La cabeza de Pablo Illanes

¿Dónde está Elisa? le preguntan unas quince veces al día, por lo bajo. Y el guionista-periodista-escritor y próximo director de cine apenas disimula su felicidad. Pablo Illanes saborea el éxito de su última teleserie cuyo gran tema es el abismo que existe entre padres e hijos. Los padres que juran de guata que conocen a sus hijos y que en verdad no tienen idea de lo que hacen. ¿Le suena familiar?




El final de ¿Dónde está Elisa? ya está escrito, no hay nada qué hacer, sólo esperar que cada día el guión de Pablo Illanes (36) entregue tramposas pistas hasta dar con la niña extraviada. Y si bien la historia recién arranca, la serie que dio vuelta la tortilla del esquivo rating a favor de TVN ya es pasado para Pablo Illanes.

Hoy está en pleno proceso creativo de su nuevo desafío: vampiros. Eso: Illanes escribe una historia de vampiros que transcurre en Chile, en el siglo XIX. Para hacerlo, sostiene largas reuniones con historiadores y expertos en el tema e intercambia ideas afiebradamente con el equipo del área dramática. Luego se abstrae de la realidad durante horas y escribe solo, en su casa. Pablo debe crear una historia que cautive a la audiencia. Nadie se lo dice explícitamente pero, qué duda cabe, todos esperan que, una vez más, sorprenda. Él sabe cómo hacerlo, lo demostró primero en Canal 13 con Adrenalina, Fuera de control, Machos, y luego en TVN con Alguien te mira.

Sin embargo, la televisión no es su única ni gran preocupación; Pablo está terminando la escritura de Los amantes caníbales, su tercera novela, y prepara su debut como director de cine con Baby shower, una película con Francisca Merino, Luz Valdivieso, Paty López, Ignacia Allamand y Fernanda Urrejola. El rodaje

lo impacienta: "Llevo mucho tiempo trabajando en ella, he involucrado a mucha gente y no quiero romperle la ilusión

a nadie", dice.

Sepa acá qué hay en la cabeza de Pablo Illanes, el guionista que tiene a medio Chile pegado a la tele y que, si no fuera guionista, sería un cantante como David Bowie.

Arribismo

¿Cuál es el gran tema de Dónde está Elisa?

La distancia entre padres e hijos. No fue algo planeado, pero a medida que fuimos puliendo los capítulos, apareció.

¿Es la misma distancia que había entre los adolescentes de Adrenalina, tu primera teleserie de 1996?

No, es muy distinta. Mientras en los noventa los personajes al menos peleaban con sus padres, en Elisa no existe esa posibilidad, porque hay secretos, traiciones y padres que simplemente no conocen a sus hijos. Son islas. Los jóvenes que hoy tienen 16 años están mucho más preparados para la vida adulta que los de los 90. Son más desprejuiciados, más desinhibidos sexualmente, menos clasistas y menos arribistas que sus padres.

Ése es otro de tus temas, el arribismo de los chilenos.

Me trastorna el chileno arribista, porque lo veo muy seguido, es parte de nuestra idiosincrasia… Lo más triste de todo es el clasismo que se expresa en las típicas preguntas de dónde estudiaste, si eres primo de no sé quién y dónde veraneas. Es algo aterradoramente chileno.

Elisa transcurre en un ambiente protegido, de familias con plata, ¿Por qué eso prende tantos televisores?

Porque otro rasgo nacional es mirar cómo los poderosos caen, eso nos encanta. En realidad a todo el mundo.

¿Y tu próxima idea?

Tengo una, pero me la van a copiar…

Dale…

No es una serie, es una película que alguna vez me gustaría hacer. Le pondría El día del queso, es la historia de los quesitos mágicos, la mejor historia que uno puede haber escuchado en el mundo.

Para que veas, a mí también se me había ocurrido y le iba a poner Estafados y ofendidos.

¡No! En la historia de los quesitos, como en todo ámbito de la vida, siempre es terrible que se construyan ilusiones para luego destruirlas. Por eso es mejor no creer en nadie.

¡Como los jóvenes de hoy!

A ellos nunca nadie les va a romper las ilusiones, porque no creen en nada.

¿Cuál es la noticia que más te ha impactado en las últimas semanas?

La de los pitbulls que asesinaron al anciano que les fue a dar de comer, en Peñalolén. El domingo en la noche, cuando trataba de quedarme dormido, se me apareció la imagen de este señor siendo asesinado por los perros y no pude sacármela de la cabeza. Lo terrible de esa situación es lo que sucede antes del hecho mismo. Cómo una vida común y corriente, en este caso la de este caballero que se acerca a alimentar a los perros, cambia en un segundo y toda esa calma se convierte en una tragedia, en un baño de sangre, en alaridos, en ambulancias, vecinos… Eso cuesta mucho escribirlo en una historia y por eso es lo que más me obsesiona en un guión.

¿Eres miedoso?

Me asusta caminar solo por Patronato, o sea, nica. Me dan miedo los vivos, me da miedo el Tila, el drogadicto buscando pasta base, el asesino en serie, la violencia que irrumpe y que, como los pitbulls, te agarra justo cuando vas pasando por

el lado. Tengo un asalto en el cuerpo. Hace más de diez años un tipo entró a la casa de mis papás y nos encañonó. Era

un asaltante de poca monta profundamente afectado por la droga. Sería mentiroso si dijera que no me afectó, lo peor

que te puede ocurrir es que alguien entre a tu casa y viole

tu privacidad.

Mirada

"Miro los defectos más que las virtudes, lo admito (pero no soy de los que les recalcan los defectos en la cara a los demás por un ridículo afán de franqueza). Cuando voy por la calle me fijo en los ojos de la gente que camina, que casi siempre evita que uno los mire directamente. Cuando trabajo no miro a nadie, sólo la pantalla del Mac. Miro cientos de páginas web, mi favorita es una que no puedo nombrar porque ofrecen torrentes de películas perdidas (y eso es relativamente ilegal). Si entro por primera vez a una casa no soy tan mirón, me fijo más en la reacción del anfitrión que si las cortinas tienen cenefas o si la tele está en el living. Entiendo la diferencia en los hábitos y no me urjo si alguien no tiene los mismos hábitos que yo. Me urjo cuando alguien trata de imponerme sus hábitos. En ese caso no miro nada ni a nadie y me encierro. En mi refrigerador miro siempre dos cosas: el tarro de manjar blanco y el frasco de ketchup. En una ciudad nueva lo primero que miro son los kioscos. Hay mucho que aprender de los lugares, por los diarios y revistas que la gente lee. En una discoteca lo primero que miro es la ubicación del bar, los baños y de la guardarropía. Después de eso miro cualquier cosa. Si me subo al auto no miro nada porque soy tremendamente distraído para manejar: nunca me doy cuenta realmente de que estoy manejando y pienso mil cosas a la vez. Cuando estoy solo miro a los vecinos de enfrente, en especial cuando hacen comidas o trabajan hasta tarde".

Olfato

"Viene la destrucción absoluta de la uniformidad en los jóvenes, en términos estéticos, sicológicos, físicos y sexuales. Eso me encanta, porque da cuenta de que Chile se está desarrollando, está menos asustadizo a los cambios. Confío plenamente en los pendejos de ahora y su discurso anticlase, eso es muy esperanzador. Su parada libertaria es desde la privacidad, es 'haz lo que quieras', no es como la idea de libertad de mi generación, de los dientes para afuera. Los noventa eran pura estética, sin ninguna especie de ética. Era como 'uuuu, la electrónica, pasémoslo bien, reventémonos' pero sin ningún valor profundo. El siglo XXI nos está enseñando que hay una forma de vivir la vida, de enfrentarse a ella".

Oído

¿Eres bueno para poner la oreja?

Me gusta escuchar, siento curiosidad. De los sentidos, el oído es el que tengo más desarrollado, porque veo mal; el tacto lo tengo bien, pero el cigarrillo me tiene alterados el gusto y el olfato. Pongo la oreja, sobre todo cuando estoy borracho. Me tomo una copa de vino y escucho y escucho y escucho.

¿Eres bueno para guardar secretos?

Me cuesta mucho. A cada rato me dan ganas de contarle a mi mamá dónde está Elisa.

¿Cuáles son tus conversaciones favoritas?

Me encanta hablar de cosas que nadie ha visto en la cocina de mi departamento.

¿Te sale fácil negociar la plata?

No, terrible. Me da vergüenza, es lo peor que me puede pasar, me da pudor. La plata es como cambiarse de calzoncillos: nadie debe enterarse. Es como mostrar tu basura, la ropa sucia… Esto de no hablar de plata debe ser síndrome de clase media. Nos educaron así.

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