Juzgar. Intencionalmente o no, siempre estamos juzgando. Pareciera que lo hacemos de manera automática, sin tomar conciencia afinamos un ojo crítico, dispuesto a liquidar a quién haga o diga algo distinto de lo que esperamos. Muchas veces asumimos el papel de jueces de situaciones que experimentan los demás, sin que nadie haya pedido nuestra opinión. Lo hacemos porque creemos que siempre podemos opinar, sin siquiera cuestionarlo. Es mi derecho y ya está.

Aparece una liviandad en cancelar, funar, despreciar, denostar a quien dice, hace, no dice o no hace.

Tenemos muchos ejemplos de juicios sobre lo que las personas públicas han hecho y ha aparecido un huracán de críticas porque “yo no lo habría hecho así”. Ocurre que sólo leyendo un titular, una cuña, aparece una masa iracunda a criticar lo que esa masa no habría opinado o hecho.

Que por qué expuso su enfermedad, que por qué ventiló su intimidad, que por qué dijo lo que dijo en un diario de alta circulación, una opinión que jamás habría emitido.

Los casos son muchos y las redes sociales se han ido instalando como la plaza pública donde te lapidan por no opinar lo que tú opinas. El matonaje virtual empieza a instalarse para quedarse y detrás de un arroba, soy pensamiento hablado.

Juzgo, tuiteo o posteo, y sigo con mi vida. No mido el alcance de mis palabras, total, no es tan grave y es lo que yo creo que el otro tiene que decir o hacer. Y se equivocó y he de enrostrárselo, etiquetándolo, para que se entere.

Lo peligroso de hacer esto es que en general no juzgamos lo que las personas hacen, si no que lisa y llanamente juzgamos a las personas, sin medir que a esa persona le pueda doler o pueda sufrir con lo que estás juzgando.

¿Por qué hacemos esto? Hay muchas respuestas posibles, pero me gustaría detenerme en tres. La primera, es que solemos frustrarnos por saber expresar en mis espacios privados con las personas indicadas, lo que sentimos. En segundo lugar, nos cuesta expresar nuestras opiniones frente a muchas personas por miedo a, precisamente, lo que yo mismo provoco. Ser cancelado, funado, criticado porque sí. Como tercer punto, muchas veces tenemos poca capacidad de autocrítica y dificultad para ponernos en los zapatos de otros ¿Cómo se puede sentir ese otro con mi juicio?

Sostengo que las expectativas que tengo respecto de los demás casi nunca se cumplen, porque mi juicio, que refleja mi manera de ver el mundo, tiene que ver con mi historia, con mi biografía, con quién estoy siendo hoy.

Puede que esta columna no te parezca y tengas mucho que decir sobre ella, que hubieras escrito otra cosa, y por supuesto que sí, ¡un gran sí! Somos distintos, pensamos distinto, incluso actuamos distinto, sin embargo, ambos co-construimos el mundo en el que vivimos y creo que el camino de la conversación con respecto pareciera ser el más sano y viable para constituirnos como sociedad.

Quisiera terminar citando a Humberto Maturana en su libro “Emociones y lenguaje en Educación y política (2002) “En otras palabras digo que sólo son sociales las relaciones que se fundan en la aceptación del otro como un legítimo otro en la convivencia, y que tal aceptación es lo que constituye una conducta de respeto”.

* Dominique es Psicoterapeuta -sistémica, centrada en narrativas- y magíster en ontoepistemología de la praxis clínica. Se desempeña como docente universitaria y supervisora de estudiantes en práctica. Atiende a adultos, parejas y familias. Instagram: @psicologianarrativa.

Lee también en Paula: