Juegos Olímpicos de Tokio 2020: Los más feministas de la historia

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Al margen de lo deportivo, los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, sin duda, fueron especiales. No solo estuvieron marcados por una de las crisis sanitarias más devastadoras de la historia -obligando a suspender el evento en 2020-, sino que reflejaron sensibilidades y narrativas que nos muestran, una vez más, que estamos frente a un momento de cambio. Así, en el evento deportivo que duró un poco más de dos semanas y que contó con la participación de casi 12 mil deportistas, hubo hitos relacionados a la salud mental y una mayor tendencia hacia la sororidad, el compañerismo y la equidad de género.

“Los Juegos Olímpicos son un espejo de las pulsaciones de la sociedad, reproducen tendencias, conflictos y situaciones culturales. Lo deportivo es lo principal, pero sobresalen también otras cuestiones que van en consonancia con el espíritu del tiempo y que se refieren a cómo se piensa o se articula en este momento”, analiza Emilio Fernández, director del Centro de Estudios Olímpicos de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en El Diario.es de España. Por eso, no es de extrañar que en una cita mundial con tanta visibilidad, los y las deportistas hayan querido hacer eco de esas sensibilidades. Y es que -más allá del espíritu deportivo que caracteriza a esta competencia- los valores y éticas del feminismo aparecieron como nunca antes.

“Los movimientos feministas han sido fundamentales para impulsar este mensaje importante que salió en estos Juegos Olímpicos. Antes, a principios de los ‘90, era impensado que se hablara de salud mental o se visibilizaran comunidades. Ahora, la sociedad está avanzando y el deporte tuvo que subirse a ese carro”, explica la ex tenista profesional y periodista deportiva, Macarena Miranda. “Además, estas nuevas generaciones de deportistas, que tienen entre 20 y 30 años, han sido fundamentales porque saben que pueden generar cambios positivos y eso es súper importante. Los deportistas no solo te representan en las competencias, sino que son referentes y visibilizan problemáticas transversales”, agrega.

Salud mental

Fue, probablemente, la gran sorpresa de la cita olímpica. Cuando todo el mundo se preparaba para ver a una brillante Simone Biles, la gimnasta de 24 años se retiró de la final por equipos e individual all around. ¿La razón? “Desde que entro al tapiz, estoy yo sola con mi cabeza, luchando contra mis propios demonios (...) Debo hacer lo que es bueno para mí, concentrarme en mi salud mental y no comprometer mi salud y mi bienestar”, declaró.

La presión y estrés de estos Juegos Olímpicos le estaba pasando la cuenta. Aún así, días después, Biles volvió al tapiz. Esta vez para competir en la barra de equilibrio, donde ganó medalla de bronce para su país. “Realmente no sé cómo me siento en este momento. Sólo quiero volver a casa y concentrarme en mí misma. Debo estar bien con lo que ha pasado estos días”, decía. “Sé que algunos de nosotros estamos pasando por las mismas cosas, y siempre se nos dice que lo superemos, pero todos somos mayores ya y podemos hablar por nosotros mismos. Al fin y al cabo, no somos solo entretenimiento. Somos humanos, y hay cosas que suceden entre bastidores que también intentamos ajustar con el deporte”, reflexionaba Biles.

Como nunca antes, la salud mental de los deportistas de alto rendimiento apareció en la esfera olímpica. Se trató, en muchos casos, de gritos de ayuda que comenzaron a amplificarse. La tenista japonesa Naomi Osaka, número dos del ranking mundial y quién ha comentado públicamente sus largos períodos de depresión, también alertó sobre este agobio por obtener buenos resultados en su actuación. “Definitivamente siento que había mucha presión en esto. Creo que es quizás porque no he jugado antes en los Juegos Olímpicos y para ser el primer año fue demasiado”, decía.

En lo local, el Team Chile tampoco quedó ajeno al fenómeno. Probablemente, uno de los momentos más impactantes fue el protagonizado por el pesista Arley Méndez que, luego de quedar descalificado de la competencia, anunció su retiro. Además, el deportista confesó estar lidiando con dolores físicos y una depresión, que lo llevó a consumir marihuana para dar positivo en el test de doping. “Voy a dedicarme a otras cosas, a salir adelante, pero pesas no voy a hacer más. Son meses que estoy cansado de esto, estoy sufriendo, con mucho dolor, depresiones y no aguanto más”, explicó Méndez.

Pero, ¿por qué este tema estalló con fuerza en esta versión? Para la ex maratonista olímpica y diputada, Erika Olivera, gran parte de la respuesta está en la crisis sanitaria. “Es un momento especial, dado el contexto a nivel mundial que ha permitido que algunos deportistas comenten públicamente sus problemas de salud mental. Eso hay que valorarlo, porque son personas que nos están diciendo que, en algún momento, no lo han pasado bien. Como ex deportista, me puedo imaginar y entender lo que les ha costado porque, en un año donde sabes que tienes un evento importante y no te puedes preparar como necesitas, todo es más complejo y eso arrastra otras situaciones. En esas declaraciones hay un llamado de ayuda y eso nos tiene que poner a nosotros en estado de alerta porque, detrás de cada deportista, hay personas que sienten y que tienen problemas que viven solos”, manifiesta.

Por eso, la psicóloga deportiva de la Clínica Meds, Paula Ortiz, valora que el tema se ponga sobre la mesa. No solo para que se erradiquen los mitos en torno a la salud mental, sino para que el país invierta en profesionales en el área. “Poco a poco se ha podido ir normalizando y mostrando que los deportistas de alto rendimiento son seres humanos. Que, como todos, no están bien el 100% del tiempo, que pueden tener dudas y que están bajo una fuerte presión por el logro. Ahí es donde aparece el trabajo de los psicólogos, que pueden ayudar a manejar la incertidumbre, la ansiedad, fortalecer la autoconfianza y desarrollar la resiliencia”, dice y agrega: “Todos los deportistas deberían tener ese trabajo porque es un tercer elemento. Cuando ya llegan a un nivel, todos los competidores son similares físicamente. Lo que hace la diferencia es lo psicológico. Es cosa de ver lo que pasó en la carrera eliminatoria de los 1.500 metros de atletismo, donde Sifan Hassan se cayó y fue impresionante cómo su cabeza hizo que corriera los últimos 400 metros en menos tiempo que una serie normal, y logró ganar. ¿Es ella muy excepcional? ¿O es su cabeza la que la impulsó a no rendirse?”.

Compañerismo, más que competencia

Otro tendencia que caracterizó a los Juegos Olímpicos 2020 fue que primara el compañerismo por sobre la competencia. Una de las imágenes que dio vuelta al mundo fue el abrazo de Mutaz Essa Barshim de Qatar y Gianmarco Tamberi de Italia, luego que ambos decidieran compartir el oro olímpico en la prueba de salto con altura. Un podio que, en atletismo, no se compartía desde 1912.

Pero también, en la cita de los anillos, hubo muestras de sororidad. Y es que no podía ser de otra forma a la luz de las estadísticas. Según los datos del Comité Olímpico Internacional (COI), en esta edición de los JJ.OO., se logró una participación prácticamente paritaria, con un 49% de deportistas mujeres.

Así, el compañerismo femenino quedó demostrado en la final de triple salto cuando la atleta venezolana, Yulimar Rojas -ganadora de la prueba y récord del mundo-, celebró abrazando con emoción a su compañera española, Ana Peleteiro, que sacó el tercer lugar. “¿Es esto consecuencia de un mundo más feminista e inclusivo? ¿De un deporte que deja de moverse según los códigos de la masculinidad hegemónica? Las imágenes nos hacen creer que sí”, analiza la periodista Patricia Moreno en Vogue España.

Pero esa no fue la única escena sorora que se pudo apreciar en Tokio 2020. Cuando la nadadora sudafricana, Tatjana Schoenmaker, logró un nuevo récord del mundo en 200 metros pecho, no celebró sola. Fueron sus rivales en el agua las que la acompañaron a festejar.

Visibilización LGBTIQ+

Otra de las temáticas que apareció en los Juegos Olímpicos de Tokio fue la visibilización de la diversidad sexual y de género. El británico Tom Daley, de 27 años, fue un ejemplo de aquello en sus declaraciones, tras ganar el oro olímpico en la prueba de saltos de trampolín. “Estoy increíblemente orgulloso de decir que soy un hombre gay y que también soy un campeón olímpico. Me siento empoderado porque cuando era más joven pensaba que nunca podría conseguir nada por ser quien era”.

Quien también alzó la voz fue la atleta y lanzadora de la bala estadounidense, Raven Saunders. Esta vez, fue en el podio de la premiación, cuando cruzó los brazos en forma de X, sobre su cabeza, para visibilizar “la intersección en la que se encuentran todas y todos los que están oprimidos” y “dar luz a toda la gente del mundo que lucha y que no tiene una plataforma para hablar por sí misma”.

“Estas son las historias que debemos conocer. El deporte también da eso, una bandera de lucha, porque además los atletas son referentes para niños y niñas que los necesitan. Esos deportistas, que representan a una comunidad, ayudan a visibilizar y generan un efecto positivo en las personas que son tratadas de manera diferente por una sociedad que no los sabe entender y aceptar aún”, finaliza Macarena Miranda.

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