La curva de la felicidad, ¿por qué los 40 son los menos felices?

curva de la felicidad



Comprar un auto deportivo llegando a los 50, someterse a múltiples procedimientos de belleza y operaciones para recuperar el cuerpo de hace algunas décadas o terminar una relación de años para empezar una nueva con una pareja considerablemente más joven. Todos reconocemos alguno de estos escenarios cliché que utilizan series y películas para caricaturizar la crisis de los 40, también conocida como ‘crisis de la vida media’. Si bien no todos al superar la barrera de las 4 décadas sienten ni externalizan de la misma manera, para muchos esta etapa de la vida sí puede ser extremadamente turbulenta. Y aunque sea material para algunos de los mejores guiones de comedia en Hollywood, en la vida real la crisis de la mediana edad no siempre es algo para tomar a la ligera.

Según un estudio realizado en 132 países de todos los continentes por el economista británico y académico de Dartmouth College David Blanchflower, las personas experimentamos a lo largo de nuestras vidas una curva en los niveles de felicidad que tiene una forma similar a una letra U. La curva alcanza el peak durante la década de los 20 años y su punto más bajo entre los 47 y los 49.

Mónica López, psicóloga especialista en felicidad y Directora del Instituto del Bienestar confirma que “luego de los 20 años nuestra felicidad empieza a decaer hasta llegar al punto más complejo entre los 40 a 50 años”. La especialista explica que una de las causas más comunes detrás de esta crisis de mediana edad o este punto de hondo en la curva de la felicidad se produce porque en esta etapa de la vida, cuando los hijos ya son adolescentes y la crianza es menos demandante o incluso han dejado de vivir con los padres, cuando las carreras profesionales ya están asentadas y cuando situaciones como vivienda, finanzas y relaciones de pareja se han estabilizado, las personas contrastan las expectativas que tenían respecto de su vida con la realidad que efectivamente han logrado construir. “Mientras más grande sea la diferencia entre lo que esperábamos vivir y lo que estamos viviendo, más será la insatisfacción y sensación de infelicidad”, aclara. Este contraste entre expectativa y realidad puede generar una crisis vital de tal magnitud, que incluso puede alterar los planes hacia el futuro. “Muchas veces hasta puede llevarnos a replantearnos cómo queremos seguir viviendo hacia adelante”, explica Mónica.

Una invitación a replantearse las cosas es también la propuesta del periodista y autor de The Happiness Curve, Jonathan Rauch que en su libro argumenta que la crisis de mediana edad puede verse también desde la vereda opuesta. Según estudios presentados por Rauch, la curva de la felicidad se ha podido identificar a lo largo de la vida en algunas especies de primates, lo que permite inferir que este bache en el camino de una persona feliz, no es más que una etapa normal de la vida. Y según Rauch, una muy importante. El autor atribuye al mal llamado midlife crisis el poder de “modificar nuestros valores y nuestras fuentes de gratificación y satisfacción, generando un cambio en quiénes somos”. Agrega además que, al ser un proceso natural y tener una raíz biológica, “la curva de la felicidad es una adaptación social, un reseteo de nuestro software emocional para darnos un nuevo propósito y rol dentro de la sociedad”. El autor concluye que este cambio de prioridades se orienta a alejarnos de la competitividad propia de la juventud para redirigirnos hacia la compasión, la sabiduría, la gratitud y otros atributos que nos equipan y aportan de mejor manera para enfrentar los desafíos de la tercera etapa de la vida.

Sin embargo, incluso si se trata de una fase que todos experimentamos y que tiene por objeto un cambio positivo en nuestra mentalidad, mientras se está en el punto más bajo de la curva y todo parece indicar que las cosas van de mal en peor, es difícil ver la luz al otro lado del túnel. Para enfrentar la tormenta de la mejor forma posible hay que estar preparados. Si bien el estudio realizado David Blanchflower indicó un rango acotado en el que se observó el punto más bajo en la U de la felicidad, todas las personas son diferentes y hay que estar atento a las señales para poder enfrentar los cambios de la mejor forma posible. Mónica López explica que algunos de los indicadores más recurrentes que podrían dar cuenta de una crisis de mediana edad son un fuerte agotamiento físico y mental que incluso nos impide realizar actividades que en otras circunstancias nos generarían satisfacción. “Nos falta motivación y sentimos que nos vamos quedando sin energía”, explica. “Los fines de semana o tiempos libres queremos descansar, dormir más, cuesta más salir, hacer ejercicio o armar panoramas sociales”. La especialista agrega que muchas veces las personas comienzan a presentar trastornos de sueño, sobrepeso o muestran insatisfacción con su imagen y temor a envejecer.

Es precisamente ese sentimiento de insatisfacción generalizado con la vida lo que hace que comiencen problemas importantes en las relaciones de pareja, familiares y laborales. Según explica la experta del Instituto del Bienestar, “se busca desconectar de la crianza porque se sienten agobiados por ella. Muchos se cambian de trabajo y para sentir que pueden darse una nueva oportunidad, volver a sentirse jóvenes, con mayor vitalidad, aumentan las inscripciones en maratones, cursos de paracaidismo, viajes de aventura, emprendimientos laborales, operaciones estéticas”, comenta Mónica. Y de este ímpetu por detener el paso del tiempo y aferrarse a los que consideramos fueron los mejores años de nuestras vidas, es que nacen las caricaturas de la crisis de los 40 que dan material para innumerables historias y películas. La especialista agrega que es común ver pacientes quienes en esta etapa de sus vidas muestran interés por salir con personas más jóvenes, le son infieles a sus parejas y que en general persiguen experiencias que entreguen gratificación inmediata. “Buscan sentir que están más inmersos en la vida, que aún son jóvenes y les queda mucho tiempo para disfrutar y reinventarse”, agrega.

La curva de la felicidad es inevitable, cómo enfrentamos los altos y bajos depende de cada uno. Si es buscando adrenalina con experiencias extremas, compras o intervenciones quirúrgicas o aceptándola no como una crisis, sino como una invitación al cambio, como plantea Jonathan Rauch, a todos nos toca pisar el fondo. Las buenas noticias son que el modelo de la curva tiene forma de U y el punto más bajo —midlife crisis, la crisis de mediana edad o la de los 40– no es más que un punto de inflexión. Desde ahí solo podemos movernos en una dirección: hacia arriba.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.