El hombre alfa

Te abre la puerta, paga la cuenta y pone las reglas de la casa. Pero también anda en bicicleta con sus hijos, va a las reuniones de apoderados y celebra el poder femenino. Es la exacta combinación entre el caballero clásico –al borde de la extinción– y el progresista que responde a las demandas de la mujer contemporánea. Es Jorge Zabaleta. ¿Demasiado perfecto para ser real?




Hace como diez años que Jorge Zabaleta no camina relajado o se toma un café en Providencia. No es que no quiera, sino que su popularidad se lo impide. Basta con que se asome por la calle para que mujeres de todas las edades y procedencias lo miren, lo toquen, lo besen, le pidan fotos y autógrafos y, en casos más extremos, lo cuasi ahorquen, como ocurrió un fin de semana, cuando el protagonista de Aquí mando yo (TVN) llegó a una ciudad de provincia y una fanática intentó arrebatarle la bufanda y quedarse con algo suyo. Jorge, actor, pero de esos poco afectados, no se queja ni subestima la histeria femenina. Prefiere atribuirla al cariño que despiertan sus personajes (ya lleva 14 años en la tele) y, si quiere salir, lo hace siempre a los mismos lugares en horarios de baja concurrencia. O parte a Mendoza. "Voy como cinco o seis veces al año con mi mujer y mis niños, y camino por la calle, me siento en la terraza de un café y nadie me conoce", cuenta. También se escapa seguido a San Pedro de Atacama, lugar del que se enamoró cuando era un adolescente. Allí compró un terreno y sueña con construir un hotel ciento por ciento autosustentable, cuyos permisos de construcción están en proceso y cuyos planos trabaja en conjunto con el arquitecto Rodrigo Rogaler.

Cuando no está grabando, viajando por placer o por los eventos que en esta época del año le llueven, Zabaleta está en su casa de El Arrayán, prendiendo la parrilla, mirando a sus cinco perros –tres border collies, un shetland sheepdog y un quiltro– y a su "gato que se cree perro". O tocando la batería y haciendo la segunda voz de su banda, Los Genitales, "que tiene ese nombre porque somos como el loly", acota con una risa que solo podría calificarse de tierna, y con la que interpreta una amplia e inconexa gama de covers, que incluyen a Pink Floyd y Maná.

Zabaleta, de 41 años, se parece en varios aspectos a Diego Buzzoni, su papel en Aquí mando yo, donde hace de ex marido de una ejecutiva (María Elena Swett) inepta en las labores del hogar y entregada a su carrera. Tanto él como su personaje se visten de jeans y polera, y ambos se manejan perfecto en la crianza de sus tres hijos. Zabaleta es padre de Raimundo (15), Milagros (5) y Antonio (3). Y los dos saben qué significa ser un ex. El actor estuvo cuatro años separado de su mujer, la diseñadora Francisca Allende. A diferencia de Diego, un eterno cabro chico revoltoso, Jorge es estructurado y piensa cada una de las palabras que larga. Es de esos hombres que miran siempre a los ojos y transmiten solidez. Obviamente, Zabaleta es de los que abre la puerta, paga el café y enciende el cigarrillo de una mujer.

La teleserie aborda un tema muy actual: el empoderamiento de la mujer y el rol de los hombres en ese escenario. ¿Qué es lo que te llama la atención de esa realidad?

Está quedando claro que los hombres pueden ser excelentes padres y que las mujeres, no por el hecho de ser mujeres, necesariamente son buenas madres. Los hombres somos tan capaces de criar a los hijos como las mujeres. Pero la sociedad es bien injusta con nosotros: hay separados que son buenos padres y la ley no los protege en nada.

¿Te gusta la mujer ambiciosa en lo profesional?

Sí, porque obviamente deben desarrollarse en el plano que quieran y les cuesta mucho más porque tienen esa carga social de cuidar a los hijos y hacerse cargo de la casa. Además, en los trabajos se les paga menos por una función similar. Entonces, una vez que llegan a cierto nivel defienden, con todo, ese espacio y no están dispuestas a soltarlo.

¿Te parece que en esa lucha por ser felices en la pega las mujeres hemos perdido en otros terrenos?

Han cedido espacios, delegando ciertas cosas en sus maridos o parejas. Yo voy a las reuniones de apoderados de mis hijos y son muchos los papás que veo. Lo mismo pasa en las actividades deportivas del fin de semana. Está lleno de padres y antes eran mucho más las mamás. Los hombres hemos descubierto lo que significa estar presentes y nos ha gustado. Es una pelotudez perderse a los hijos; ese tiempo no se recupera. Es mucho más interesante acompañar y conocer a los hijos que limitarse a dictar las órdenes en la casa.

Los hombres que conoces, ¿se sienten cómodos en ese rol?

Depende de la generación. En la de mi papá, que tiene setenta, hay hombres a los que les duele o les pesa que sus mujeres sean más exitosas que ellos. Pero entre mis amigos, hay algunos que ganan lo mismo o menos que sus mujeres y no es tema. Igual sigue siendo duro cuando la mujer es la que hace el ciento por ciento del aporte familiar. Hay una cuestión cultural muy fuerte aún.

La función del hombre proveedor sigue siendo, para algunos, sinónimo de virilidad.

Lo realmente viril es generar una imagen paterna positiva y hacer que los hijos se conviertan en buenos padres y que cuando lleguen a adultos no les pase lo típico que es decir "a mí nadie me enseñó a ser papá". Eso se logra estando con ellos, conversando, compartiendo sus sueños y entendiendo que no son iguales a uno. No hay nada más viril que eso.

¿Eres papá mano dura?

No tanto, pero sí pongo reglas. La flojera para mí es un punto clave. Se puede tener acceso a los mejores colegios y universidades, pero lo único que te va a matar en la vida es ser flojo. Al gallo empeñoso nunca le va a ir mal. Exijo trabajo más que buenas notas.

¿Cuál es tu sistema?

Conozco a mis cabros, sé de qué son capaces y se los digo. Tengo un estándar con cada uno. Menos que su estándar significa que están flojeando y más, que están trabajando duro.

¿Les afecta que seas conocido y exitoso?

No, porque mis hijos tienen una personalidad tremenda. Son muy fuertes y seguros. Raimundo, de alguna manera, puede sentir esa comparación que se establece, pero también sabe defenderse solo y salir adelante, y es seco para la música y el skate. Dentro de su grupo es valorado por sus capacidades. Distinto sería con un niño con baja autoestima.

¿Te sentirías pleno dedicado exclusivamente a la crianza?

Me encantaría. De hecho, por el sistema de grabaciones de las teleseries, tengo cuatro meses al año durante los cuales estoy principalmente preocupado de mis hijos: los voy a dejar y a buscar al colegio y al jardín, les armo rutinas, como salir en bicicleta y comer helado, y los aprovecho al máximo. Cuando ese periodo termina, y debo volver a trabajar, la separación nos afecta a todos.

¿Eres cariñoso con ellos?

Sí. Soy de besos y abrazos. De tocarlos.

¿Tu papá era así de cercano?

No. Cuando yo era chico él trabajaba y viajaba mucho. Viví gran parte de mi infancia con mi mamá y mi abuela en un ambiente familiar muy unido. Recién nos acercamos e hicimos amigos cuando yo tenía 15 años. Pero, además, mi papá fue hijo de un refugiado español, que venía de una realidad muy sangrienta. Mi abuelo llegó a los 16 años a Chile y era un hombre súper severo. Con mi papá tuvo una relación muy dura y obviamente eso lo marcó en la forma de ser padre.

Tu hija se llama Milagros. ¿Por qué ese nombre?

Porque nos costó mucho tenerla. Antes de que naciera perdimos una guagua, así de heavy, y tuvimos una operación y fue horroroso, porque ya teníamos varios meses de embarazo y las posibilidades de embarazarnos de nuevo eran bien bajas. Cuando llegó la Milagros, no había otro nombre posible.

¿Cómo es tu relación con ella?

Es mi regalona. Me habla todo el tiempo, es histriónica y me maneja como quiere. Mi mujer dice que me manipula. Igual las mujeres se ponen celosas de las hijas. Llego a la casa y digo "hola mi amor" y me contestan las dos. Ese es el primer conflicto cuando llego.

Es la única mujer entre dos hijos hombres.

Y es totalmente distinta. Son así, mujeres, desde chicas. Mi hija se preocupa de que la ropa le combine, se enrolla con cosas completamente irrelevantes y su cabeza no tiene nada que ver con la de mis hijos, mucho más simples. Las mujeres son complejas, tienen más miedos, más preocupaciones.

¿Qué es lo que más te llama la atención de nosotras?

Se parecen mucho unas con otras, se visten muy parecidas. Como que quisieran pertenecer a cierta manada en vez de seguir un estilo propio. Una mujer ejecutiva se viste de cierta manera, se peina y tiñe el pelo de cierta forma y sigue un patrón muy concreto. Eso es muy divertido.

¿Qué te pasa con toda esa atención que acaparas de las mujeres? Tu ego debe estar en las nubes

No, no es algo que me importe. Aunque hayan cien gallas gritándome yme digan "galán", cuando llego ami casa me mandan a comprar el pan.

La pareja

Tu mujer te conoció cuando no eras ni actor ni exitoso.

Así es. Yo tenía 24 años y vendía poleras en el Parque Arauco.

¿Qué significa ella para ti?

Es mi compañera de vida, mucho más que mi mujer. Es la persona que me contiene y que me da refugio. La testigo de mis conflictos, de mis ataques de vanidad, de mis quejas porque me están saliendo canas y arrugas. Y cuando eso pasa, la miro y veo que estamos en la misma, y que estamos bien.

¿Y serás para ella también un compañero?

Yo creo.Noes fácil lo que se ha bancado: esta carrera de "galán" que a cualquier mujer le produciría inseguridad o celos. Y, en vez de luchar contra eso, he querido darle seguridad. Es fuerte, pero hemos ido avanzando y creo que la parte dura de la subida de la montaña ya la pasamos. Ahora estamos en un terreno plano y yo la estoy aprovechando mucho más.

¿Cómo ha sido ver a tu mujer convertirse en adulta, ser parte de sus cambios?

Una vez, pensando precisamente en eso, le pregunté a mi papá qué sentía él cuando miraba a mi mamá y me dijo: "No hay nada que me llene más en la vida que mirar a tu mamá a los ojos y ver que envejecemos juntos". Me pasa igual. Miro a mi mujer y ya no tenemos 20 años y estamos más unidos que nunca. La veo más mujer, dueña de su vida y su tiempo, y me encanta.

¿Has ido a terapia de pareja?

Sí, dos veces, y no porque hubiésemos tenido grandes problemas, sino porque me parece que es una buena manera de conectarse y redescubrirse. Uno va cambiando. No soy el mismo que hace 10 años ni hace cinco y mi pareja tampoco. Y la rutina, los hijos, el día a día, producen esa desconexión ante la cual hay que estar alerta.

Igual la terapia es un riesgo. Todo puede explotar.

Sí, pero también es válido descubrir que la persona que tienes al lado no es la indicada y terminar diciendo chao, hasta aquí no más llegamos.

Lo único seguro es que estar en pareja no es fácil.

No lo es, pero hay que pelearla. Mis papás llevan más de cuarenta años de matrimonio y hay lecciones que sacar de ahí.

¿Como cuáles?

Hay muchas parejas que no se toman el tiempo para resolver conflictos que se pueden superar. Nosotros estuvimos cuatro años separados, nos reencontramos, nos dimos cuenta de que nos seguíamos queriendo y ni nos acordábamos por qué nos habíamos separado. Fuimos unos pelotudos.

Eres un hombre de familia, pero no te has casado.

Me gusta la parte emocional de la familia y con mi mujer armamos una a base de amor, confianza y tolerancia. Nos basta con eso.

El trabajador

¿Cómo te defines: actor, artista?

Me considero un trabajador. Soy feliz con lo que hago en televisión. No me siento un intelectual, aunque admiro mucho a algunos actores de teatro. Hago lo que tengo que hacer, sin ansiedades.

¿Te consideras un buen actor?

No lo sé, pero me siento cotizado. Los canales y los directores reconocidos quieren trabajar conmigo. Sí me gustaría, dentro de la televisión, desarrollar un personaje con tiempo. Las teleseries se hacen tan rápido que siempre eres un poco tú. Sueño con hacer un papel, mirar el monitor y decir "ese no soy yo".

¿Cómo te proyectas profesionalmente?

No tengo ningún plan. Vivo un momento espectacular y no quiero sobrecargarme. Durante años luché por encontrar un lugar, por darle estabilidad económica a mi familia y en un minuto mi mujer me dijo: "Mira todo lo que tenemos: nuestros hijos, nuestra casa, y disfruta". Es lo que estoy haciendo.

¿Te costó soltar?

Me costó mucho, pero una vez que me fui de Canal 13 –en TVN me ofrecían un sistema más ordenado de trabajo–, y dejé el programa de radio Horizonte, comencé a disfrutar del ocio. Al principio estaba incomodísimo, sentía que estaba desperdiciando las oportunidades. Hoy entiendo que la riqueza es tiempo, no plata.

Entiendo que eres muy ordenado con las platas.

No puedo olvidar que soy actor y que con los años me van a llamar cada vez menos. He conocido a músicos extraordinarios de la época de mi papá que murieron en la pobreza. No quiero que me pase eso. De hecho, recién a los 40 años me compré mi primer auto cero kilómetros.

¡No! En la televisión debe ser bien difícil mantenerse austero.

Depende, pues. Si tu seguridad radica en un auto significa que tu vida es muy pobre.

¿Cómo estás viviendo todo lo que ocurre con La Polar?

Al principio fue muy fuerte. Lo pasé mal, muy mal. Me enteré cuando, parado frente a un kiosco, leí el titular de La Segunda. No entendía nada. Lo más duro fue que a mi hijo lo molestaron en el colegio. Dolorosísimo. Me quedaba contrato por un año, pero obviamente me fui. Y perdí, como muchos, parte de mis ahorros. Tenía acciones que hoy no valen nada. No quiero ser cómplice de lo que está pasando. La lección es que en publicidad de créditos y tarjetas no me voy a meter nunca más. Los responsables tienen que pagar.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.