En un mundo cada vez más conectado, la exclusión digital ha surgido como una forma de violencia invisible que afecta de manera desproporcionada a las mujeres mayores. Esta exclusión va más allá de la falta de acceso a la tecnología; se manifiesta como una barrera imperceptible que las aísla y limita su participación activa en la sociedad.
Un ejemplo claro es cómo esta brecha tecnológica puede silenciar sus voces al intentar denunciar situaciones de abuso o injusticia. Igualmente, la carencia de acceso a información vital y servicios esenciales a través de medios digitales no sólo las priva de oportunidades, sino que también las excluye socialmente, aumentando su vulnerabilidad frente a situaciones de violencia y marginación.
Si consideramos que las mujeres mayores experimentan índices más altos de violencia que sus coetáneos hombres, siendo los abusos físicos, patrimoniales y psicológicos los que encabezan la lista según HelpAge Internacional, y considerando además que las campañas de prevención y denuncia del maltrato contra la mujer se difunden principalmente por medios digitales, con el 89% de los trámites del Estado digitalizados y las redes sociales como canal preferente de difusión actual, la falta de acceso garantizado a internet y de habilidades tecnológicas representan un desafío adicional.
Datos de Conecta Mayor UC muestran que sólo 5 de cada 100 personas mayores ha participado de capacitaciones digitales, lo que dificulta que estas mujeres puedan conocer y acceder a los canales de denuncia digital. Esta situación las deja en una posición más vulnerable, privándolas de justicia y protección ante situaciones de violencia, a pesar de la prevalencia de estas campañas en medios digitales
Es crucial impulsar políticas públicas inclusivas que aseguren la capacitación y el acceso a la tecnología para todas las generaciones. Esto garantizará que las mujeres tengan la posibilidad de denunciar, acceder a derechos básicos y participar plenamente en la sociedad sin relegaciones.
Estas mujeres, con su riqueza de experiencias adquiridas a lo largo de los años, representan una valiosa fuente de resiliencia. Sus perspectivas pueden enriquecer nuestras estrategias para construir una sociedad más justa e inclusiva para todas las edades.
Es tiempo de reconocer la exclusión digital como una forma de violencia invisible hacia las personas mayores, pero especialmente hacia las mujeres mayores. Su inclusión en los avances tecnológicos y sociales es esencial para construir un futuro donde todas las mujeres, sin importar su edad, puedan ejercer plenamente sus derechos y contribuir activamente a la sociedad.