Paula 1250. Sábado 5 de mayo de 2018.

El domingo 22, poco antes del partido de Copa América, en que Chile derrotó a Argentina por 4 goles a 0, Bernardo Araya se reunió con su hija, la mediocampista Karen Araya, en Coquimbo. Le dijo que quería que hiciera un gol: "Pégale al arco". Pero en el minuto octavo, Karen vio que tenía la posibilidad de hacerle un pase a su amiga Camila Sáez, desde un tiro de esquina, y no dudó. Habían ensayado la jugada, pero no les había resultado.

"Le decía: 'Soy pava tú. Te digo que vayas ahí, porque ahí va a caer la pelota'. Ella respondía: 'Es que el profe me dice otra cosa'. Yo insistía: 'Probemos', y cuando llega ese momento, pateo y veo que ella entra y mete el gol. Lo único que atiné fue a decirle: '¡Te lo dije!'; ella me abrazaba y me decía: '¡Sí, sí, sí!'".

Karen no anotó ninguno de los cuatro goles, pero fue una fuerza movilizadora fundamental. El entrenador dijo al terminar el partido que ella era uno de los pilares del equipo y por redes sociales sus admiradores la apodaron "motorcito". Ha estado en la selección femenina desde su creación en 2006 y es una de las pocas que jugó cada minuto de los partidos de esta Copa América. Dos días después del certamen, en entrevista con Paula a horas de viajar a Brasil donde jugará por primera vez como una profesional con sueldo, dice que aún no concibe la felicidad que siente.

Infancia en las canchas

Karen Araya recuerda que pasó la infancia jugando fútbol con su papá en las canchas de Puente Alto. Jugaba también con sus hermanos, con sus incontables primos, con su mamá, Nelly Ponce, y con las vecinas. Varias navidades lloró porque le regalaron una muñeca. Todo lo que anhelaba era su propia pelota. Se imaginaba que en el futuro jugaría como sus admirados Zinedine Zidane y Arturo Vidal y que ganaría suficiente para ayudar a su familia. No sabía que a las mujeres en Chile no les pagaban. "Pensaba que era igual que los hombres", revela.

–Mi papá cuenta que cuando tenía 3 años, él me ponía en el arco a jugar con él. De ahí, que recuerde, siempre estuve metida en las canchas. Y después me inicié jugando con mi mamá, en un equipo que armó ella con sus vecinas.

¿Cómo era para tu mamá? Armar un equipo de mujeres debió ser aún más difícil que ahora.

Vivíamos en El Volcán, en Puente Alto, en un barrio de una situación muy mala, pero había señoras a las que les gustaba jugar, entonces como a mi mamá le gustaba mucho el tema y yo jugaba con mis hermanos, porque siempre jugué con hombres, mi mamá un día dijo: "No poh, deberíamos invitarla a jugar con nosotras". Ahí se creó el equipo Las Mascotas, porque decían que yo era la mascota del equipo.

¿Había otros equipos de mujeres en El Volcán?

Sí, varios. Íbamos a todos lados a jugar y había campeonatos de los barrios.

¿Tu papá nunca te hizo sentir que el fútbol era cosa de hombres?

No, a él le encantaba que jugara. Me enseñó cosas también. Me recalcaba que era un juego, porque soy picota. Me gusta ganar hasta en el cachipún y si pierdo, me enojo, entonces, él me decía que este juego tenía otros valores: conocer a otras personas, otro mundo y que yo tenía talento.

Las primeras lágrimas

Durante su infancia, Karen pasó por varios colegios particulares subvencionados de Puente Alto, pues sus padres se cambiaban continuamente de casa. Aunque ella trataba de mantener su secreto, siempre había algún compañero que sabía que era buena para la pelota y la invitaba a jugar con los hombres, en los recreos. Algunas de sus compañeras se entusiasmaban y con ellas armaba equipos de mujeres. Otras, la miraban con desprecio y la insultaban.

–Me decían ahombrada, me ponían sobrenombres. Yo trataba que me rebotara, pero cuando llegaba a la casa le decía a mi mamá: "Pucha, me dijeron esto…", y había días en que estaba sensible y lloraba. Ella me tranquilizaba diciéndome que eran cosas que pasaban, pero que no dejara de hacer lo que me gustaba.

¿Tuviste ese grupo de amigas de colegio, con quien compartir fiestas y primeros romances?

Tenía buena relación con ellas, pero me decían, por ejemplo, después del colegio vamos a comer algo y no podía porque me iba a entrenar. O me decían que nos juntáramos el fin de semana y tampoco podía, porque tenía partido o prefería pasarlo con mi familia. Tenía buenas amigas, pero en las horas de colegio. Con algunas todavía hablo, pero mis amigas de la vida son las que están ligadas al fútbol.

¿Sientes que el fútbol te salvó de otro destino? ¿Era común en tu barrio el embarazo adolescente?

Le decía hace poco a mi mamá que veía a mis compañeras en Facebook y estaban todas con dos o tres hijos y yo estaba recién armando mi carrera en el fútbol, yéndome a jugar al extranjero "¿Te imaginái si no hubiese seguido con el fútbol? Quizás nunca habría cumplido mi sueño de jugar en el extranjero y estaría con tres cabros chicos", le dije.

¿Ahora, tienes pareja?

No tengo tiempo. Se hace difícil. Cuando estaba en el colegio, podía tener un pololo porque veía a mis compañeros todos los días, pero después del colegio no tenía tiempo y al final se aburrían. Nunca me enamoré al punto de decir: "Voy a dejar todo por esta persona". Si me dan a elegir entre el fútbol y una persona, siempre voy a elegir el fútbol.

Zapatos rotos

Karen cuenta que los recursos de su familia siempre fueron escasos. Su padre, soldador, trabajaba esporádicamente y pasó por largos periodos de cesantía, y su madre recibe un salario mísero en un jardín de la Junji. Sin embargo, siempre se las arreglaron para estimularla a seguir desarrollando su talento deportivo, aunque las perspectivas de que pudiera vivir de él eran remotas. Nunca le pidieron que buscara trabajo en otra cosa. Si faltaba para comer, eran los adultos los que pasaban hambre. Pese a los resguardos paternos, Karen soportó grandes sacrificios para desarrollarse como jugadora.

–Salía de mi casa a las 6:30 de la mañana para ir al colegio, después me iba a entrenar y llegaba a mi casa a las 11 de la noche. Mis estudios eran en el Metro, en la micro. Tenía que parchar los zapatos con cinta adhesiva o conseguirme plata para ir a entrenar.

Un entrenador que vio a Karen jugando con Las Mascotas, la fichó para un equipo femenino formal, después pasó a la selección de Puente Alto y finalmente fue llamada a la selección nacional. En 2008 tuvo que congelar su último año en un colegio técnico profesional y no pudo titularse de contadora, para dedicarse a los entrenamientos del Mundial que se jugó en Chile. Terminó el cuarto medio en un liceo humanista y después ingresó a la Universidad Andrés Bello a estudiar Educación Física. Hasta entonces, como futbolista profesional, solo recibía ayuda económica para los pasajes y para comprarse zapatillas.

–Cuando se formó la selección, y llovía, nosotras no parábamos. Si viajábamos, teníamos que dormir en el suelo, en colchonetas delgadísimas. De repente pasábamos frío y hambre. Creo que todas las que estamos hoy en día en la selección es que realmente amamos el fútbol, porque nada nos detuvo. Creo que ningún hombre pasaría por lo que nosotras pasamos.

¿No lo soportarían?

Un hombre futbolista profesional se va de la selección si no tiene dónde descansar. A ellos los llevan a los mejores hoteles de Europa y nosotras, cuando viajábamos, nos quedábamos en colegios. Tenía que estudiar, trabajar y entrenar al mismo tiempo. Feliz lo volvería a hacer de nuevo. No tengo ningún problema, pero sí es sacrificado y no es justo.

La fuerza que tiene cree, le viene de sus padres y sus hermanos, que nunca la dejaron abandonar el juego. "Siempre hemos tenido la rutina de desayunar o almorzar juntos al menos una vez el fin de semana. Y en las noches, mis papás me esperaban despiertos, me servían un té y me preguntaban cómo estuvo el día. Muchas veces llegué con ganas de mandar todo a la cresta. Me desahogaba con ellos, pero después seguía adelante", dice.

Al terminar el partido del domingo, Bernardo Araya se abalanzó a los brazos de su hija. Le dijo cuán orgulloso estaba de ella y se olvidó del gol que le había pedido.

Jadue, Bachelet y la selección femenina

Karen Araya ha estado continuamente en la selección femenina chilena de fútbol y afirma que los periodos de auge y caída se pueden identificar claramente con ciertos liderazgos.

El Mundial Femenino de Fútbol que se jugó en Chile en 2008, ¿fue un hito importante?

Sí, fue como un boom y después desapareció. El apoyo de la Presidenta Michelle Bachelet fue importantísimo porque ella nos apoyó un ciento por ciento y creó los estadios en los que se jugaron los partidos, incluido el de Coquimbo. El problema fue que después del Mundial, ya nadie se acordaba que había existido.

¿Crees que influyó en eso la salida de Harold Mayne-Nicholls y la crisis de la ANFP?

Sí. Mayne-Nicholls ayudaba mucho al fútbol femenino. Nos llevaba a giras, a partidos internacionales que es lo que un deportista necesita antes de la competencia. Cuando salió, desapareció todo. Con (Sergio) Jadue nosotras nos fuimos a la quiebra. Realmente, cuando él llegó, desapareció el fútbol femenino.

¿Cómo superaron ese momento?

Cuando anunciaron que esta Copa América se jugaría en Chile, yo decía para qué, si va a pasar lo mismo que pasó en el Mundial (de 2008), pero me encontré con una gran sorpresa, una linda sorpresa, porque la ANFP estuvo dispuesta a cualquier cosa para que las cosas salieran bien, para que nosotras tuviéramos una muy buena preparación. Ellos se pusieron la camiseta con el fútbol femenino. En la ANFP hubo un cambio rotundo.

¿Y eso también es tras la salida de Jadue?

Sí. Creo que el cambio fue importante para nosotras porque al final no tenías que pelear con la ANFP y estar preocupada del partido, como antes; sino que tenías que estar preocupada solo de los partidos y no de la gente de la ANFP o del directorio. La ANFP se portó súper bien en general, antes, durante y ahora, después de la Copa también.

¿Qué cambios concretos se generaron?

Cambiaron, por ejemplo, la indumentaria, la ropa, nos apoyaron en la locomoción. Pagaron los pasajes y la estadía de las jugadoras que estaban en el extranjero. No nos pagaron sueldo, pero nos regalaron zapatos, aparecieron los auspiciadores, que en este caso era Nike, que trajo ropa de mujer que antes no existía.

¿Antes jugaban con ropa de hombre?

Sí, siempre. Hasta ahora, jugamos con ropa de hombre.