El hombre que hizo ladrar al Cardenal
Durante dos semanas seguidas tuvo a todo Chile comentando los ladridos del cardenal Jorge Medina en su late show. Para algunos divertido, para otros una trampa. La pregunta es cómo Julio César Rodríguez logró que su invitado se prestara para tan insólita performance. La respuesta: usando la misma fórmula con la que ha conseguido todo lo que se propone. Insistiendo y seduciendo, sin renunciar jamás.
En 2001 –cuando era editor general de LaNación Domingo, hacía periodismo duro, se vestía de negro y despreciaba todo lo que oliera a frivolidad– un amigo le dijo "oye, tú eres figura, tienes que trabajar en la tele y casarte con una miss Chile". Dicho y hecho. Diez años después, Julio César Rodríguez (41) es el amo y señor del late show nacional con su programa del cable Síganme los buenos, que cosecha golpes y cuenta con un modelo de gestión en el que él es socio y no empleado. También opina de actualidad y todo lo demás en el matinal del 13, y ya cumple cuatro años en radio Bío Bío. Y la guinda de la torta: terminó casado con la ex miss Chile 1998 Claudia Arnello, con quien tiene una hija de 18 meses (tiene otros dos: Joaquín, de cinco años, producto de su relación con Francisca García-Huidobro, y Felipe, ya veinteañero).
Como si fuera poco, es uno de los dueños de Carnes Morandé, el sueño de cualquier chileno bueno para el asado.
JC, así le dicen, se baja de su Alfa Romeo, tira la chequera sobre el asiento delantero, cierra la puerta del auto, le echa la talla al cuidador, camina a paso firme con su cortavientos Prada sobre sus zapatillas Skechers con plataforma (las mismas que promociona la chica reality Kim Kardashian), entra a un café y todos lo miran. JC la hizo. JC es ciudadano ilustre de su natal Hualpén y, recalca, "fui nombrado antes que el seleccionado de fútbol Gonzalo Jara y Los Bunkers". JC es el emblema del chileno que quiso y pudo. Y eso lo tiene más que satisfecho. ¿A quién no?
Con esa seguridad es que a principios de mes, y en medio de la crisis de la Iglesia por el caso Karadima, hizo ladrar al cardenal Jorge Medina, mientras de fondo sonaban los acordes de Pluma Gay. JC se demoró cinco años en conseguirlo. Un triunfo más en su lista.
Uno podría definirte como un meritócrata. ¿Te sientes así?
Sin duda. Soy el cabro de Hualpén que estudió y le fue bien; que tenía ciertos talentos y pudo llegar a un lugar sin que sus papás tuvieran lucas, ni red social ni pitutos. Me fui construyendo como un niño que hoy podría estar en la plaza de Puente Alto comiéndose un completo en una fuente de soda.
¿Y qué habilidades te ayudaron a salir de esa plaza?
Darme cuenta, ser consciente. Tengo súper presente el instante preciso: estaba en primero medio, tenía 13 ó 14 años, y me paré en la esquina de mi población en Concepción, miré a mi alrededor y me di cuenta de que si no salía de allí terminaría manejando un taxi. Era una certeza, no una intuición: tenía que estudiar o no llegaría a ningún lado. Tuve la suerte de estar en un buen colegio, el San Pedro Nolasco. Me becaron porque jugaba bien fútbol. Y estudié y fui mateo. Se dice que eres capaz de convencer a otro de cualquier cosa. Ese también es un talento. Ha sido mi manera de ganar un espacio. Cuando chico no tuve dinero para decir "denme eso" y me las ingenié a pura seducción. Creo que es una habilidad fundamental en la vida.0 Cuando no quieres seducir te estancas: todos los días hay que seducir a la pareja, al jefe, a tu equipo. Soy un buen seductor, porque lo trabajo y porque para hacer las cosas que he querido hacer siempre he tenido que convencer a otros.
¿Te sientes legitimado por el hecho de que te vaya bien económicamente? Eso suele asociarse al éxito.
Esa imagen social está y no me interesa cambiarla. Quiero tener los zapatos más ricos, el mejor plan de salud, un buen auto y no tengo complejos. Lo material es importante para la realización personal. Si quiero hacer un late en el canal 108 del cable, nadie me va a financiar. Gasté 40 años de mi vida seduciendo y poniendo caras, y un día dije: "No más, quiero tener las lucas para hacer mi late show y decirle al gerente de un canal vámonos a media con las utilidades". No quiero que llegue un jefe al que no le caiga bien, me eche y se termine todo lo que construí.
¿Eres aspiracional?
Soy aspiracional porque aspiro a hacer cosas y estar bien. Y vuelvo al principio: primero caché que si no estudiaba iba a ser penca. Luego caché que si no estudiaba y no era el mejor iba a ser penca igual. Y finalmente caché que ser el mejor no bastaba. Que tenía que relacionarme bien y buscar equipos.
Eso de "relacionarse bien" suena agotador. Escuchar, conversar, ir a la comida, sonreír… Un trabajo non stop.
Es que yo no soy de ir a la comida. Si además fuese a la comida, ya estaría en Nueva York.
¿Ese es tu talón de Aquiles?
Absolutamente. Soy malísimo para el eventismo-leninismo. Ese es el lado que me queda del resentido. Finalmente soy provinciano y entre irme a tomar un shop a Las Lanzas o ir a un evento en Alonso de Córdova, tiran mis amigos y la Plaza Ñuñoa. Todos juran que tengo una movida vida social, pero hace años que no voy a un lanzamiento y cuando voy es por afecto. Me llegan las invitaciones de las zapatillas onderas, de las carteras y las joyas, y no voy a nada. Nunca me vas a ver en las sociales.
¿Te sientes en corral ajeno?
No. Creo que estar y no estar me mantiene en forma y es seductor eso de pertenecer y no pertenecer. En TVN siempre me criticaban que no tenía estacionamiento ni tampoco usaba la oficina. "Llevas cinco años acá y pareciera que estás de paso y eso te va a pasar la cuenta", me decían. Y es lo que siento siempre: que estoy de paso.
Has transitado por el periodismo duro, la izquierda alternativa, la farándula y quién sabe cuál es la próxima parada. Se hace difícil situarte en un lugar. ¿Dónde te posicionas tú?
Mi ADN es altamente pop. Soy de los que critica a McDonald's con un Cuarto de Libra en la guantera del auto. Y filo. No soy el tipo del panfleto. Qué lata serlo.
Pero en tu época de La Nación Domingo fuiste bien panfletario. De criticar, incluso, a quienes trabajaban en televisión.
Estaba muy equivocado. Cuando terminó mi trabajo en La Nación me di cuenta de que había sido un imbécil, de que yo no iba a cambiar el mundo, ni el periodismo ni era héroe de nada. Me viví cincuenta mil historias pencas por estar ahí. Me reventaron las ruedas del auto, tuve a Carabineros cuidando de mi seguridad después de un reportaje sobre el Comando Conjunto, dormía en el diario para hacer periodismo, me pateaban las pololas… ¿Para qué, para quién? Para nada. El diario vendía 40 mil ejemplares: menos de un punto de rating.
Los ladridos de Medina y la TV
Pop y seductor. Así se comporta en su late Síganme los buenos; el único sobreviviente del género después de que en 2010 la televisión registrara un boom de este tipo de programas (estaban al aire las propuestas de Franzani en TVN y Schiappacasse en el 13). Julio César entrevista a las Lulis, las Angies y Tanzas con la misma soltura con que se enfrenta a un político o a un escritor. Les saca declaraciones golpeadoras. Consigue que rían y lloren. Incluso que ladren, como el cardenal Medina. El impactante episodio fue reproducido por varios medios –entre ellos El Mostrador y El Dínamo–, y recogido por Carlos Peña en su columna dominical de El Mercurio. Son los alcances del pop estilo JC.
Para entender la jugada hay que retroceder a 2006, cuando entrevistó al prelado por primera vez en su criticado late La tele o yo, en TVN. A través de una periodista del equipo se enteró de que, frente a sus más íntimos, el religioso lucía sus dotes de imitador de perros y, al aire, y logró que "me hiciera solo unos tímidos guauguau", cuenta. Sin alcanzar por completo su objetivo, pero empeñoso como es, esperó paciente su segunda oportunidad.
Imagino que la intención era reírse de Medina.
En el programa nos reímos de la gente, pero en buena. Muchos dicen que abusamos, pero no fue así. Nosotros hacemos un esfuerzo todos los días por hacer un show, no sólo una entrevista.
Más bien pareció una trampa. De verdad, ¿crees que él entendió que era parte del show?
Sí. Cuando terminó la canción y se fue caminando con su bastón me dijo: "harto buenos para el chuleteo salieron ustedes". Fue en un contexto de una entrevista de una hora y media, en la que se le preguntó de todo y pudo hablar de todo. Algunos se rieron y otros pensaron que se nos pasó la mano.
O sea que él se fue contento del programa.
Sí, feliz. Me dijo que fuera a verlo a su casa y le llevara charqui, porque no come cosas dulces. Yo le propuse llevarle un vinito, ya que se toma una copita diaria.
Hablemos de en qué está la televisión. ¿Cuál es tu opinión del momento por el que atraviesa?
Pasa por un momento clave. La pregunta es para quién hacemos televisión. Los que hacen televisión tienen gustos muy de elite y están en la lucha permanente entre lo que les gusta a ellos y lo que quiere el público. Mi opinión es que hay que ir hacia ese ciudadano y hacer lo que le gusta. El caso más representativo es Chilevisión, que ha entendido muy bien lo que significa hacer televisión abierta y tiene una programación popular, sin complejos, desde las seis de la mañana en adelante.
Una televisión con buena sintonía, pero mala reputación. Es denostada constantemente.
La crítica viene de quienes hablan de "televisión de calidad". ¡Qué es eso! ¿Es cine, son planos preciosos, es una investigación periodística de un año que pierde en rating frente a una entrevista a Fabrizio?
Dime tú pues.
No lo sé. Pero tengo claro que la televisión es una industria, no es nada importante, es un producto más en el que trabajo. Se le da una responsabilidad social que no tiene. Del rating puedes hacer diez lecturas: decir que es pésimo, porque fomenta la tele mala; decir que es bueno, porque por fin democratizaron los contenidos en la tele, etc. Es una discusión que no tiene fin. Pero sí aprendí que las cosas que me gustan no tienen nada que ver con los gustos de la mayoría y que no puedo ser tan egocéntrico ni tan vaca para no entenderlo. Hago mi late en el cable porque muchos de los invitados que me interesa llevar no tendrían ni dos puntos de rating en la tele abierta.
En Estados Unidos hay figuras como Oprah Winfrey y Martha Stewart que hacen programas, lanzan libros, producen películas… ¿Por qué crees que Don Francisco y Cecilia Bolocco no han crecido en esa dirección?
Porque no tienen los mismos talentos. Don Francisco no es Oprah. Ella es una mina iluminada. Hace siete años entrevistó a Obama y dijo al aire que, si no lo mataban antes, sería el próximo Presidente de Estados Unidos. Don Francisco es un buen comunicador latino. Tampoco creo que les importe o motive ir hacia allá. Pero con la que sí me he reconciliado cada vez más es con la Cecilia Bolocco.
Ella aún debe odiarte por esa crónica que escribiste hace años en LaNación sobre su supuesto romance con Paulo Coelho.
Lo escribí y era verdad. No la quería perjudicar. Pero hoy me reconcilio con ella porque es un ícono de este país. Puedes contar la historia de Chile a través suyo: la dictadura, la transición, el Chile frívolo de los 90, etc. Y su matrimonio con Menem es heavy. A ella me gustaría hacerle una gran entrevista.
Chile, Piñera y MEO
Durante esta entrevista, Julio César estuvo gran parte del tiempo pendiente de lo que ocurría con su celular: que si sonaba, que si le llegaba un mensaje. Pero, a diferencia de lo que podría pensarse, y a diferencia de lo que ocurre con gran parte de la fauna televisiva, no tiene twitter ni facebook. Argumenta razones ideológicas. "Es mi forma de rebelarme frente a la agenda que impone la elite. Por ejemplo, estoy en contra de HidroAysén. Pero nadie se pone de acuerdo en twitter o en facebook para defender la dignidad de los más pobres, y se convierten en temas ciudadanos asuntos que le interesan a la elite".
Apoyaste la campaña de tu amigo Marco Enríquez-Ominami. Hoy algunos lo dan por muerto políticamente. ¿Cuál es tu diagnóstico?
Le va a costar pararse, porque dentro del descreimiento de la gente también entró él. Marco dejó de ser él cuando, en la recta final, apoyó a Frei. Pero creo en él más allá del candidato. Creo en lo que piensa y en lo que hace. Hay que reconocerle que, durante su campaña, puso sobre la mesa los grandes temas de hoy: la reforma tributaria, el conflicto de la educación, los temas valóricos y medioambientales, incluida su oposición a HidroAysén. Con su mirada pop, con su señora en la tele, podría haber sido un cero a la izquierda. Pero no. Él la hizo y se va a rearmar.
¿A qué atribuyes la baja de Piñera en las encuestas?
La gente le castiga ser el ícono de esta sociedad tan injusta. Chile es un país muy injusto para todos, no sólo para los más pobres. Para el profesional joven es un país de mierda. Es para morirse de susto tener 30 años, tener un hijo y andar pendiente de perder la pega o enfermarse. Aquí se paga impuesto a la bencina, se paga el estacionamiento, el TAG; te venden unas flores malas, las cosas no tienen valor en sí mismas, sino el precio que determinan unos pocos. Estamos llegando a un momento en que los ciudadanos se preguntan dónde están las lucas, dónde está el buen vivir. Y también pasa que vivimos muy hacia afuera y poco para dentro.
Tú mismo vives harto para afuera. Trabajas 12 horas diarias hablando, entrevistando, haciendo show.
Pero todos los cambios que he hecho en mi vida han sido porque he parado y he pensado en qué quiero. Durante los 10 últimos años he trabajado para ser feliz. No hacer lo que quieres te descorazona. Hoy me levanto en la mañana y todo lo que hago me gusta a mí y también a la gente. Estoy en mi onda. Soy mi propio mecenas. Hago lo que quiero.
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