En 2016 a Karen Rauch Maturana le diagnosticaron una aplasia medular, una enfermedad rara que produce que la médula espinal no desarrolle las células encargadas de la producción de la sangre en la médula ósea. Debido a ello, se vio obligada a estar encerrada en “una burbuja” en una clínica sin contacto con ningún ser humano, durante tres meses. “Los primeros síntomas fueron manchas en el cuerpo, moretones. Recuerdo que un día le dije al doctor que me había salido uno en la espalda, grande. Me pidió que me fuera directo a la clínica y en ese momento comenzó un largo camino para descubrir qué tenía. Hasta que llegaron a un diagnóstico”, cuenta. “Esto me llevó a estar cuatro meses encerrada en una burbuja de aislamiento que es un pieza que tienen algunas clínicas y hospitales para personas que están en tratamiento oncológico o que por otras razones no tienen defensas, hasta que llegó el trasplante de médula”, agrega.
Hasta antes de esta experiencia, Karen trabajaba como periodista en la Cancillería, un trabajo que –dice– le gustaba mucho, pero no la hacía sentir completa. “Me faltaba algo para ser feliz. Esto es bastante común, y puede sonar hasta cliché, pero cuando se viven experiencias límite, te replanteas la vida y a mí me pasó eso”, cuenta. En esos meses de encierro contactó a un amigo con el que, antes de su enfermedad, tenían el proyecto Camiseteados: una Fundación que tiene como misión destacar y reconocer a través de la opinión pública a personas que realizan acciones positivas que merecen ser reconocidas por otros miembros de la comunidad y el país. “Existen premios o reconocimientos para todos, los empresarios tienen como 200 premios distintos, la cultura, el deporte; todos los gremios tienen sus premios, sin embargo, a la sociedad civil, a las personas que de verdad hacen que este país no se caiga, que son los que están en la calle haciendo cosas por otros, nadie los reconoce”, agrega.
Karen después del aislamiento salió convencida de que era eso a lo que se quería dedicar y puso todo de su parte para que así fuera. Hoy Camiseteados es una fundación que ha sido mediáticamente muy conocida y exitosa porque a través de las pantallas de TVN han visibilizado cerca de 76 casos, ejemplos positivos de chilenos y chilenas que quieren dar a conocer en la conversación país. “Son las historias que te movilizan, de hecho yo estando en la clínica, me motivé tanto con este proyecto, justamente por conocer historias de resiliencia, que pude recuperarme prontamente. Pero también creo que no es necesario que a uno le pasen cosas malas para cambiar. Siempre esperamos que pase lo peor para hacer cambios, el ejemplo del cambio climático es evidente; por eso creo que es fundamental destacar las historias de estas personas que identifican un problema y hacen algo antes de que pase lo peor”.
Tú de alguna manera decidiste resignificar tu enfermedad y buscarle un propósito. Pero hay quienes plantean que no le podemos exigir esa positividad a todo el mundo.
Estoy de acuerdo, por eso creo que es importante y necesario destacar a aquellas personas que hacen algo antes de que les pase lo peor, antes de que venga la crisis. Uno cuando va creciendo aprende que la felicidad no es un estado permanente, sino que la suma de momentos. Cuando estuve más enferma le di vueltas a esto y llegué a la conclusión de que no tengo que preguntarme ¿por qué me pasó esto? Con eso lo que haría es buscar un culpable y eso no existe. Me enfermé y esa enfermedad me abrió el espacio para reflexionar y hacerme cargo de un vacío que venía sintiendo, al igual que los agentes de cambio que buscamos con este proyecto, personas que encuentran que algo no está bien, que deciden hacer un cambio, que son resilientes porque las cosas no siempre les resultan fáciles, pero que no se rinden porque se dan cuenta de que lo que ellos hacen repercute positivamente en otros. Encuentran un propósito.
¿Son noticias positivas en medio de un mundo en el que solemos ver sólo noticias negativas?
En la televisión este no suele ser un contenido prioritario. De hecho cuando partió este proyecto pensamos en dónde contar estas historias. En ese tiempo los matinales, por ejemplo, tenían un bloque largo de farándula, también el típico bloque de la crónica roja y algunos contenidos de entretención. Pero no había espacios para este tipo de contenidos, que al final lo que hacen es entregar herramientas de superación personal; un poco de esperanza en tiempos en que parece que no hay nada.
Al parecer las buenas noticias “no venden”...
Cuando entré a la escuela de periodismo, algún profesor me dijo que lo que yo creía que era noticia, no lo era. Porque siempre me gustaron las historias simples, de personas comunes y corrientes, no el gran personaje. Estoy de acuerdo con que la noticia se define desde la contingencia de un país, un territorio determinado. Pero también creo que se deben incluir contenidos que sobresalgan dentro de lo que queremos aspirar como personas; hacia dónde vamos, cómo queremos que sean las y los ciudadanos de Chile.
Las personas que se empoderan frente a un problema común, son extraordinarias dentro de la contingencia, movilizan esperanza y por lo tanto es importante que estén en los medios de comunicación. Cuando recién partimos dijimos ‘tenemos que hackear los medios’, pero no desde la violencia, sino que desde la colaboración. Y mostrar que estos contenidos sí les interesan a las audiencias, son atractivos, pero además son transformadores, porque cuando las personas ven una historia en la que se sienten reflejados porque viven el mismo problema, encuentran una solución.
En camiseteados han premiado a 33 mujeres y 27 hombres, un número bastante parejo pero de todas maneras son más mujeres ¿Son ellas más “camiseteadas”?
Las mujeres tendemos a ser más solidarias. Haber estado relegadas al cuidado nos ha hecho pasar más tiempo escuchando, entendiendo. Tenemos otra sensibilidad que está dada por nuestra historia. Pero también he visto que muchos proyectos colaborativos parten de una idea y el ingenio de las mujeres para salir adelante es destacable. El mejor ejemplo es cuando una mamá tiene que cocinar, con poca plata, para diez personas.
Y también pasa que la historia por décadas ha sido contada por hombres. Desde que partimos nos hemos concentrado en encontrar historias de mujeres, que sean ellas las que cuenten lo que pasa en sus territorios, porque ellas conocen mejor que nadie su identidad.
Después de las crisis sanitarias, sociales y políticas que hemos vivido estos años, ¿crees necesario que se abran más espacios para historias inspiradoras?
En 2019, pos estallido, todos hablaban del tejido social, que no existía o que había que recomponerlo. Yo no creo que el tejido social haya estado roto, el problema es que no lo encontramos, no lo vemos, no le damos espacios. Las personas siempre se han seguido juntando, ayudando y colaborando entre ellos para alcanzar las cosas que, desde el otro extremo de la sociedad (autoridades), no les han dado porque no son capaces de ponerse de acuerdo. Ese trabajo colectivo siempre ha estado y se basa en la sobrevivencia y resiliencia de las comunidades. Y esas personas son los verdaderos protagonistas de este país, en ellos nos tenemos que inspirar y para eso, debemos darle espacio a sus historias.