La contagiosa energía de las adolescentes

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Generalmente analizamos la adolescencia desde sus complejas, desafiantes, enredadas y confusas características y tratamos de estudiarla desde nuestra adultez, tratando de entender cómo acompañar a nuestros hijos e hijas durante ese camino a ratos tan inquietante. Algo necesario de hacer en esta etapa en que los jóvenes necesitan de nuestra guía y apoyo para moverse.

A pesar de lo anterior, siempre me ha encantado el mundo adolescente. Si bien es una etapa compleja del ciclo vital, es también una etapa llena de energía, creatividad, vitalidad, fuerza y cambio.

El ser psicóloga me ha permitido acompañar a jóvenes durante su adolescencia. Y aunque lo he hecho en distintos contextos, en su mayoría ha sido cuando requieren mayor apoyo debido a vivencias emocionales complejas o a situaciones que requieren trabajar en conjunto con sus familias. Pero esta vez fue diferente: durante estos días tuve la oportunidad de vivir una experiencia de conexión profunda e intensa con adolescentes que desplegaron toda esa energía, vitalidad, creatividad, entusiasmo y solidaridad pura de esa etapa. Y sin quererlo me embriagaron de todas esas cualidades e hicieron que solo me concentrara en esa dimensión, sin mirar el otro lado de la moneda. Lograron que mirara solo sus fortalezas, lo que tienen para entregar, lo que han transitado, sus expectativas, alegrías, espontaneidad. Vi a niñas siendo niñas todavía, tal cual son, sin tener que demostrar nada a nadie.

Cuando los hijos crecen, a veces ponemos tantas exigencias, expectativas y deberes, que dejamos de ver que son niños y niñas en proceso. Vemos cuerpos o actitudes intentando ser adultos y eso muchas veces nos engaña, haciéndonos olvidar que están recién comenzando un largo camino. Y ahí, sin querer, desde nuestra historia, experiencia y mente, a ratos apuramos ciertos procesos y desarrollos pensando que deben cumplir con un check list de cómo tienen que llegar a ser o qué deben lograr a cierta edad.

Muchas veces como padres empezamos a fijarnos en cosas como la edad en que tienen que leer o las palabras que saber; el promedio que deberían tener y si destacan o no con premios en colegio; si tienen varias o pocas amigas/os, van a fiestas, son o no populares, o si hacen deporte. Comienza una interminable lista de deberes que cargan en una mochila debido a nuestras propias inseguridades como papás y mamás que nos hacen caer en la falsa idea de que el resultado de esas cosas califica nuestro desempeño. Porque cada vez que ellas o ellos fallan, podemos llegar a sentir ese error como nuestro, reaccionando así de manera poco asertiva y contenedora. Inconscientemente nos centramos en lo que nos pasa a nosotros con ese error, criticándonos nosotros mismos y siendo juzgados por los demás, en vez de centrarnos en los sentimientos de ellos y ellas.

De ahí viene la importancia que tiene conectarnos con las cualidades adolescentes, mirarlas y mirarlos desde su propio mundo, sin crítica, sin prejuicios, sin susto, sin nuestra propia historia y mochila; sino dejándonos sorprender, contagiar y aprender con su energía, vitalidad, creatividad y su propio contexto.

No debemos olvidar que podemos enriquecernos, aprender y seguir creciendo con los/las adolescentes, ya que esta nueva generación tiene mucho que mostrarnos y entregarnos. Es en la sinergia de varias miradas que la cultura y la sociedad se van construyendo.

Josefina Montiel es psicóloga clínica. Instagram: @ps.josemontiel

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