“Tenemos noticias esperanzadoras para el sistema. Después de tres años de pandemia, el sistema educativo está mostrando síntomas de recuperación de aprendizajes, alcanzando puntajes similares a los que teníamos previos a la pandemia”, afirmó el ministro de Educación Nicolás Cataldo luego de ver los los resultados del Simce 2023.

El alza más destacable es en matemáticas, donde hubo un aumento de 9 puntos en 4° básico y de 5 en II° medio. En lectura, el promedio en el puntaje se mantuvo en 4° básico, mientras que el de II° medio aumenta levemente. A pesar de estas mejoras, se reconoce que aún hay desafíos que se mantienen, como la persistente brecha de género.

Si bien en la prueba de lectura no hay cambios significativos en los promedios, aún se mantiene la brecha a favor de las mujeres tanto en 4° básico como en II° medio. Sin embargo, en la prueba de matemáticas, 4° básico obtuvo un alza de 9 puntos, el mayor de la década. Si lo desmenuzamos por sexo, se observa que los hombres son los que aumentan en 10 puntos, llegando a 265, mientras que las mujeres 8, alcanzando 253 puntos. Tanto hombres como mujeres aumentan sus puntajes promedios, sin embargo, la brecha entre ellos aún se mantiene. Lo mismo ocurre en II° Medio, curso en el que el promedio aumenta 5 puntos, pero la brecha continúa presente.

¿Por qué aumentan los promedios, pero la brecha aún se mantiene?

Paulina Araneda, directora del Grupo Educativo y presidenta del Consejo de la Agencia de la Calidad de la Educación, plantea que esto puede deberse a diversos factores, como los roles de género tradicionales existentes en la sociedad. Estos pueden influir en la percepción que tienen las mujeres en sus habilidades y capacidades en diferentes áreas, como matemáticas y lectura.

Otro factor son los estímulos y las expectativas diferenciadas que existen, ya que pueden hacer que las mujeres reciban un mayor reconocimiento en áreas relacionadas con el lenguaje y la comunicación, lo que puede llevar a una mayor participación y desempeño en esas áreas en comparación con las matemáticas.

Estos resultados también se pueden explicar por la distribución desigual de responsabilidades domésticas agudizada en la pandemia. Paulina sugiere que las niñas pueden asumir una mayor carga de responsabilidades domésticas en comparación con los niños, lo que podría afectar su tiempo y energía disponibles para el estudio y el desarrollo académico. “Esas niñas tienen una desafección, una deshabituación al espacio de estudio, porque estaban asumiendo otras tareas en edades tempranas. Si yo no cambio prácticas y no entro de lleno a estudiar, sino que mantengo estas otras responsabilidades, evidentemente no puedo dedicarme totalmente a recuperar el tiempo perdido o lograr los aprendizajes esperados para la edad y curso en el que estoy”.

Por último, Paulina enfatiza que las expectativas sociales y culturales sobre las habilidades y roles de género pueden influir en la manera en que se estimula y se valora el aprendizaje de las niñas en comparación con los niños. “En una escala menor que los varones, las niñas también subieron los resultados de logro de aprendizaje, entonces no es que las mujeres no podamos aprender, es que hay una barrera que no es personal. Esto no es un fenómeno solo de Chile, es que muy tempranamente, desde la familia y la escuela, vamos aprendiendo que hay cosas para las cuales no somos buenas. Y eso que puede ser una intuición o una experiencia acotada, aislada o de un momento, se nos transforma en la creencia de que algo nos cuesta mucho y esa experiencia se consolida”.

Genética vs ambiente

La brecha de género que persiste en la educación

El hecho de que a las mujeres les vaya mejor en lectura y a los hombres en matemáticas no se explica por un tema genético, afirma Paulina, sí por la plasticidad del cerebro. Es decir, la capacidad que tiene para cambiar y adaptarse en respuesta a la experiencia y estimulación recibida.

El desarrollo de la conectividad cerebral está influenciado por diversos factores, como la estimulación cognitiva, la alimentación y el contexto socioeconómico. Se relaciona con las condiciones de vida y las experiencias a las que las personas están expuestas. Por lo tanto, que una situación te muestre que no eres buena para algo, puede ir amoldándose en el cerebro, evitando el crecimiento en esa área.

“Esto no es solo en matemáticas. Es en la posibilidad de que las mujeres superen la noción de que hay un ámbito que les ha superado o que les es más difícil. Porque si logramos superar eso, si logramos saltar esa valla, las futuras mujeres adultas, se van a sentir en una actitud de poder aprender muchas más cosas diversas que la vida le les va a requerir”, explica. “Probablemente, lo que nos pasa es que todavía no tenemos tan consolidada la relevancia de que haya medidas intencionadas, que reconozcan que las mujeres necesitamos apoyo o estrategias que nos permitan desaprender que no somos tan buenas para algo”, añade.

¿Cómo se puede abordar el desafío de la persistente brecha de género?

“Los resultados son esperanzadores, hablan de un sistema que reacciona y mejora, pero evidentemente nos queda mucho camino por andar”, denuncia Paulina. Este desafío no es personal, sino del colectivo. Es todo un sistema que requiere intencionalidad, hacerse cargo. “No es un problema individual, no es un tema interior, pasa por las personas, es de las personas, pero es más que las personas”.

“Es un sistema en que hay cosas que invisibilizamos y lo que tenemos que hacer es conversar de ello. No es demonizar, es conversar, y eso también es importante. La pedagogía es vitalizadora, es emancipadora, tiene la confianza de que otra persona va a aprender y va a poder caminar sola. Por lo tanto, aquí la culpa no ayuda, pero la construcción de una reflexión conjunta sí”, propone Paulina. “Una que cotidianamente permita, pasito a pasito, ir cambiando las propias prácticas o ser consciente de ellas para así, enseñarle a niñas y niños cómo pueden transformar las propias junto a sus formas de pensarse entre ellos, entre hombres y mujeres”, plantea.

La experta enfatiza la necesidad de que las mujeres tomen un papel activo en liderar conversaciones sobre la brecha de género en la educación y trabajar en colaboración con sus colegas, independientemente de su género. “Yo invitaría que las mujeres pusiéramos este tema y que nos hiciéramos cargo. Más del 70% de los profesores de educación básica son mujeres, y si nos ponemos de acuerdo, de verdad vamos a volver a reducir la brecha como ya lo hicimos en 2015″, espera Paulina.

La capacidad de revertir la brecha de género ya ha sido demostrada, por lo tanto, es posible lograr un cambio positivo si se trabaja de manera colaborativa y consciente. Paulina concluye proponiendo que hacer de esto una conversación es liberador porque deja de ser un problema personal y pasa a hacer algo que puedo compartir con otros. Se pueden buscar soluciones, compartir prácticas, estrategias para saltar barreras, para resolver problemas y para bajar las ansiedades que muchas niñas viven en silencio que no les permiten crecer.