Paula 1212. Sábado 05 de noviembre de 2016.

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Fotografía: Marcelo Leonart.

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Muchos de quienes bordean los 40 recordarán la inquietud que producía la serie de televisión La dimensión desconocida, con la particular música que abría historias de terror sobrenatural. Nona Fernández –escritora, actriz y guionista– la recuerda bien, así como la sensación de que todo el país estaba al borde de algo oscurísimo. Nunca se le borró la entrevista que leyó, con apenas 12 años, en la revista Cauce, en la que el soldado Valenzuela Morales, ante una atónita Mónica González, reconocía ser agente de la Dina y haber torturado. Tras 30 años, y tras varias investigaciones teatrales y documentales, revisa su propia historia y la posibilidad de saber quién era ese hombre.

La novela parece continuar un ciclo de trabajo, una historia personal para contar un Chile que debe revelarse.

Desde Mapocho, mi primera novela, caí en ese ejercicio que mencionas. Aunque antes la ficción disfrazaba más mis propias experiencias. Desde Space Invaders en adelante la ficción ha ido dando espacio a un trabajo que evidencia realidad. En La dimensión desconocida todos los materiales están expuestos y solo juego a hacer reconstituciones de escenas. Un gran ensamblaje de recuerdos, archivos y testimonios.

Vas armando también una reconstrucción en la que tu propia vida se une a la de las víctimas.

La gran historia se hilvana con las pequeñas historias de cada uno. Nadie, aunque lo intente, es ajeno a su época. A nosotros nos tocó crecer en una época de mierda. El horror estaba mucho más cerca de lo que varios querían creer. El libro juega a enfocar eso, que en la casa de al lado se torturaba, que en el paradero de la micro veías una detención, que el papá de tu compañera podía ser un asesino. Debiéramos aprender de esa ceguera absurda del pasado. La gran tarea de un ciudadano es mantener los ojos abiertos.

"La historia se hilvana con las pequeñas historias de cada uno. Nadie, aunque lo intente, es ajeno a su época", dice Nona Fernández.

Esta dimensión que exploras es un portal hacia la maldad y también hacia la tontería, como dices, a la banalidad del mal.

Tal como lo pensó Hannah Arendt al observar a Eichman, la maldad no es el privilegio de gente superior, sino que de gente incapaz de pensar, de decir no, de contradecir un sistema. Ese no es solo un síntoma de la dictadura, es parte de nuestra realidad diaria. La maldad y la estupidez no están lejos, convivimos con ella, no es privilegio de militares y agentes de inteligencia. Elegí contar la historia de Valenzuela justamente porque fue capaz de quebrar la tontera, de pensar, de escuchar su sentido común y de arriesgarse por eso. Era un campesino, un hombre popular que a los 18 años entró al Servicio Militar con entusiasmo y el Golpe lo pilló ahí. En 1984 hizo el giro y en un acto suicida quiso entregar toda la información que tenía. Lo interesante también es que su condición de monstruo y de ángel lo deja en ese territorio gris maravilloso que alimenta la pluma y la curiosidad, y que abre reflexiones inquietantes y peligrosas sobre nosotros mismos y sobre lo que podemos llegar a hacer.

* $14.000 en librerías.