La crisis de los 30

crisis de los 30



Enfrentar la crisis de los 50 o la famosa crisis de la mitad de vida es algo que probablemente todos hemos escuchado. La caricatura de los hombres que se divorcian a entre los 50 y los 60 y compran autos deportivos. O la de mujeres que deciden someterse a cirugías plásticas para cambiar por completo su look y, en ambos casos, ir en busca de parejas considerablemente más jóvenes que ellos. Todo en un afán por replantearse la vida que habían construido hasta ahora y recuperar la juventud perdida.

Pero, ¿qué pasa cuando estos cuestionamientos vitales llegan mucho antes en el camino?

Según una encuesta llevada a cabo por LinkedIn en 4 países y con más de 6 mil participantes entre 25 y 33 años, un 75% de los jóvenes en ese rango etario declara haber experimentado algún tipo de crisis existencial que podrían identificar como crisis de los 30, o como se le conoce en inglés, Quarter Life Crisis. Este concepto se comenzó a utilizar oficialmente dentro de la comunidad científica en 2001 cuando se popularizó con la publicación del libro Quarter Life Crisis de las autoras norteamericanas Alexandra Robbins y Abby Wilner. A partir de los resultados de sus entrevistas con jóvenes norteamericanos, las investigadoras acuñaron el concepto de crisis del cuarto de vida con el objetivo de describir la problemática de la transición desde la juventud hacia la adultez, la que definirían como un “estado de pánico generado por el sentido de pérdida de la juventud y la sensación de incertidumbre que esto trae consigo”.

La psicóloga clínica Jafet Lillo, especialista en psicoanálisis relacional comenta que, en palabras más sencillas, la crisis del cuarto de vida puede entenderse como una instancia en la que la concepción que tenemos de nosotros mismos se remece hasta los cimientos. “Es un momento donde el autoconcepto —lo que pienso y sé de mí mismo— y la existencia misma sufre una transformación”, explica. “Pero este cambio no se logra comprender en su totalidad, es decir, es un espacio de introspección donde se produce un cuestionamiento interno, donde se replantean las preguntas: ¿quién soy?, ¿qué deseo hacer con mi vida?, ¿qué metas tengo?”. Y es que precisamente interrogantes que nos acompañan desde la infancia harán que más adelante se gatillen cuestionamientos vitales. Preguntas tan comunes como el famoso “¿qué quieres ser cuando seas grande?” son el tipo de planteamientos que hoy hacen que, cada vez más jóvenes que gozan de la libertad de elegir su camino, se cuestionen sus decisiones a temprana edad. “Estas incógnitas se desarrollan en diversas etapas de la vida, son normales y necesarias para evolucionar, ya que nuestra autopercepción no es estable e invariable, está expuesta al cambio, a las nuevas experiencias”, explica Jafet.

De acuerdo con investigaciones conducidas en la Universidad de Greenwich en Inglaterra, se pueden definir 4 fases dentro de la crisis de los 30. La primera de ellas tiene que ver con la sensación de estancamiento en algún aspecto particular de la vida. La segunda es la esperanza de que ocurra un cambio respecto de esta situación que nos genera profunda incomodidad. La tercera implica una reconstrucción de aquello que no nos satisface y la cuarta tiene que ver con reafirmar nuestro compromiso, aspiraciones, motivaciones y establecer nuevas metas. Además, el mismo estudio identificó que los ámbitos en torno a los cuáles giran las crisis de los 30 son, principalmente, el dinero, las relaciones de pareja y familia y las carreras profesionales: dos de cada 5 jóvenes declaró creer que no ganaba lo suficiente, un 31% mencionó sentir presión por casarse y tener hijos, y por último, un 21% quería hacer drásticos cambios en su vida laboral.

Jafet Lillo ha observado que la crisis del cuarto de vida es una tendencia al alza. Y atribuye este fenómeno a que, a diferencia de generaciones previas, el sistema actual gira en torno al desarrollo personal. “Hoy en día la generación de los 25-35 años prioriza el autoconocimiento, poseen el deseo de dar respuesta a las incógnitas: ¿qué quiero para mí?, ¿quién deseo ser?, ¿cuál es mi meta?, ¿quiero seguir la vida que ‘debo’ o la que ‘quiero’?”, comenta. Sumado a esto, las exigencias que recaen sobre los más jóvenes siguen siendo un gran peso. En el libro Quarter Life Crisis las autoras norteamericanas Alexandra Robbins y Abby Wilner que propusieron el concepto de esta crisis, explican que posiblemente debido a las mejores y más amplias oportunidades laborales y financieras de los jóvenes hoy en día, la presión por lograr carreras exitosas creció exponencialmente para ellos. Lo que, a su vez, aceleró la llegada de estos momentos de catarsis o puntos de inflexión en sus vidas. “Quizás sea la extenuante competencia entre millones de estudiantes que hace a los veinte y treintañeros sentir que tienen que trabajar extraordinariamente duro para destacarse de sus pares. Cualquiera sea la razón, la crisis del cuarto de vida representa un riesgo para el bienestar de muchos jóvenes por muy bien adaptados que puedan parecer y debe ser tomada en serio”, relatan en el texto.

Y es que ninguna crisis existencial, independiente de la etapa de la vida en la que tenga lugar, debiese ser tomada a la ligera. La psicóloga Jafet Lillo destaca lo importante que es recordar que se trata de procesos normales que deben ser abordados con autocompasión. “Hay que permitirse vivir el proceso porque es normal. En la vida es imposible controlar los sucesos, por ende la verdadera confianza está en abordar y gestionar la incertidumbre, por lo mismo permitirte el derecho a llorar, a ‘sentirte mal’ si no sabes qué decisiones tomar de forma inmediata, ya que cuando el autoconcepto y la vida cambia, es esperable tener emociones desagradables, porque estás saliendo de la zona de confort”, comenta Jafet. Además, la especialista recomienda aferrarnos a lo que se mantiene estable en un periodo turbulento. “Esta crisis no afecta la totalidad de tu vida, tus virtudes, talentos y capacidades siguen presentes, recupera esa sensación de dirección en torno a lo que deseas”, comenta. “Hay que recordar que todos tenemos tiempos diferentes y no es necesario compararse”. Jafet explica que durante la crisis se abren opciones: trabajos temporales, oportunidades de estudio ya sea en nuestra área profesional o explorando nuevos intereses.

Los científicos de la Universidad de Greenwich en el Reino Unido concluyeron que, tal como explica la psicóloga, la crisis de los 30 puede abordarse desde dos perspectivas: como un cataclismo o un impulso en una nueva dirección. Porque no es necesario envejecer para reflexionar y observar con una mirada crítica nuestra vida y las decisiones que hemos tomado. Tampoco existe un punto ni una edad óptima para dar un giro si nos damos cuenta que no vamos en la dirección que nos gustaría. Más que una crisis de la mitad, el cuarto o cualquier otra etapa de la vida, estas instancias pueden ser oportunidades y funcionar como una confirmación de que hemos hecho lo que realmente queríamos o, por el contrario, ser un catalizador que nos mueva al cambio.

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