La buena convivencia escolar parte por casa

Maternidad



La edad escolar es un semillero para promover habilidades socioemocionales que permitan tener un sano desarrollo del autoconcepto y relaciones interpersonales. Es en esta etapa donde, al observar su entorno, niños, niñas y adolescentes pueden adoptar y modelar conductas prosociales y replicarlas en su entorno.

He tenido la oportunidad de escuchar a mamás y papás preguntarse sobre cómo pueden traspasar a sus hijos e hijas la importancia de ser buenos compañeros: niños que se preocupen por lo demás y logren desarrollar habilidades interpersonales que promuevan la vinculación positiva con otros.

En ciertas ocasiones puede pasar que observemos que nuestros hijos e hijas son de una determinada manera en la casa que nunca nos llevaría a imaginarnos que en el colegio tienen conductas egoístas y poco amables con sus compañeros. Y esto, obviamente, dificulta la tarea de evitar que caigan en acciones hostiles.

Uno de los elementos que es importante tener presente para poder trabajar con ellos a favor de la convivencia, es entender que sí pueden tener conductas y acciones que van en contra de las enseñanzas que hemos querido transmitirles. Tener conciencia de que ellos son seres autónomos y que se pueden equivocar, permitirá transmitirles que esa equivocación se puede reparar y que al hacerlo, al enmendar ese error, crecerán como personas. Y es que si no lo hacemos corremos el riesgo de que crezcan con autoconcepto idealizado de sí mismos, sin reconocer sus debilidades y errores.

A veces como padres nos sentimos interpelados personalmente cuando nuestros hijos se han portado de manera inadecuada y muchas veces eso nos lleva a que la reflexión en torno a esa conducta sea desde la defensa de nuestro desempeño paternal: terminamos defendiendo lo indefendible, porque nos sentimos heridos en nuestro ego y dejamos de poner atención en cómo podemos hacer crecer a nuestro o hija.

También es importante tener presente la edad de cada niño y mantenernos informados de las características que conllevan las determinadas etapas. Hoy día contamos con mucha información y libros de gran calidad que nos pueden iluminar para apoyarles y estar atentos a situaciones que pueden darse debido a su ciclo vital. Si nos informamos previamente, podremos anteponernos a situaciones en las que podrían verse involucrados o fomentar conductas que creemos importantes que desarrollen.

Contamos con muchas oportunidades para acompañar a nuestros hijos e hijas en su etapa escolar y guiarles en ser constructores de una positiva convivencia. Quedarnos solo en palabras o en la preocupación de que así sea no aportará; debemos responsabilizarnos y actuar, ser activos en su enseñanza y formación.

Entre cuarto básico y primero medio, comienza una etapa social donde los conflictos están más latentes: cambian de amigos y amigas, hay exclusión, se molestan unos a otros y la presión de los pares pesa al punto de poderles hacer caer en conductas que solo buscan la aprobación. Sabemos que el colegio es un espacio diverso y nos gustaría que todos los niños y niñas fueran felices y se sintieran parte, pero no siempre es así.

Por eso debemos tener una conducta activa. Promover en ellos la importancia de aprender a compartir con sus compañeros y compañeras, ver la diferencia como una oportunidad de aprender, respetar los gustos de los demás y no encontrarlos “raros” solo porque a ellos no les gusta. Hagamos que reflexionen sobre el cuidado de la palabra y de los gestos, ya que la amabilidad también está presente ahí. Intentemos demostrarles que invitar a jugar a alguien que está solo no es hacerlos responsables de ese niño o niñas, es ser solidarios.

Si todos los padres y madres hacemos esto, no será solo un niño o niña el responsable de acoger, sino toda una comunidad. Y ¡qué más sanador que eso!

Si nos alegramos cuando a nuestros hijos e hijas les va bien en el colegio y ganan un diploma, ¿cómo no nos va enorgullecer que hayan sido capaces de darse cuenta de la necesidad de un compañero? ¿Cómo no sentir admiración por ellos cuando han sido capaces de evitar que molesten a alguien yendo más allá del qué dirán? Motivemos a nuestros hijos e hijas a ser agentes de amabilidad y empatía. Esa es la mejor educación que les podemos heredar.

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