Cuando María Inés Paulsen (62) cumplió 50 años, le dio una pequeña depresión. Una de las cosas a las que le temía era al climaterio, porque tenía la imagen de su madre, una mujer que durante su vida fértil fue muy vital -tuvo ocho hijos y los crió prácticamente sola- pero que luego de la menopausia se fue por un túnel en descenso. “Fue un cambio radical no solo físicamente, sino que también mental. Es como si su único rol en la vida hubiese sido el reproducirse y criar, porque cuando esa tarea fue cumplida mi madre envejeció y le vinieron todos los achaques que nunca antes tuvo”, cuenta.
Reconoce que por eso, durante su niñez, adolescencia y juventud tenía la impresión de que las mujeres después de los 50 se veían viejas y “acabadas”. Pero la realidad es que María Inés llegó a esa edad con un aspecto físico y un estilo de vida diametralmente distinto al de su madre. “En terapia entendí que mi depresión tuvo que ver con los miedos y los estereotipos que estaban en mi cabeza y, sobre todo, con la paradoja que estaba viviendo: crecí pensando que a esa edad la vida comenzaba a acabarse y, sin embargo, sentía que me quedaba mucho por vivir”, confiesa.
María Inés no es la única. Agnieszka Bozanic, psicóloga y fundadora de Gero Activismo, explica que este fenómeno tiene que ver con que las vejeces actuales han evolucionado. Incluso antes se hablaba de un tipo de vejez que era mucho más homogénea, mientras que ahora se habla de vejeces en plural.
Hay más posibilidades de envejecer y esto tiene que ver con los determinantes sociales como el género, lugar donde vives, acceso a la educación. En este sentido, las vejeces femeninas actuales no son las de hace veinte años atrás y eso se puede ver en el aumento de la expectativa de vida. Hay una diferencia cualitativa y también cuantitativa.
Agnieszka Bozanic, psicóloga y fundadora de Gero Activismo.
Y las cifras lo confirman: Según datos del INE, en los últimos 100 años la esperanza de vida se ha triplicado. Si en 1900 se estimaba en 23,6 años para las mujeres y 23,5 años para los hombres, para el periodo 2015-2020 es de 82,1 mujeres y 77,3 para los hombres.
Este aumento, en algunos casos, ha ido asociado a una mejor calidad de vida. Sin embargo, todavía falta para que haya un cambio en la mirada que se tiene respecto de este periodo de la vida. “Y es que sigue estando presente la idea de que queremos diferenciarnos de las y los viejos, lo que responde a un auto edadismo o la interiorización negativa de los estereotipos de envejecimiento, vejez y edad que nos lleva a no querer envejecer”, explica y agrega que “son estos estereotipos lo que nos llevan a compararnos con las personas mayores de hace veinte años y pensar que no queremos ser como ellos, porque no queremos vivir esa discriminación”.
Agnieska plantea que lo curioso es que aunque han ido cambiando las vejeces, no ha cambiado el discurso en general. Y que justamente eso es lo que falta. “Es necesario hablar de que hay más alternativas de envejecer, porque aunque suene cliché, el lenguaje construye realidades. Si hablas de estas nuevas posibilidades, le abres a las personas nuevas formas de pensarse en la sociedad”.
El comienzo del estereotipo
En 1990 la escritora estadounidense Naomi Wolf escribió El mito de la belleza, libro en el que plantea que previo a la industrialización, la mujer tenía un rol asociado al cuidado y a lo doméstico y no tenían presiones asociadas a la belleza y juventud. Sin embargo, con el desarrollo de la actividad industrial, la mujer comenzó a tener un lugar más protagónico en los espacios laborales y cuando se convierte en una fuerza de trabajo, se genera también la necesidad de mostrarse como una persona productiva, capaz de criar y trabajar. El tema es que, en el caso de las mujeres, lo que se conoce como el reloj biológico le pone ciertos límites a la edad.
Así, según explica la autora, las mujeres comienzan a buscar la manera de verse más jóvenes para seguir siendo parte del grupo activo, deseo que toma la publicidad y la industria comercial, creando y potenciando productos para evitar los signos del envejecimiento.
Ana María Gallardo, psicóloga y directora del Centro Body Positive Chile, explica que en este contexto la belleza asociada a la juventud sí tiene un componente de género. “Por mucho tiempo se vincularon ciertas características propias de la vejez como las canas, en el caso de los hombres, a cierta madurez e incluso a mayor estabilidad económica y éxito social. En cambio para la mujer, los signos de la edad se asociaban a la pérdida de fertilidad”. El cambio –agrega– comienza con los movimientos feministas. “Lo que ha pasado con esta cuarta ola feminista es que ha surgido en un contexto de redes sociales, lo que ha facilitado la masificación de los mensajes y cuestionamientos sobre los estereotipos. Si antes una mujer se dejaba canas se le miraba o criticaba, como que se había dejado estar o había perdido el rumbo. Sin embargo, actualmente se encuentran muchos más espacios de contención”.
Movimientos como Silver Sisters son un ejemplo. Se trata de un grupo de mujeres pro-canas que plantean la idea de aceptar el cambio. Y no son pocas, incluso su fuerza ha llevado a marcas de belleza a crear y potenciar productos para el cuidado del pelo blanco. Pero el objetivo de estos movimientos no es obligar a las mujeres a dejarse canas, sino que va mucho más allá. “Querernos a nosotras mismas, mostrarnos como realmente somos, sin disimulos y sin tabúes. En definitiva, dejar actuar a la naturaleza humana”, dice en su cuenta @whitehairwisdom, una de las impulsoras.
Gallardo cree que de eso se trata. “Es sano y necesario terminar con la ansiedad social que produce que el otro te vea con las señales propias de una edad avanzada. La presión de usar cremas antiarrugas o de teñirse el pelo es dañina, pero no es tan fácil terminar con ella porque los estereotipos son muy potentes”.
Empoderarse de la vejez
Ana María aclara que no solo en el caso de las arrugas y las canas, sino que el hecho de estar acomplejadas con el cuerpo en general nos quita energía. “La fuerza de voluntad es una energía limitada, por tanto si toda nuestra fuerza de voluntad está orientada a cómo modificamos nuestro cuerpo, no podemos desarrollarnos como personas”. Pero es complejo desarrollar esa fuerza si todavía tenemos medios de comunicación y publicidad mostrándonos a diario qué es ser linda. “Aun es común que a una mujer que se deja las canas le pregunten qué le pasa o le aconsejen teñirlas como un acto de amor propio. Estamos en un proceso de transición en el que aquellas mujeres que son más fuertes de carácter la tienen un poco más fácil, pero a las mujeres que han tenido históricamente un autoestima más devaluada por su historia personal, se les va a hacer más difícil cuando intenten dar un paso a la aceptación de la vejez”.
Por eso recalca que es importante que existan referentes. “Ver mujeres con canas o arrugas en puestos de poder y también en películas o en la publicidad. A veces la industria se aprovecha de estas causas y vemos en publicidad, por ejemplo, gente “simulando” ser vieja. Mujeres que siguen respondiendo a estereotipos de belleza, pero que se dejan canas sin incorporar todas las otras modificaciones que tiene el cuerpo cuando las personas envejecemos”, dice Ana María. Agnieszka complementa: “En Hollywood las mujeres igual se hacen cirugías plásticas para estar vigentes. De hecho, hay un estudio sobre la presencia de personas mayores de 50 años en películas y series cuyo resultado es que hay menos que otros grupos etarios, pero además en el grupo de las y los mayores hay menos mujeres y a las que hay, muchas veces se les representa como mujeres vulnerables, que no están en sus cabales. Hay pocos roles de mujeres mayores empoderadas”.
Tiene que ver con cómo nos atrevemos a mostrar el paso de los años en el cuerpo y que tiene una belleza increíble si la vemos desde otro punto de vista. “Como las arrugas en los ojos, que reflejan la cantidad de veces que te ríes. Las señales que deja el tiempo en el cuerpo hablan de cada persona. Nuestro cuerpo es historia y esa es una posición más amorosa para ver las señales de la vejez”, dice Ana María.
Las mismas mujeres se deben empoderar de esta idea de que no porque estén en el climaterio van a ser menos lindas. Esto implica aceptar que las vejeces traen pérdidas, pero hay que aprender a vivir con eso: que no tenemos el cuerpo tan turgente como cuando éramos jóvenes, pero que eso no lo hace menos atractivo.
Ana María Gallardo, psicóloga y directora del Centro Body Positive Chile.
María Inés confiesa que está en esa etapa. “Siento que le di una vuelta más al asunto, porque en mi miedo por no terminar siendo como mi madre me obsesioné con verme siempre más joven que mi edad, pero ahora entendí que esa obsesión es tanto o más dañina que el miedo a verme más vieja. Creo que es necesario que las personas, y especialmente las mujeres, entendamos que la belleza no tiene que ver con un estereotipo. No soy más bella que mi amiga de mi edad porque me vea más joven que ella; tampoco soy más linda que mi mamá cuando tenía mi edad porque ella se veía más vieja. Al final somos lindas cuando nos sentimos bien, aceptamos quienes somos, la edad y el cuerpo que tenemos”.