar otras habilidades que me preparen para nuevas oportunidades laborales”, comenta. Agrega que es muy importante tener claridad que estar expuesto a una relación de este tipo no nos define como profesionales. A esa creencia precisamente se aferró Verónica para poder sanar. “En el fondo, siempre supe que yo no era mala en mi trabajo, sino que caí en un lugar dirigido por una persona con una cultura de acoso laboral”, comenta.
Una vez que ya había salido de ese lugar, cuenta que comenzó a escuchar comentarios y supo que ella no había sido la primera, ni mucho menos la única víctima de violencia en ese equipo. “Era una especie de modus operandi y había gente tan agobiada como yo”, comenta.