Uno de los sentimientos más presentes en la maternidad es la culpa. Se vive como la sensación de haber fallado, de haber hecho algo mal, de haber transgredido un límite, tanto en la realidad como en nuestra fantasía. Tiende a ser bastante persecutoria, perversa e injusta.
Se puede sentir culpa por haber transgredido una norma o dañado a alguien, con o sin intención. Esto es muy necesario durante el desarrollo moral en todo ser humano, ya que permite poner límites internos que nos hacen responsabilizarnos de nuestros actos y compartir códigos sociales comunes. Pero la culpa en la maternidad en ocasiones está presente todo el tiempo, como un ente que evalúa todo el desempeño de ese rol, lo cual es dañino para la madre que siente un constante malestar y una sensación de no ser suficientemente buena o hacerlo bien.
Muchas mujeres exponen vivir con esta sensación por no ser capaces de complacer o alcanzar ciertos cánones que están presentes: ser eficientes, multitarea, divertidas, buenas madres, destacar en el trabajo, entre otras cosas. Esto afecta al desarrollo de su propia identidad ya que el límite entre lo que se quiere ser y lo que se espera ser, es difuso. Y esto porque existen estereotipos respecto de cómo ser una buena madre que hacen que las mujeres se sientan costantemente evaluadas.
Esta evaluación no siempre es explícita, pero sí existe un imaginario colectivo que genera presiones inconscientes de cómo cada mujer debe desarrollarse en este rol. Se ve en cosas como cuánto tiempo da de amamantar, si duerme o no con los niños en su cama, la calidad de comida que les da, si hace o no las tareas con ellos, si los va a buscar al colegio, si opta o no por un posnatal largo o quiso volver a trabajar antes, etc. Las personas emiten sus opiniones, casi como verdades, sobre cómo las mujeres deben o no actuar como madres.
Sabemos que a nadie se le enseña a ser madre, y por suerte es así, ya que es algo que se debe ir aprendiendo con “el otro”. Es la única función que se aprende en la marcha, lo cual significa equivocarse infinitas veces. Es por esto que los espectadores deben tomar un actitud de respeto, con menos juicios y comentarios frente a la maternidad de las otras mujeres. Nunca olvidar que cada persona tiene una realidad e historia, y las marcas –positivas o de carencia– de su propia crianza, y es con esa mochila que se dispone a criar.
Si bien, hay una avance en la distribución en las parejas frente a los roles y tareas de la crianza, la maternidad, queramos o no reconocerlo, todavía sigue siendo predominante en un sistema familiar, por lo que su vivencia también está acompañada de mucha soledad, lo cual hace que la culpa tome mayor presencia. No todas las mujeres cuentan con una pareja activa en la crianza, con redes de apoyo o con un sistema que las apoye frente a su sentir en relación a cómo piensa que lo está haciendo como mamá. Todavía se vive con la idea de que las madres deben ser capaces de hacer todo y tener respuesta para todo, esta realidad genera una sensación de agobio y vértigo constante, ya que todas las decisiones recaen sobre ellas. Y en general las decisiones de cómo criar tienden a estar basadas en la intuición o en lo que se vivió en la familia origen, quedando siempre la duda si es correcto o no lo que se hizo. Esta incertidumbre es vivida en la soledad del rol.
Es muy importante que como mujeres podamos ir sanando el cómo se han gestado los estereotipos en torno a la maternidad. De todos depende ir quitando los estereotipos de madres perfectaa; ir deshaciéndose de los carteles y tratar de ir viviendo la maternidad desde ciertas responsabilidades y no desde la culpa. Por supuesto que ser mamá es exigente, ya que nuestras acciones siempre impactarán en nuestros hijos e hijas, sin embargo, poder vivirlas como actos de responsabilidad puede ayudar a objetivizar la falla, y no sentir culpa por cada decisión que se tome. Compartir las responsabilidades y no quedarse en el discurso “debo o puedo hacer todo” es vital; expresar el cansancio y poder ser contenida por otro es sumamente aliviador y permite conectarse con el sentido verdadero de la maternidad, dejando de ser una lista de tareas. Hay que identificar la culpa , ya que si no se hace tendemos a basar los actos en esta emoción, tomando malas decisiones, volviéndose sobreprotector con los hijos e hijas, o siendo incapaces de ponerles límites por sentirse culpables de algo.
Es probable que mientras sigan estos estereotipos la culpa siga presente, pero es vital que se pueda identificar cuando aparece, para así indagar en ella, entendiendo y decodificandola, logrando contenerla para poder tomar decisiones con claridad y no ensombrecidas por ella. Es importante tener presente que como madres se cometen errores, pero hay que tener la capacidad de perdonarse y buscar la manera de no volver a caer en ellos. No se debe caer en la fantasía de que se será la madre perfecta, el perseguir este objetivo, no será sano para nadie, debe existir un acto de humildad en reconocer que se estará aprendiendo de la experiencia como de los propios hijo e hijas, nuestros verdaderos maestros y maestras.
Josefina Montiel es psicóloga clínica. Instagram: @ps.josemontiel