Esta y otras cifras impactantes se dieron a conocer en los días previos a este 8 de marzo, a través del Informe La Mujer, la Empresa y el Derecho, que contempla el estudio en 190 países y que da cuenta de los avances en materia jurídica que han contribuido a una mayor igualdad de acceso de oportunidades económicas entre hombres y mujeres en los últimos 50 años, advirtiendo que la velocidad de estos ha caído a su nivel más bajo en los últimos 20 años y que, actualmente, la mujer goza sólo de tres cuartas partes de los mismos derechos que el hombre.
De acuerdo con el Informe, Chile se encuentra muy por debajo del puntaje de igualdad de los países que integran la OCDE y dentro de América Latina y El Caribe tampoco se sitúa bien, siendo superado por más de 10 países, viéndose principalmente afectado por su puntaje en el indicador “activos” (propiedad), ya que, asombrosamente, la autoridad administrativa sobre los bienes entre los cónyuges no es igual para ambas partes, aún.
Paradójicamente, uno de los indicadores en los que mejor se posiciona Chile es donde peor se posicionan los países en general, que es en parentalidad, esto es, las leyes que protegen el trabajo después de tener hijos.
¿Por qué entonces en Chile la mujer se ve tan afectada laboralmente en este período, extendiéndose más allá de lo razonable, hasta que su o sus hijos alcanzan los 10 años?
Para responder esto, es importante considerar que en materia de las regulaciones que resguardan la posibilidad de acceso igualitario al trabajo, al emprendimiento y a las remuneraciones, nuestro país sólo obtuvo 70 puntos aproximadamente, lo que explica, en parte, las brechas salariales y la dificultad de las mujeres para sostener empleos, acentuándose en la maternidad (Berniell, 2019). Es decir, una regulación más igualitaria en materia de parentalidad está lejos de garantizar la igualdad económica, de acceso laboral y de mantención de un empleo, siendo especialmente delicado cuando se trata de mujeres madres, las que en un importante porcentaje transitan hacia el mercado informal y sostienen una importante brecha salarial no sólo en relación a los hombres, sino también en relación a las mujeres sin hijos.
Y si bien Chile en parentalidad ha obtenido buen puntaje, al igual que muchos otros países, la carga del costo de los cuidados de los niños y niñas sigue siendo exclusiva de la madre y la corresponsabilidad no está suficientemente patrocinada con el postnatal parental. Expresión de esto último es que sólo un 0,23% de los padres habían hecho uso del beneficio entre los años 2011 y 2021 (Subsecretaría Previsión Social, 2021).
A esto se suma que la igualdad jurídica no garantiza la libertad psicológica de la mujer, ya que culturalmente hay barreras que traspasar que no dependen sólo de ella. La discriminación de la que es víctima en los espacios del trabajo remunerado y del cuidado, dificultan que, aunque haya igualdad de oportunidades jurídicas, la mujer realmente las pueda aprovechar.
De ahí la importancia de la educación y las políticas públicas que promocionen los cambios culturales necesarios en el sentido de valorar el trabajo remunerado de la mujer como aporte al desarrollo económico, pero sobre todo de valorar los cuidados en favor del desarrollo humano, incorporando la mejora continua del bienestar social y la calidad de vida.
Y exigiéndonos aún más, reconociendo a la maternidad como el tremendo agente de cambio y desarrollo que es, y que no se restringe sólo a los cuidados, de tal manera que la mujer pueda optar por su maternidad sin cobrarle “impuesto” por ello. Lo que, por supuesto, se extiende a todas las mujeres en edad fértil que también sufren discriminaciones por la sola posibilidad de ser madres. “Eso implica lograr condiciones equitativas y asegurarse que el hecho de tener hijos o hijas no impida a las mujeres participar plenamente en la economía y hacer realidad sus esperanzas y aspiraciones.” (Carmen Reinhart del Banco Mundial, 2022)
Las reformas que el Banco Mundial insta a realizar en Chile para mejorar la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres no puede dejar atrás a las que son madres y a las se encuentran edad para serlo. Este es un error que se ha repetido por décadas y que no debería volver a repetirse, sobre todo considerando que la evidencia actual es suficientemente contundente para afirmar que la brecha por maternidad nos aleja de toda posibilidad de igualdad de género.