Apasionados, de deseo, de respeto o incluso por costumbre, lo cierto es que los besos han acompañado al ser humano en toda su existencia. El deseo de rozar con los labios un rostro, piel o una boca se reveló como un instinto irrefrenable. ¿Por qué ese gesto produce tanta satisfacción? Cada vez hay más evidencias que confirman que un buen beso es mucho más que una fuente de placer inmenso, ya que también genera múltiples beneficios. Esto sucede porque los labios son una de las zonas del cuerpo con más células sensoriales, donde la piel es mucho más delgada y por eso captan más sensaciones y pueden generar más placer que otras partes de cuerpo.
Según el terapeuta David D. Coleman, quien se autodefine como “especialista en besos”, para que los besos generen placer, deben cumplir con lo que ha denominado como las cuatro ‘pes’: paciencia, pasión, parsimonia y presión adecuada. Algo que –según sostiene– se suele olvidar con el paso del tiempo. Y es que históricamente se le ha asociado una función social humana determinante en el proceso de cortejo que no necesariamente se mantiene cuando las relaciones avanzan. Es más, según Coleman, si queremos saber el grado de vinculación y atracción mutua que existe en una pareja que lleva más tiempo, debemos preguntarles si se siguen besando en la boca. “La ausencia de besos no es sólo consecuencia del deterioro de la relación, está también entre las causas del mismo”, añade.
Existen diversas teorías que explican esto y que plantean que los besos ayudan a detectar el feeling que existe entre dos personas, sirven para aumentar la excitación y son útiles para mantener las relaciones estables. Pamela Larraín, psicóloga clínica con magíster en terapia familiar y de parejas, explica que la pasión, los besos y el erotismo son lo que diferencia una relación de pareja con otro tipo de relaciones como la amistad y, por tanto, la presencia o ausencia de besos va a marcar la diferencia de una relación u otra. “Los besos son el motor o la puerta de entrada al erotismo, a la intimidad y al romanticismo. Pero no es lo único. Una pareja puede tener una buena vida sexual, a pesar de que no existan besos durante el día”. Aun así –dice– el beso es una respuesta de apego, una manera de conectarme con el otro, una muestra de cuidado, de romanticismo y por tanto facilitan el encuentro con la pareja.
“Además, los besos generan un lenguaje común. El beso es un lenguaje no verbal muy importante en las parejas, como lo son la presencia de miradas seductoras o tomadas de mano. Es un lenguaje muy potente e importante, y por ello deberíamos estar atentos a esas maneras de vincularse con el otro que es a través de lo físico. A veces nos preocupamos mucho de lo que nos decimos y no de lo que hacemos, y lo que uno hace es importante, porque es una manera de conectarnos desde un espacio distinto”, agrega.
Una investigación en el Departamento de Psicología Experimental de la Universidad de Oxford en la que un total de 900 adultos respondieron a un exhaustivo cuestionario sobre la importancia de besar en las relaciones a corto y a largo plazo, determinó que los besos en la etapa de elección de pareja y cortejo se ven como una prueba para saber si profundizar o no en esa relación. En esos casos –de relaciones que están partiendo– los besos eran más importantes antes del sexo, pero no tanto después o en otras ocasiones. Sin embargo, en las relaciones estables besarse era igual de importante antes del sexo como en otros momentos del día. “Los besos frecuentes en una relación, sin necesidad de tener más sexo, se relacionaron con la calidad de la misma”, dice una de las conclusiones del estudio.
“Suele suceder que a los inicios de la relación exista más contacto físico y besos, y eso tiene que ver con la etapa de conquista, con lo novedoso y la intensidad de las relaciones al principio, y por tanto es normal que con el tiempo eso vaya disminuyendo. Pero aunque es lo natural, es importante estar atentos a cuánto uno demuestra y está dispuesto a recibir, por ejemplo en el caso de los besos. Creo que el éxito de una relación radica en no dejar nunca de comunicarnos con el cuerpo”, agrega Larraín.
“Desgraciadamente la costumbre, la rutina y los hijos se han transformado en grandes boicoteadores de las relaciones de pareja que, de repente, se sorprenden al darse cuenta de cuánto tiempo llevan sin dar, ni que les den, un buen beso”. Por eso –concluye la experta– debemos preocuparnos de mantener esos códigos, porque es la única manera de proteger y cuidar nuestra relación.