Los jóvenes hombres manifiestan en mayor proporción la intención de ser padres en el futuro que las jóvenes mujeres de ser madres (59% versus 37%). Esto, de acuerdo a una encuesta representativa de la población chilena entre 15 y 29 años, realizada por INJUV, la que además situó en 29 años la edad promedio en la que ambos proyectan la llegada del primer hijo o hija.
Esta cifra merece análisis y reflexión pues sería un error dar por sentado que este aparente desinterés en la maternidad se deba únicamente a que el proyecto de tener hijos perdió atractivo en sí mismo. Así, vale la pena entonces preguntarnos qué responsabilidad en esto le cabe a la falta de corresponsabilidad parental y social en la que se vive la maternidad.
En pleno siglo XXI resulta evidente y esperable que las mujeres en nuestra sociedad encuentren los apoyos necesarios para emprender todos los proyectos y desafíos que se propongan tanto en lo académico, deportivo, laboral, social y así, en prácticamente todo orden de cosas. En su proyecto de maternidad sin embargo, no se hacen visibles estos apoyos.
La pregunta que cabe hacernos entonces es por qué se le resta valor –y apoyo- a una dimensión igualmente importante para el desarrollo y satisfacción personal de la mujer cuando así lo desea, y se le dificulta al punto de verse en la necesidad de suprimir ese deseo.
Esto se condice con una cada vez más decreciente tasa de fecundidad. La mujer ha transitado a otro lugar social, eso es indiscutible, sin embargo la crianza sigue principalmente bajo su responsabilidad, sin un tejido social y familiar que la ayude a sostener el cuidado de sus hijos, a la par que ella se desenvuelve en las tantas otras esferas de su propia vida.
Nos estamos acostumbrando a describir la maternidad como una tarea de cuidados, porque es ahí donde la mujer está más sola y sobreexigida, sin darnos cuenta que como producto de ese desgaste, estamos perdiendo de vista que lejos de ser una tarea, la maternidad es una experiencia vital en la que se establece una de las vinculaciones humanas más potentes, si no la más.
Las cifras son claras. Las mujeres jóvenes de nuestro país proyectan cada vez menos la maternidad en sus vidas, y cuando lo hacen, es alrededor de los 30 años, después de que han podido enfocarse en otros proyectos. Nuestra responsabilidad como sociedad entonces es velar porque esa tendencia sea desde la libertad, y no desde la falta de ella. Porque cuando se ponen tantos obstáculos para que el ejercicio de la maternidad sea compatible con otros proyectos, se priva a la mujer de la plena libertad para optar por esta.