Jocelyn Dunstan, la física y doctora en matemáticas aplicadas que reduce las listas de espera en salud

jocelyn dunstan paula



Desde que era muy niña, Jocelyn Dunstan (37) sabía que quería dedicarse a algo con lo que pudiera ayudar a las personas. Tenía buenas notas en el colegio y sabía que podía hacerlo. También tenía claro el cómo. En su mente el camino para lograr ese propósito iba de la mano de la medicina: se disfrazaba de doctora y soñaba con apoyar sobre todo a las familias más vulnerables, parecidas a las que veía a diario en la comuna de La Pintana, donde creció. Pero no fue hasta cursar la enseñanza media que Jocelyn se enamoró de la física. Fue una profesora –que además hacía clases en la universidad– quien la introdujo a ese mundo. Recuerda su nombre y apellido porque más tarde, en sus largos años como estudiante de la licenciatura y magíster en física en la Universidad de Chile, serían escasas las mujeres que le harían clases. Hoy ella busca inspirar a otras: es académica de la Universidad Católica del Departamento de Computación y el Instituto de Ingeniería Matemática y Computacional e investigadora del Instituto Milenio Fundamentos de los Datos.

Antes, hizo un doctorado en la Universidad de Cambridge y un postdoctorado en Salud Pública en la Johns Hopkins University, donde retornó a los objetivos de su niñez. Mezcló los números con la salud y desde su vuelta a Chile, ha participado en proyectos de investigación que buscan poner los datos a disposición de la medicina y los pacientes.

A través del procesamiento matemático de textos clínicos, está logrando colaborar con un tema que siempre ha sido y sigue siendo una preocupación a nivel nacional: las listas de espera en los hospitales públicos. Como si no fuera suficiente labor, Jocelyn aprovecha la atención que ha recibido en los últimos años, y que a ratos la abruma, para ser un referente para las niñas.

¿Cómo fue que llegaste a unir la vocación que tenías cuando chica con la física?

Fue muy bacán. Fue una vuelta súper larga que para mí tiene sentido. Yo quería estudiar medicina para ayudar a las personas, porque los temas de salud te ponen en una posición de vulnerabilidad absoluta. Y cuando eres pobre estás a otro nivel. Es terrible estar en una lista de espera de 400 días, aunque sea una alergia atópica, por ejemplo, te pica y te baja la autoestima. O si estás esperando por una cirugía, empiezas a tener miedo de morir. Entonces creo que la salud pública es donde más se requiere que el estado apoye. La física para mi fue como un amor que duró harto tiempo, tuvimos una relación larga. Me fascinaba. En un momento dije, yo igual quiero hacer otra cosa, no puedo seguir estudiando una esfera que se mueve en el agua. En Cambridge encontré el camino. Comenté que quería hacer algo por las personas, sobre todo las menos favorecidas, y que no sabía cómo hacerlo. Ahí alguien de la escuela de Salud Pública me dijo, claro que puedes hacerlo.

¿Cómo comenzaste a aplicarlo en Chile?

Venía trabajando en temas de predicción de obesidad en los países a partir de las ventas de alimentos. Quería seguir en esa línea de investigación pero un médico chileno me dijo que el tema clave en Chile eran las listas de espera en los hospitales públicos. Es un tema súper grave porque están las patologías GES, pero todo lo que no está dentro de este universo de 90 enfermedades tienen mucha demora de atención. Esto fue en 2017. Quise hacer un proyecto de eso y desde entonces no me he salido.

Es un tema que sigue siendo urgente después de la pandemia…

El tema de la lista de espera siempre ha sido un tema. El problema es que la lista ahora funciona escribiéndose con un texto libre, con palabras. Entonces el gobierno, al igual que los anteriores, no ha podido saber cuánto espera la gente, no hay estadísticas. Lo que estamos haciendo con el Ministerio es detectar enfermedades y luego asignarles un código internacional para esas patologías. Entonces se puede saber cuáles son las patologías más requeridas por región, sexo y edad. Estamos trabajando en conjunto con el departamento de estadísticas para poder visualizar el problema y que así ellos puedan tomar mejores decisiones. Nos contaron hace poco que los problemas de refracción en oftalmología son una de las principales en las listas de espera y eso se puede solucionar. La tarea de detectar si alguien necesita lentes o no la puede hacer un tecnólogo. Si la mayor lista de espera está, por ejemplo, en Arica, se puede formar, mandar o contratar a personas para solucionar el problema.

¿Cómo ves la participación de las mujeres en la Ciencia en la actualidad?

Lo que sabemos es que hay una pirámide. En Computación, por ejemplo, estudian menos mujeres que hombres pero además, esas mujeres que hicieron la Licenciatura después no siguen el Magíster o el Doctorado. Entonces no son profesoras, ni menos van a ser directoras de departamento. Esto ocurre en todo el mundo. Hay que tratar de entenderlo en distintos niveles. En la Universidad Católica, donde soy profesora, están intentando que más mujeres entren a la licenciatura en computación, y el 13% que lo hizo este año es menos de lo que esperábamos. Se necesita no solo hacer charlas en cuarto medio, sino en primero o octavo. Incluso en la básica. Creo que hay que hacer ese trabajo para que haya más masa de mujeres entrando a la carrera. Luego se está intentando hacer un focus group para entender por qué las mujeres no siguen al Magíster. ¿Es la seguridad laboral, los sueldos? La academia es muy intensa, está pensada para estar trabajando seis días a la semana.

¿Qué rol juega la maternidad en esto?

Dentro del Instituto Milenio estamos poniendo este tema. Cómo logramos que los eventos del Instituto no sean después de las seis. En la academia hecha a la antigua eso pasaba y los hombres no reclamaban que tenían que llegar a sus casas. También las idas a las conferencias. Para los hombres jamás ha sido un impedimento tener una guagua de un año, ahora quizás un poco más porque están tomando más labores de cuidado. Pero estamos tratando de construir una academia que sea más inclusiva y más cercana a las labores de cuidado, pero son cambios que se demoran. Yo ahora estoy tratando de tener guagua, y sé que voy a tener que pagar por eso en la academia. Retrasé demasiado la maternidad porque quería asegurar mi carrera. Tenía miedo de qué hacer con mis alumnos. Si estás en las grandes ligas de la academia es muy demandante. Es una de las razones por las que las mujeres dicen, esto es demasiado.

En ese sentido, la corresponsabilidad familiar es clave…

Totalmente. Yo estoy casada con un académico del mundo de las ciencias también. Siempre hemos hablado que la manera en que yo pueda hacer ciencia y ser madre es que él sea full aperrado. Me casé con ese contrato.

¿Te costó adaptarte cuando entraste a estudiar física?

A pesar de que había un ambiente muy masculino, no sentí que no era para mí. Sí fue un gran cambio pasar de un colegio de mujeres a una escuela de ingeniería. Lo sentía en la tensión, con ropa de calle estás más vulnerable, más expuesta. Cuando empecé a hacer ayudantías en segundo año me preocupé harto de eso, me preocupaba de andar con ropa suelta, para no darme vuelta y sentir que me estaban mirando porque me angustiaba.

¿Crees que a veces las mujeres cambiamos nuestra forma de vestir o vernos para que no nos subestimen?

Sí, yo por ejemplo aprendí en la pandemia a maquillarme. Tomé un curso. No es algo que uno quiera hacer todos los días quizás pero sí cuando hay algo importante, un evento o un matrimonio, te da lata no tener esa herramienta si la quieres usar. Soy muy enfática en eso, no creo que todas tengamos que maquillarnos y es bacán que sea una elección. Pero no me gustaba sentir que no podía hacerlo porque estudié física o matemáticas. Yo en la licenciatura jamás hubiese ido maquillada. Creo que se hubiera podido ver como que no era seria o que no estaba dándolo todo, porque estaba perdiendo el tiempo en eso. Y ahora nada que ver. Ahora veo a las chiquillas mucho más empoderadas en la Universidad, mucho más libres de ser quienes quieren ser. Y yo misma voy como se me da la gana, soy mucho más libre que a los 20.

¿Crees que hay estereotipos de género que influyen en que las mujeres desde niñas no tengan tanto interés en las ciencias?

Creo que sí. Se han hecho estudios en inglés donde les piden a niños y niñas dibujar a un/a científico/a (que en inglés se dice “scientist”, no tiene género explícito). Las niñas muchas veces dibujan a una científica mujer, pero cuando ya pasan la edad de los 10 años dibujan hombres. Ese tipo de estudio muestra que la sociedad sí juega un rol. En el caso de la física, cuando yo iba en la media te das cuenta que son puros hombres los que estás estudiando, excepto Marie Curie. Entonces los modelos a seguir son esenciales. No hay forma de que puedas sentir que puedes hacer algo si nunca has visto a nadie haciéndolo, si no tienes referentes.

¿Te acomoda ser uno?

Ahora estoy bien visible porque gané un premio de la academia y otro premio de 3M- Fui a La Pintana la semana pasada y me pasó que cuando me bajé del escenario y terminó el acto, había una fila de niñas esperándome. Siempre son niñas. Da nervio esto de abrirse y hablar porque siempre pueden llegar haters, hacerse conocida trae otras cosas y uno se pasa quince mil rollos. El nivel de confort de los científicos siempre es estar detrás del computador, ese es su lugar seguro. Pero después voy a una conferencia y me doy cuenta de que las niñas quieren sacarse fotos conmigo. Me escriben mamás para que las ayude a recomendarle carreras a sus hijas, después de alguna entrevista que leyeron. O quieren conectar conmigo en LinkedIn cuando son más grandes, la mayoría son mujeres. Cada vez que yo salgo siento que obviamente genera algo en las personas porque después quieren hablar conmigo.

¿Crees que se sienten identificadas contigo?

Algo que a mí me ha ayudado es que yo crecí en una familia de no tantos recursos y ese es un tema complejo. De la misma manera en que uno es distinto siendo mujer, ser pobre en la universidad o en el doctorado se nota muchísimo. Yo en Cambridge tenía compañeros que tenían familiares premios nacionales, ese era el nivel. Lo que yo siento es que la sensibilidad con la lista de espera en los lugares públicos o con los mismos estudiantes que vienen de comunas menos favorecidas me hace hacer mi pega mejor. Obviamente cuando entré a la universidad sentía que no tenía ropa bonita para ir y me notaba pobre. Tu sabes que tienes menos plata y te da angustia igual. Ya no lo soy pero es bacán lograr entender y tener un sensibilidad de saber si un alumno está enfermo preguntarle si tiene para pagar. O a veces dicen cuando se les pide traer un computador a clases, poder preguntarles si tienen, facilitarles que puedan pedir uno a la universidad. No sé si tendría una sensibilidad si no tuviera eso.

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