La canción que me marcó: I Don’t Want to Miss a Thing

La canción que me marcó



“Tenía 17 años cuando se estrenó Armagedón. Me acuerdo que eran las vacaciones de invierno y con un grupo de amigas la fuimos a ver al cine, ese lugar de encuentro en el que sí o sí verías al niño que te gustaba. El ritual era sagrado: veíamos la película, salíamos a comer algo de chatarra al patio de comidas del mall y luego íbamos a fumarnos un cigarro en grupo. Estábamos en tercero medio, no fumar era de pernos. ¡Qué tontería! ¿No?

El otro día iba en el auto y de manera aleatoria me apareció en Spotify I Don’t Want to Miss a Thing de Aerosmith, la icónica canción que acompaña la película. Y me puse a pensar en cuántas habrán sido las veces en que la he visto. A la rápida conté 11. Fue tanto lo que me gustó y tantas las escenas que quedaron grabadas en mi cabeza, que cada vez que tenía una pena de amor o que quería pasar el día en pijama, recurría a ella. Primero en el cine, luego en el Blockbuster, después en DVD (sí, me la compré) y hoy en Prime Video.

La primera vez que la vi, recuerdo que estaba obsesionada con un niño de mi colegio. Era mayor, muy bonito y jugaba muy bien al rugby. Era el típico al que todas perseguían. Si pudiera ejemplificarlo en alguien actual, me imagino alguien así como el Tom Brady de mi época, el ‘mariscal de campo’ del colegio. Y yo que no era para nada parecida a Giselle, solo me conformaba con mirarlo (o más bien admirarlo) de lejos. Me acuerdo que cuando íbamos a la cancha a hacer deporte me quedaba detrás de la colchoneta durante horas mirándolo entrenar. Así fue como empecé a fantasear con que este chico guapo era mi propio A.J. Frost y que, al igual que en la película, salíamos a escondidas del resto en un comienzo, y luego nos escapábamos a algún lugar a pololear y decirnos cosas lindas. A imaginar un futuro juntos. El solo hecho de pensar que vivía con él la escena de Ben Affleck y Liv Tyler en la nada, jugando con una galleta tipo Museo de Mckay, me ponía feliz. Y me la creía. De verdad me veía con él, escuchando de fondo And I just want to stay with you /In this moment forever/ Forever and ever y riéndome, silenciosamente, de todas las otras enamoradas que habían quedado con el corazón roto. Ahora me sonrojo de solo pensarlo.

Pero esa canción no solo fue la melodía que acompañaba mis pensamientos en torno a este platónico amor. Paradójicamente, una vez habiéndolo superado, fue en una fiesta mientras bailaba con el chico que me gustaba que apareció otra vez, ahora convertido en un lento que se presentaba como el pretexto perfecto para estar más cerca suyo. Y así fue, mientras bailábamos I Don’t Want to Miss a Thing que di mi primer beso, ese que nunca se olvida. Tanto, que han pasado más de dos décadas y lo recuerdo como si hubiese sido ayer. Además, esa canción luego se transformó en ‘nuestra canción’. Nos queríamos tanto, que de verdad ni dormir queríamos para no extrañarnos.

Este fin de semana de lluvia volví a ver la película. Esta vez con mi sobrina, a quien le conté todas estas cursilerías. Y nos reímos a carcajadas, aunque las dos coincidimos en que esa escena en la nada con la canción de fondo era probablemente de las cosas más románticas que te pueden pasar”.

Catalina tiene 41 años y es esteticista.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.