Cuando era chica leía todo el día. Tanto así, que en cuarto básico era ayudante de la biblioteca de mi colegio y mi mejor amiga de la época -que lo sigue siendo hasta hoy- siempre se acuerda que cuando me invitaba a su casa no jugaba con ella porque me instalaba a leer. Desde un comienzo, la lectura y la música marcaron mi personalidad. Las Torres de Malory de Enid Blyton eran para mí el lugar más perfecto; soñaba con esa Inglaterra verde con trenes y edificios antiquísimos y elegantes. Debo haber leído la saga unas cinco veces pero -a pesar de ser mis libros favoritos- ningún personaje se comparaba con Jo March. Leí Mujercitas muchas veces. Me acuerdo de la edición que tenía; rosada y de tapa blanda, arrugada de tanto manosearla. No entendía el contexto de la guerra, pero no importaba, porque lo único relevante eran Meg, Jo, Beth y Amy, esas cuatro hermanas de personalidades tan definidas, tan fantásticas y tan distintas la una a la otra.

Yo quería ser Jo. Me parecía la mujer más valiente e inteligente del mundo. Era independiente, generosa y no le importaba lo que el resto pensara de ella. Era libre, rebelde y lo único que quería era conocer el mundo y escribir. Ser validada en un oficio absolutamente dominado por hombres. Hace unas semanas fui al cine a ver la película. La verdad es que no tenía muchas expectativas, porque para mí Jo era morena y no rubia. Así me la había imaginado. Pero apenas empecé a verla, me emocioné. Y me inundó una nostalgia que se agudizó cuando salí de la sala. Así me me vi con mis tacos, mi boca roja y mi vestido; la imagen opuesta a Jo March, que tenía como otro de sus atributos la ausencia absoluta de vanidad, lo que a mis ojos (y a los de Laurie, por supuesto) la hacía aún más atractiva.

Actualmente leo poco. Netflix se comió mis tiempos de ocio y priorizo tantas otras cosas, como mis amigas, mis amigos, salir a un bar o a comer, caminar, hacer deporte, el cine, la playa, mi familia. Al recordar cómo era cuando chica, me impresiona confirmar cuánto se puede cambiar con el tiempo. Obviamente a los nueve años no tenía idea de lo que me esperaba en la vida, pero el reencuentro que tuve conmigo misma viendo la película, y con lo soñaba cuando tenía esa edad, hizo que me cuestionara varias cosas. Pero a pesar de la verdadera pena que me dio inicialmente, me di cuenta de que en mi personalidad aún quedan marcas de esa época.

No soy rebelde y soy muy pretenciosa, pero escribo y he conocido el mundo, mucho más de lo que alguna vez soñé. Y tengo una libertad que se quisiera Jo March. Si lo pienso bien y vuelvo 28 años atrás, es probable que ella sea uno de los factores que hacen que la valore tanto y que se haya transformado en algo que no quiero transar. Al final, mis tacos, mi boca roja y mis vestidos, son mi propia decisión.