“En 2005, cuando salí de la universidad, me encontraba en la búsqueda de alguna especialización de mi carrera y conocí la kinesiología aplicada a pacientes oncológicos. Recuerdo que me llamó la atención que lo que más nombraban era la rehabilitación en pacientes con cáncer de mama, porque cuando las mujeres eran sometidas a cirugía y radioterapia principalmente, se les generaban complicaciones; a algunas les sacaban el tumor, pero les quedaba el brazo inmóvil, por ejemplo. En el fondo se sanaban del cáncer pero, al mismo tiempo, había una disminución de su calidad de vida. Y eso, lo encontré terrible, porque cuando uno no conoce la enfermedad, piensa que se sana el cáncer y la vida sigue tal cual, pero no es así.

Comencé a averiguar porque en esos años en el país no había aún mucha especialización en el tema, pero encontré un diplomado en la Universidad de Chile, lo tomé y un año después comencé a ver a las primeras pacientes con cáncer de mama. Recuerdo ese tiempo y me doy cuenta de cómo fui creciendo y aprendiendo de mí misma a través de la experiencia de otras mujeres. Y es que cuando partí solo tenía 25 años. Me tocó atender a señoras de 60 o 70 años, mujeres que fueron mastectomizadas en los años ‘80, con cirugías de esos tiempos, bastante cruentas; porque hoy hay más avances, pero antes a las mujeres no solo le extirpaban el tumor, también músculo y de todo.

Llegaba a atenderlas y siendo una mujer joven tenía muchos prejuicios. Pensaba que por tratarse de mujeres mayores, que de cierta manera ya habían hecho su vida, ya no les interesaba cómo se veían o su sexualidad, pero al conocerlas me di cuenta de que sí les importa, eso no cambia en relación a la edad. A ellas igual les importaba verse bonitas, igual les dolía haber perdido su mama; recuerdo casos de algunas que quedaron con un brazo inmóvil y deforme; que en el verano no se atrevían a ponerse polera de manga corta para que no se viera, y ahí me di cuenta de la importancia de mi trabajo porque, aunque suene frívolo, la parte estética para estas mujeres sí es importante, son cosas que el médico muchas veces no ve porque se centra en el cáncer, pero yo como mujer sí las veo, o aprendí a verlas cuando conocí a estas mujeres.

A veces es difícil hablar de estos temas porque con esta enfermedad pasa mucho que las mujeres supervivientes sienten que deben agradecer por seguir vivas, y por lo tanto preocuparse de la parte estética es algo superficial después de lo que vivieron. He escuchado muchas mujeres decir ‘soy una guerrera’, y lo entiendo, porque cuando te dicen cáncer suena como una sentencia de muerte, pero eso no quiere decir que no tengas el derecho o que no sea válido que te quieras segur viendo atractiva o que quieras seguir teniendo todas esas cosas que tenías antes del cáncer.

Por eso es tan importante que el abordaje de la enfermedad sea multidisciplinario, porque las pacientes necesitan también un psicólogo, un terapeuta, una kinesióloga; un equipo de apoyo para todas las áreas que se van a ver afectadas. No hay que preparar a las pacientes solo para la enfermedad, porque cuando las diagnostican lo que también comienza es un camino largo en el que su cuerpo va a cambiar, y para una mujer eso siempre es importante y decisor.

Cuando cumplí 30 años hubo un momento en el que me cuestioné mucho si seguir en esto, porque pasaba que después de atender a mis pacientes terminaba muy acongojada y angustiada. Pero después de que fui mamá me cambió la percepción. Es lo que decía al comienzo, que una va creciendo y viviendo etapas como mujer en compañía de estas otras mujeres a las que les ha tocado duro y te vas dando cuenta que tenemos vivencias comunes y que entre todas nos podemos ayudar y acompañar. Las mujeres somos secas, le ponemos coraje a todo. Yo he conocido historias de mujeres que les dio cáncer, que las operaron, les sacaron la pechuga y luego de eso el marido las dejó por otra mujer, y a pesar de eso, la mayoría de ellas siempre tienen una respuesta positiva. Eso es lo que me ha hecho quedarme y hacer carrera en esto, que siento que ocupo lo que sé en ayudar a otras. Esa conexión de género es muy bonita y una herramienta poderosa. Yo tengo dos hijas mujeres y después de lo que he aprendido en mi trabajo, lo que más me importa es transmitirles que ellas tienen que ser amables con otras mujeres, porque si no nos ayudamos entre nosotras, quién”.

Bárbara Burgos es kinesióloga, docente de la U. Autónoma, Magister en Epidemiologia Clínica y Diplomada en Kinesiologia Oncológica.