Paula Nº927. Mayo de 2005

"Voy a dirigir una película con Marilyn Manson como uno de los protagonistas. Es muy calmadito, muy  inteligente y a mí me trata con mucho respeto. Como es mucho más joven que yo, me trata como si fuera su papá".

"La felicidad es hacer una gran obra de arte sin autodestruirse. Es una vieja costumbre el hacerse ebrio o drogadicto para ser autor o escritor, pero se puede hacer poesía sin comer porquerías y envenenarte la sangre. La felicidad es hacer lo que amas, sin hacerte daño y viviendo el mayor tiempo posible".

"La sociedad debiera ser andrógina, y por eso me horrorizó el funeral del Papa. Murió entre hombres, y me dio mucha pena que no tuviera una papisa que lo llorara. Había trescientos cardenales, doce hombres que llevaban el ataúd y se vio claramente que la espiritualidad del planeta es para medio planeta no más, y eso no puede ser".

"¿Cómo puedes acusarme a mí, una persona decente, de ser igual a Coelho?

Bueno, la diferencia es que Coelho tiene una verga de 5 centímetros y yo la tengo de 15. Eso es todo. ¿Y si yo te respondo así, qué dices?".

La ocasión de entrevistar a Jodorowsky se dio en medio de la ingesta de calamares y ravioles. Lo había invitado gente vinculada a su editorial (Random House Mondadori) a almorzar en una trattoría bonaerense. El poeta iniciático, el cineasta de culto, el novelista y famoso guionista de cómics se comió la mitad de la entrada; dejó tres cuartas partes de su plato de pastas y fue el único comensal que no tomó vino mientras los demás –todos chilenos– comían, libaban y echaban humo de lo lindo. Jodorowsky, que tampoco fuma, quedó pegado a una muralla en medio de una conversación santiaguina de engorrosa traducción. Había viajado desde París –ciudad en la que vive– a Buenos Aires, donde convoca a miles, para promover Las vías del tarot, libro escrito en conjunto con Marianne Costa –su joven y bella mujer– y Psicomagia, otro volumen donde cuenta cómo ha sanado a toda clase de neuróticos –leves y graves– a través de un método que creó sintetizando lógicas chamánicas.

¿Cómo se llama el gato siamés que aparece contigo en tus portadas?

Kazán. Ahora tengo cinco. Duermen conmigo. Kazán, el siamés, se sube al ropero y desde ahí, plafff, se lanza sobre Marianne, mi mujer, cuando estamos durmiendo. Repite el mismo número todas las noches. Cambiamos de lugar en la cama pero no hubo caso: siguió saltando sobre ella.

Marianne Costa, tu mujer, es también tu coautora en Las vías del tarot, ¿de qué origen es ella?

Corsa.

Así que tienes a una corsa metida en tu cama...

Sí, son nueve años ya y va para largo. Yo estaba retirado cuando ella apareció.

¿Retirado de las mujeres?

No, tenía cuatro, una cogidita para la salud por ahí y por allá, pero no había ninguna que estuviera a la altura de lo que yo quería.

Para la salud, ¿y qué querías tú?

Alguien que pudiera conversar conmigo sin espantarse. Marianne es la primera de mis parejas que no es una artista fracasada.

¿Por artistas fracasadas te refieres a las "goupies" y a esas mujeres que se transforman en secretarias de los artistas y después se sienten frustradas?

Sí, aunque yo trato de no generalizar, pero así me tocó y, claro, yo tenía un ego un poco fuertón...

¿Tenías, dices tú?

Ahora no es fuertón, pero antes sí. Entonces me buscaba  satélites: yo era el personaje central. Mira, analizo tus preguntas y me tengo que defender porque son preguntas trampa: en el fondo me estás diciendo "¡Ah!, ¿así es que ya no tienes ego y te crees muy macho?".

Es que estamos metidos en el lenguaje y el lenguaje está lleno de trampas.

Entonces habría que adecuar el lenguaje y tus intuiciones.

Entiendo tu observación, pero calculo que feminista no eres…

Soy totalmente lúcido en relación a que hay que darle su sitio a la mujer, porque si no el mundo se acaba, pero no soy feminista. Si lo fuera, defendería el matriarcado, y no lo hago porque el patriarcado salió como reacción. Así es que las mujeres son las culpables porque ellas también abusaron.

¿Cómo tendría que ser la cosa según tú?

¡Una sociedad andrógina! La sociedad debiera ser andrógina, y por eso me horrorizó el funeral del Papa. Murió entre hombres, y me dio mucha pena que no tuviera una papisa que lo llorara. Había trescientos cardenales, doce hombres que llevaban el ataúd y se vio demasiado claramente que la espiritualidad del planeta es para medio planeta no más y eso no puede ser.

SOY RIMBAUD Y TE VENGO A VER

Tu camino ha sido bien variado y siempre ligado al arte. Tenías veinte años cuando te fuiste a París y cuentas en tus memorias que lo primero que hiciste fue llamar a Breton. ¿Por qué te cayó mal?

No me cayó mal. Lo que ocurrió fue que lo llamé a las tres de la mañana y le pedí que me recibiera porque yo venía a salvar al surrealismo. Y no me recibió. Entonces le dije: "Usted no es surrealista", y lo mandé al cuerno.

Pensabas que entre surrealistas no puede haber formalidades horarias…

No puede, ni debe. Él debió tener la intuición de qué yo era yo, y debió haber recibido al joven que era capaz de llamar para decirle que venía a salvar al surrealismo, pero prefirió quedarse durmiendo como un cerdito. Si a mí me hacen una cosa así, yo recibo a esa persona. Una vez en México un señor me tocó la ventana a las cuatro de la mañana: "¿Qué quieres?", le pregunté. Me contestó: "Soy Rimbaud y te vengo a ver". "Pasa", le dije yo.

¿Y era Carlos Castaneda?

No, era un gordito que estaba poseído por Rimbaud. Me recitó durante una hora Una temporada en el infierno y después se fue. Nunca más lo volví a ver.

Pero después te reconciliaste con Breton. Él te habló del tarot de Marsella y eso te abrió todo un campo de investigación, ¿por qué le creíste?

Porque era un gran conocedor de los valores artísticos y poéticos de otros. Cuando Kafka no era reconocido, él lo puso de precursor. Lo mismo hizo con Nietzsche y Lautréamont. Él los rescató. Pero te diría muy sinceramente que el arte ha sido muy importante, pero en lo que más he estado ha sido en la búsqueda de desarrollar mi conciencia.

En tu trayecto, después de París, México también fue muy importante. ¿Qué encontraste ahí?

Encontré el lenguaje español. Yo quería hacer teatro y cine, y no me salía hacerlo en francés. Encontré una cultura muy rica, la precolombina, de profundidades enormes, que me hacían respirar de la decadencia de Europa. Entonces llegué como un ovni, me quedé en México y me puse en guerra contra el país yo solito. Hice cien obras de teatro, hice escándalo y miles de cosas.

Claro, en una de tus performances te tomaste la sangre de dos de tus novias.

Pero no se las pedí. Fue un momento catártico y ellas me la pasaron. Lo pedí, me la pasaron. Eso es simplemente vivir tu talento. La gente nace con talento o no nace con talento.

¿Y qué es el talento?

Es la capacidad de crear sin ponerse trabas ni dudas. Si hay una persona que está temblando años y preguntándose "¿hago o no hago?", no tiene talento.

NO ME VERÁS TOMAR VINO

Tú, que has explorado el mundo psíquico, ¿crees en la posibilidad de la felicidad y de crear sin sufrir?

La felicidad es hacer una gran obra de arte sin autodestruirse. Es una vieja costumbre el hacerse ebrio o drogadicto para ser autor o escritor pero se puede hacer poesía, se puede escribir sin comer porquerías y envenenarte la sangre. La sangre es de todos, como la tierra, y la felicidad es hacer lo que amas, sin hacerte daño y viviendo el mayor tiempo posible.

¿Y hasta cuándo quieres vivir?

Hasta los 180 si puedo. Claro. Y si no puedo, no puedo, porque tampoco me desespero como Michael Jackson. Pero, en lo posible, tú no me verás tomar vino...

¿Cuándo dejaste de tomar vino?

Dejé de tomar vino cuando me fui de Chile porque me tenían desesperado mis amigos borrachos, borrachos y borrachos. Neruda, Huidobro, Teillier, Stella Díaz Varin, todos amalditados y en el culto al vino. No me gusta que Lihn haya muerto de cáncer tan prematuramente.

Pero son los tiranos los no se mueren nunca y los tipos lúcidos y que calan hondo suelen morir jóvenes.

No. Eso es un mito, una leyenda pasada de moda.

Romántica, dices tú.

Absolutamente romántica. Gurdieff duró hasta los 90; Alexandra David-Néel vivió como hasta los 105; Miguel Ángel, hasta muy muy viejo. Uno se crea las enfermedades y cuando hay falta de conciencia estás en el exceso: en el exceso racional, en el exceso crítico y mental. Y cuando no controlas el mundo emocional eres un bárbaro síquico.

Claro, pero también hay una cosa hereditaria, ¿no será   cosa de que tú naciste así, con una energía de tipo optimista?

¡No, no, no! Yo durante años tuve almorranas. ¡Años! No me podía sentar porque andaba ahí con el culo adolorido.

¿Y cómo te curaste?

Con mi maestro. Con arcilla verde en polvo. ¡Años! Y no quise ir al doctor, no quise cortarme ni operarme. Quise soportar mi enfermedad porque era mi maestro: mi maestro de humildad. Así es que a mí no me hablen de ego con las almorranas que tuve.

Tú estás en el discurso de parar la mente, de no ser tan racional, pero si pierdes la mirada crítica te pones gagá.

No. Viene la serenidad y el silencio en la cabeza, y eso te hace desarrollar la conciencia.

Eso también significa evacuar cualquier molestia.

No se trata de evacuar molestias, las aceptamos. Duelen y molestan, pero ni tú ni yo vamos a cambiar el mundo. Seres como tú y yo no tenemos ningún poder: viene un milico con una pistola y es más fuerte. Todas las revoluciones han fracasado. Entonces, lo que podemos hacer nosotros es sembrar conciencia.

¿Cómo?

No hablando de política sino de la constitución del ser humano, de su potencial. Uno pertenece no a un país, sino a una humanidad y no a una generación actual, sino a una generación infinita que viene del profundo pasado y que va al profundo futuro. Hitler pasó, Pinochet pasó. Cuando tú creías que nunca le iba a pasar nada, lo agarraron preso. Todo pasa y si uno se pone no en el lapso de una vida humana, sino en una vida milenaria, uno es más optimista.

¿Y qué es la conciencia?

El ser humano es conciencia, esta mesa es conciencia, no es sólo materia porque debajo de la materia hay energía, y debajo de la energía hay conciencia. Una conciencia pura, un ser. El universo es un ser, y tú formas parte de ese ser. Eso es lo que es, eso es lo que pienso. Los alquimistas ya hablaban de la unidad de la materia, y por eso decían que un metal se podía transformar en oro: porque son todos lo mismo.

OYE: ERES BIEN INSOLENTE TÚ

¿Cuál es la diferencia entre tú y Coelho?

Ninguna. Te lo voy a probar: fui a la feria de Guadalajara  y había una cola de gente esperando que Coelho les firmara libros, pero él no llegó. Entonces me senté y firmé los libros de Coelho. Tengo que haber firmado unos trescientos: Coelho, Coelho, Coelho. Y no fue por envidia, porque más tarde yo también tuve mi cola. Oye: eres bien insolente tú, ¿cómo puedes acusarme a mí, una persona decente, de ser igual a Coelho?

Para que te defiendas. Son preguntas que un maestro debiera poder contestar.

¡Maestro!, vas a seguir haciendo trampas. Bueno, la diferencia es que Coelho tiene una verga de 5 centímetros y yo la tengo de 15. Eso es todo. ¿Y si yo te respondo así, qué dices?

Me parece bien.

Pero me obligas a que te agreda. Es que en Chile todos se pelean. La última vez que estuve allá me tocó un tipo de las vacas del apocalipsis o de algún grupo así que se puso a insultar a otro, y se gritaban y corrían y se amenazaban y dije:  "Bueno, estoy en Chile, ya, así es que me siento como en el pasado" Porque ésa es una tradición en la que ya estaban Neruda, De Rokha y Huidobro.

¿Eso no pasa en otras partes?

En ningún lugar.

¿Y tú crees que tu poesía va a quedar, como la de Lihn?

En Chile, no, pero yo ya no pertenezco exclusivamente a la cultura chilena. Soy un europeo también. Lee mis poemitas a ver qué te parecen. En Francia mis poemas están en libro de bolsillo. En Italia, también. Entonces no creas, no creas. Se me ocurre que por lo menos alguno va a quedar.

Ahora vas a dirigir otra de tus películas y uno de los protagonistas es Marilyn Manson, ¿cómo es él?

Es muy calmadito, muy inteligente y a mí me trata con mucho respeto. Como es mucho más joven que yo, me trata como si fuera su papá.

¿Qué otro proyecto te espera?

Hacer Beethoven. Ésa es la locura en la que me metí. Eso es lo peor que me ha pasado nunca.

¿Por qué?

Porque soy pésimo actor. Me metí a hacer eso porque si lo hago quiere decir que soy capaz de cualquier cosa, pero ser actor me tortura.

¿Quieres un postrecito?

No, no quiero un postrecito, gracias.

Yo quiero una agüita.

Yo también quiero una agüita.

¿Y qué ejercicio de psicomagia le recomendarías a los chilenos de menos de 20 años?

Les diría a todos los muchachos y muchachas de veinte años que hagan una maratón que comience, digamos, en la Estación Mapocho y que suba por toda la Alameda hasta Providencia arriba, todos desnudos. Una maratón desnudos, hombres y mujeres. Que atraviesen la ciudad así, lanzando exclamaciones de placer y de libertad.