Uñas, labios y pelo rojo. Vestimenta negra impecable. Rostro serio, algo desconfiado. Constanza Valdés (27) se acomoda en una mesa dentro de un pequeño local ubicado en la comuna de San Miguel. Pide un café y un pie de limón. Ya está lista para rayar la cancha.

Con memoria enciclopédica comienza a relatar cada uno de los "hitos". Las circulares y dictámenes de instituciones públicas, las sentencias de los tribunales, el avance de la ley de identidad de género en el Senado, en la Cámara, en las comisiones; quienes pasaron por las comisiones (Marcela Aranda, todos los doctores de la Universidad de Los Andes, cada una de las organizaciones trans), los comentarios "tras bambalinas", los honorables que la ayudaron, los que le dieron la espalda, los que con buenas intenciones igual se equivocaron. Fechas, nombres, números. No hay detalle que pase por alto.

Cada dato entregado es parte de un cálculo, de un mensaje que Constanza Valdés quiere dejar claro: no hay nadie  que sepa más que ella de la Ley de Identidad de Género. Sólo una vez que está segura de que ese mensaje ha quedado instalado en la conversación, empieza a hablar menos con la cabeza y más con el corazón. "Mucha gente me mira y me ha mirado en menos por ser trans. No me toman en serio. En el Congreso generalmente no me tratan con el pronombre femenino o cuestionan lo que estoy haciendo. Esto me pasa también con políticos de izquierda. Se hacen llamar progresistas pero que en la práctica son igual de conservadores e ignorantes que los de derecha", explica.

Se podría decir que Constanza Valdés es una figura "en ascenso". En junio del año pasado, cuando el Senado despachaba el proyecto de la Ley de Identidad de Género en su primer trámite constitucional, fue brevemente entrevistada por la revista Qué Pasa. Desde entonces, su exposición pública ha aumentado. Publica semanalmente columnas en sitios como El desconcierto o El Dínamo y la semana pasada fue la gestora de la carta publicada en La Tercera donde cien abogadas apoyaban la inclusión en la ley de los menores de 14. Hace algunas semanas, cuando la Comisión Mixta despachaba el informe que se vota hoy en la Cámara, la periodista Carola Urrejola recomendó en la radio seguirla por Twitter. "Creo que les he demostrado a todos que soy una de las pocas personas que realmente conoce el texto y trasfondo del proyecto de ley, y no es sólo una consigna política", insiste.

Una historia atípica

A Constanza le gustaba jugar a la pelota y con autitos. Le gustaban las niñas. Su familia nunca se cuestionó, cuando era pequeña, si había algo distinto en ella. "Cumplía, sin quererlo, con el estereotipo que mi familia esperaba. Yo no fui ese niñe que a los cinco o seis años sabe que es trans. En mi infancia nunca me lo cuestioné, pero eso tampoco significaba que me sintiera identificada con ser niño", explica.

En ese tiempo vivía en Rancagua y estudiaba en el Instituto O'Higgins (institución marista), donde progresivamente una incomodidad empezó a crecer en su interior.  "Estando en un curso sólo de hombres, me di cuenta que no quería ser parte de ese mundo". Empezó a negarse a rezar y discutía por todo, con todos.

¿Cuándo pasas de la incomodidad a cuestionarte abiertamente tu identidad de género?

En la universidad. Ahí empiezo a instruirme más sobre el tema y a preguntarme seriamente si me sentía bien con la identidad que el resto de la gente me asignaba. Ya a los 20 empecé a sentir real incomodidad, con toda la expectación social de ser hombre y lo que eso implicaba.

¿A qué te refieres con expectación social?

En mi familia te inculcaban esa idea de que los hombres deben ser duros, no expresar emociones. Tener el pelo largo era asociado a lo femenino y eso, siendo yo una futura abogada, era poco "profesional", poco masculino. La heteronorma estaba muy marcada en mi casa.

Constanza entró a la Facultad de Derecho de la UDP. Allí investigó, estudió y leyó no sólo de derecho, sino también de feminismo y estudios de género. Al revisar páginas con la temática trans, se encontró con información que le generó contradicción. Y la hizo dudar.

¿Qué decían los sitios?

Muchas páginas web decían que las personas trans están en un "cuerpo equivocado" y que por eso se operaban. Pero yo no me identificaba con esa idea. Después, profundizando más, pude entender que hay muchos tipos de personas trans y que somos una parte más de la realidad humana. La identidad es un aspecto dinámico y que va cambiando con el tiempo; esto no significa que sea un juego, pero sí es un ejemplo de que nuestra vida es variable.

Y te fuiste empoderando.

Sí, pero aún me costaba mucho pensar en cómo sería el tránsito.

¿Tenías miedo?

En ese momento, sí. Egresé queriendo transicionar, pero sufriendo mucho con la idea. Tenía miedo de fracasar en la vida, de no lograr mis metas y de que mi familia me rechazara. Además pensaba que en la calle iba a sufrir situaciones de acoso y violencia. En esa época intenté suicidarme. Sentía que era el único camino.

¿Cómo lograste salir adelante?

Superé esa etapa con psicoterapia y mucha fuerza de voluntad. Me di cuenta que tenía que ser feliz, que tenía que dejar el miedo atrás y darle la cara al mundo sin importar el costo. Que si iba a morir o si me iba a pasar algo, iba a ser defendiendo quién soy o viviendo sin miedo. Ahí decidí transicionar y, desde ese momento, nunca me he vuelto a cuestionar o he tenido miedo.

Hacer el tránsito significaba irse de la casa y subsistir sola. Como su familia la ayudaba a costear la universidad, decidió posponer cualquier cambio hasta dar su examen de grado. Ya una vez licenciada, tuvo que dejar en pausa la práctica para titularse, ya que no es remunerada. "No me podido titular solo por eso. Tengo que pagar arriendo, cuentas, pero espero hacerla pronto y ya sacar el título".

Durante esa espera, entre terminar la universidad y comenzar la transición, escogió su nuevo nombre: Constanza Florencia. "El primero lo elegí porque significa constancia, perseverancia, una cualidad que encuentro muy importante. Y el segundo principalmente porque lo encuentro bonito y alude a la naturaleza", dice.

¿Qué te dijeron en la universidad?

Fui a hablar con mi jefa de carrera y le dije que quería que se me tratara por mi nombre social y que pensaba que se podía generar un protocolo para personas trans. A ella le pareció una excelente idea y no tuve ningún problema.

A los 24 años, Constanza comenzó su transición. También interpuso una demanda, a través de la Clínica Jurídica de la UDP, para lograr su cambio de nombre y sexo registral. En la mayoría de los casos, los jueces solicitan que los demandantes confirmen su identidad de género a través de tratamientos hormonales y cirugías. Pero ella había decido no hacer ninguna intervención médica en su cuerpo y eso suponía un desafío legal.

¿Por qué no hacer la transición como generalmente la gente la entiende, o sea, pasar de hombre a mujer (o viceversa)?

Decidí que no quería ser una mujer trans binaria ni adecuarme a los estereotipos femeninos. Me gusta ser como soy y todo lo que eso implica. Me siento feliz y cómoda con mi cuerpo. He visto a tanta chica que no lo hace o retrasa su transición por no estar con hormonas o tener algo de vello facial. La sociedad les dice que eso no está bien. Yo quiero ser un ejemplo para mucha gente y que vean que se puede ser libre, aunque tengas que discutir constantemente con alguna gente. Es la única forma de destruir los estereotipos.

En una sociedad donde los roles son tan marcados tu posición es disruptiva.

Soy consciente de que a muchos les incomodo, pero eso me encanta. En general a los hombres heterosexuales les choca más, dicen que les cuesta entender porque "así les enseñaron". Son los mismos que después quieren darme la mano en vez de saludarme como saludarían a cualquier mujer. No les compro su rollo feminista e inclusivo. A mí y a mucha gente a mi alrededor nos educaron de la misma forma, pero tengo claro que se puede cambiar.

Reconoces que hay un costo social.

Claro, hay una noción muy machista en torno a que las personas trans deben realizar una "transición completa". Y yo quiero demostrarle al mundo que la identidad de las personas trans no es más o menos validada por la expresión de género que éstas tengan. He visto cómo la sociedad chilena ha ensalzado a las mujeres trans que cumplen cabalmente ese prototipo de mujer, pero en mi caso sufro mucha discriminación por no tener una expresión de género tan binaria y femenina.

¿Como Daniela Vega?

Sí. O como la Alessia Injoque o la Alexa Soto (ríe). Los estereotipos que determina el patriarcado están en todas partes. Pensemos en las marchas feministas, ¿a quienes les sacan fotos? A las chicas más delgadas, blancas. Incluso las con capucha y el torso desnudo tienen los ojos perfectamente maquillados. ¿En las marchas gay? Lo mismo, se enfocan en el chico blanco, delgado, musculoso. Para los medios en estas marchas no hay morenos, bajos, gordos, nada de eso.

¿Qué pasó finalmente con la demanda?

El trámite duró un año y un par de meses. Tuve suerte porque no me exigieron ir al Servicio Médico Legal ni ningún antecedente médico y, en ese sentido, se respetó mi identidad de género auto percibida. La misma sentencia decía que la identidad de género es un aspecto interno de la persona y que la mera declaración de esta debiera ser suficiente. Fue un momento de mucha felicidad y tranquilidad cuando pude cambiar mi cédula de identidad y no tener que dar explicaciones en ningún lado.

¿Y cómo reaccionó tu familia?

Bueno, con mi papá no tengo relación desde los cuatro años. Respecto a mi familia materna, no era un tema a conversar porque son súper machistas y conservadores. Mi mamá se enteró que me había hecho una cuenta en Twitter y me preguntó qué andaba haciendo, si acaso estaba prostituyéndome. Yo le dije que se fuera a la mierda y ahí se acabó todo. Las dos somos bien orgullosas. No nos hemos vuelto a hablar desde entonces.

¿No te da pena haber cortado así la relación?

Siempre supe que transicionar significaría quedarme sola, aunque por un tiempo creí que tal vez podían cambiar. Ya no. No pienso mucho en mi familia. Quisiera que dejaran de lado sus prejuicios, que les hacen mal a ellos y a su entorno, pero no es algo que esté preocupada de resolver. Ojalá sintieran orgullo de lo que he logrado.

No son pocos los logros que Constanza Valdés acumula a sus 27 años. En mayo de 2017 fue la primera mujer trans chilena en exponer ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre el derecho a la identidad de género y derechos de las parejas del mismo sexo y en la Comisión Interamericana respecto a la situación de las personas trans en Chile. A fines de ese mismo año, la plataforma Hay Mujeres la seleccionó como mujer experta en temas LGTBIQ y la incluyó en su directorio. Estas experiencias y la relación con su actual pareja, que empezó en julio de 2016, son los que ella cataloga como "los momentos más felices de mi vida".

¿Y la familia de tu pareja te ha apoyado?

Sí, ellos son súper abiertos de mente. De hecho la abuela, que tiene como noventa años, ve "Soy Jazz", un docurreality de una niña trans. Con mi pareja empezamos a vivir juntas altiro, ella es mi red, mi familia.

¿Tu pareja es trans?

Sí, es una persona de género no binario. Se identifica como agénero.

¿Qué significa eso?

Que no se identifican con la idea de que tienes que sentirte hombre o mujer. Algunos sienten que son algo completamente distinto a estas dos categorías, o que tienen un poco de ambas, o fluyen entre ellas. Sea cual sea su identidad y su expresión, no se enmarcan en el binario de género y simplemente quieren ser reconocidas como personas.

¿Estas personas están consideradas en la ley?

Lamentablemente no, lo que me parece súper negativo. Al definir identidad de género, la Cámara no se basó en los Principios de Yogyakarta, el documento de legislación internacional sobre derechos humanos con relación a la orientación sexual y la identidad de género. Se limitó la identidad sólo para que pudiera ser respecto a ser hombre o mujer. Hay mucho desconocimiento sobre las personas de género no binario, incluso en la misma comunidad trans se les discrimina.

¿Por qué crees que los excluyeron?

Optaron por una visión más conservadora. Además, incorporar un tercer sexo supone hartos desafíos. ¿Qué normas les haríamos aplicables en temas como la maternidad o el matrimonio? Por eso tenemos que avanzar a la desexualización de las políticas públicas y de las desigualdades estructurales que tradicionalmente oprimen a las mujeres en el ordenamiento jurídico. Si logramos esa igualdad, el género no tendrá relevancia en la cédula ni en los registros.

Cumplir el objetivo

Constanza camina apurada por los pasillos del Congreso, donde trabaja como asesora de la diputada Claudia Mix, desde marzo de este año. Antes de eso, entraba a las sesiones como asesora jurídica de la Asociación OTD (Organizando Trans Diversidades), con la ayuda de parlamentarios, o "a la mala, porque a veces en el Senado me ponían más problemas", recuerda.

De fondo se escuchan los tacos de sus zapatos mientras avanza hacia la sala del Senado, donde se está votando el informe de la comisión mixta. Responde por WhatsApp enviando largos y entusiastas mensajes de audio, dejándose llevar por las divagaciones de su cabeza. No se guarda nada, nadie queda parado en su análisis. "Hay algunos que ahora van a disfrutar yendo a la tele pero no pasaron ni un día en el Congreso para que esta ley saliera. Yo no sé cuántas veces he dormido pensando en este proyecto de ley".

Has seguido todo, o casi todo, el trámite de la ley. ¿Hay algo de ese proceso que destacarías?

Creo que muy poca gente sabe cómo el Oscar a la película Una mujer fantástica influenció la tramitación. Luego de aprobarse en la Cámara el proyecto de ley con modificaciones, éste debía ser analizado por la Comisión de Derechos Humanos del Senado. A una semana de que Bachelet dejara el cargo, esto aún no sucedía. Pero el 4 de marzo la película gana el Oscar y eso provoca que el día 6, primero, el gobierno le coloque discusión inmediata al proyecto, y segundo, que los comités parlamentarios acuerden por unanimidad que se omita el trámite del informe y se envíe de inmediato a la comisión mixta. Esto no es lo que normalmente se haría, fue algo excepcional. El punto es que, si se hubiera esperado que la comisión sesionara, probablemente eso habría atrasado el proyecto un par de meses más, condicionado también a que el Gobierno actual podría haber introducido más modificaciones.

¿Qué opinas de la ley que se va a despachar?

Destaco que se regule el derecho a la identidad de género como tal y que el proyecto incluya principios como la no patologización, igualdad y no discriminación, confidencialidad y trato digno, entre otros. Es, por supuesto, un piso mínimo. Lamentablemente quedaron muchos aspectos mal regulados o excluidos, partiendo por los menores de 14 y las personas de género no binario. También rechazo la exigencia de dos testigos para los mayores de 18. O sea, le estás diciendo a la persona "usted es incapaz, por favor pruébeme que sabe lo que está haciendo". Por otra parte, se eliminó en la comisión mixta una norma que buscaba regular el derecho a acceder a tratamientos hormonales e intervenciones quirúrgicas bastando sólo un consentimiento informado. Actualmente se exigen certificados sicológicos y siquiátricos para poder acceder a estas prestaciones.

Más allá de la ley, ¿cuáles son los desafíos que vislumbras para la personas trans?

La ley no ahonda en temas de derechos económicos, sociales, culturales. Por ejemplo, nada se discute sobre la seguridad social de las personas trans, que nunca han podido cotizar ni ejercer un trabajo formal a raíz de la discriminación y exclusión que sufren diariamente. Pensemos en el caso de quienes actualmente ejercen el trabajo sexual como única vía de subsistencia. De acuerdo con estadísticas de RedLacTrans, son alrededor del 95% de las mujeres trans de nuestro país. La mayoría de las personas trans vive en la más absoluta precariedad y gran parte de la comunidad trans lo olvida.

¿Qué pasa con Constanza Valdés ahora que la ley se despacha?

Esta ley nos va a seguir dando mucho trabajo, así que se cierra el ciclo parlamentario, pero no el de la ley. Y hay muchas otras cosas que quiero hacer. Estoy armando con un grupo de personas una fundación sobre personas LGTBIQ y feminismo, y quiero escribir un libro sobre el derecho a la identidad de género. Creo que hay que promover una educación no sexista e inclusiva que promueva el respeto y promoción de todos los sectores de la sociedad. Mira a Argentina: a pesar de tener una de las leyes de identidad de género más avanzadas a nivel mundial, la discriminación persiste. Este es un cambio cultural que sólo se propicia con educación. Y por supuesto hay que seguir trabajando desde el plano legislativo. Eventualmente me gustaría ser diputada.

No es poco.

Soy ambiciosa. La lucha nunca se termina y hay que darla en todos los espacios.