La descolonización de Gabriela Wiener
La escritora peruana, radicada en España, llega a Chile en el marco de la ceremonia del Premio de Periodismo de Excelencia de la Universidad Alberto Hurtado, y también para presentar la edición ampliada de su libro Sexografías; una serie de crónicas sexuales que se presentan como “un recorrido por el lado más salvaje del periodismo narrativo”. Considerada parte de los nuevos cronistas latinoamericanos, en esta entrevista reflexiona sobre feminismo y colonialismo, sobre su condición de mujer racializada y migrante, y sobre su última novela, Huaco Retrato, un viaje literario que desentraña la herida cultural de América Latina: los vestigios del sometimiento blanco y europeo que sigue presente en nuestra vida cotidiana.
Tu relación con el periodismo es bastante particular, cruza y juega con muchos géneros. ¿Cómo te relaciones con este oficio?
Mi periodismo, como sabes, ha sido mi literatura y mi literatura, muchas veces ha sido llamada periodismo. Pero va más allá del periodismo, es algo que yo llamo “degenerado”, de “género fluido”, que está dentro de lo narrativo, pero que también está en lo poético. Que está en lo cronístico, pero también está en lo ensayístico. Pero yo ya estoy un poco aburrida de etiquetarlo, porque cuando lo etiqueto la gente me contradice. Cuando publiqué Sexografías por primera vez, en el año 2008, la gente no me creía que fueran historias reales, decían, “esto te lo has inventado, esto es ficción”. Pues llámalo ficción, llámalo autoficción, pero eso yo no me lo he inventado, eso es periodismo narrativo… pero no me hacían caso. Y después, ahora que publiqué Huaco Retrato, pues dije que es una novela, y quién más va a saberlo sino yo, que me la he inventado en gran parte. Pero la gente no para decir que es una crónica, o que es mi vida. Pero si es más o menos crónica, más o menos novela, más o menos autoficción, ya me da lo mismo, porque yo me ubico en un lugar muy híbrido. Ahora, si me preguntas por el periodismo, hoy me dedico al periodismo de investigación, y lo hago por activismo. Hice una historia, por ejemplo, sobre un poeta que era premio nacional de literatura y que había abusado sexualmente de su hija y de su hijastra cuando eran niñas. Y esto supuso el reconstruir la historia de ellas, y supuso, pues, un señalamiento y una muerte social para él, incluso le retiraron el premio. Es periodismo activista, periodismo crítico, un periodismo que está intentando hacer cambios en la sociedad, en este caso apoyando las denuncias de mujeres abusadas. Ese es el periodismo que me interesa.
¿Cómo ves la relación actual de la literatura escrita por mujeres con esas causas políticas?
Estoy convencida de que la literatura escrita desde Latinoamérica, por mujeres y disidencias, es una literatura sin duda política. Eso no quiere decir que no sea una gran literatura, es una gran literatura política, social y de denuncia social. Y es una gran literatura que según mi punto de vista está metiendo el dedo en la llaga y está contribuyendo, por lo menos, a la lucha romántica que tenemos de transformar el mundo. Escritoras como María Fernanda Ampuero, Liliana Colanzi, las compañeras chilenas como Nona Fernández, Alia Trabucco, las amigas mexicanas, como Guadalupe Nettel. Aunque hagan literatura del fantástico de terror, o hagan gótico, o hagan de ciencia ficción, o hagan una literatura de autoficción o hagan una novela familiar o una novela de la memoria; todas están haciendo una escritura revolucionaria y transformadora, contra las narrativas hegemónicas. Y no solo es blanca, sino que ahora estamos ante otros nuevos cuerpos, ante otras voces que vienen con sus propios imaginarios, incluso con sus propias lenguas originarias también. Se pone bonito el escenario. También peligroso porque el mercado lo que más sabe hacer es depredar, reducir y sobre todo saquear, ¿no? Para que finalmente sean los mismos los que destaquen y sigan ganando el dinero, sigan siendo los dueños de lo que se entiende como cultura o literatura, en fin. Y eso es un peligro. O sea, con el feminismo ha pasado y el capitalismo es así, lo hace, lo vuelve marketing, lo vuelve una etiqueta, lo vuelve una moda y así desactiva o intenta desactivar luchas que son dignas.
¿Crees que a la literatura escrita por mujeres se la ha tomado también el mercado?
Desde luego, este es un momento para hacer caja para las marrones, por ejemplo, para las racializadas del mundo, pero obviamente ya se olvidarán de nosotras como se olvidan de todos porque el capitalismo es así. Ahora me llaman bastante y a muchas compañeras también, porque eres marrón, porque eres chola, porque eres negra, porque tienes un discurso tal y esto también es un peligro, porque eso también es extractivismo. Y, como sabes, es dar la apariencia en cualquier sitio, una revista, una institución, un museo, un festival, una feria, lo que sea, que necesita ahora mismo tener una apariencia de inclusividad. Y utilizan, instrumentalizan nuestros cuerpos. Pero eso es el cascarón nada más, porque finalmente vas y dices, quién es el curador de esto, quién es el dueño, quién dirige la revista, quién es la que tiene la plata y te aseguro que no somos las marrones, las racializadas, las negras, ni las pobres.
Respecto a tu libro Huaco retrato y a tu literatura en general, cómo influye ser migrante.
Todo. La migración es parte central de todos mis libros. Para mí ha sido muy importante narrar la experiencia de la migrante latina, las sudacas, como nos llaman en España, las panchitas, que somos las que tenemos ascendencia andina, marrón. Y por eso es que para mí es muy importante confrontar los discursos sobre el mestizaje, la migración y las sudacas en España, que son sobre todo mujeres de clases populares que vienen a trabajar y a limpiar, que esa es otra gran lucha aquí de las latinas, las que hacen trabajos de cuidados y que han logrado grandes cosas en sus colectivos para que se respeten sus derechos.
¿Cómo es la visión tradicional de esa migrante latina?
La mirada que se tiene sobre las latinoamericanas, sobre las sudacas, es una mirada colonial altamente paternalista, por lo tanto racista. Hay una subestimación. Mi libro también es una manera de decirles no, no somos la migrante inofensiva, esa buena salvaje que tú crees, la que se ha integrado por el idioma frente a los otros migrantes a los que sí temes y que suponen un conflicto para ti, ¿no? Es decirle al español que mire lo que hizo en Latinoamérica, que su estela continúa. Que el colonialismo sigue vigente. Que esa mirada tan condescendiente es racista, que su poco interés en nuestras vidas y en lo que es el pasado colonizador de España, no es pasado, que sigue además haciendo cosas en Latinoamérica, que es algo que marca la vida y a nuestras sociedades. Y que se atrevan a ver eso, que lo miren, que se miren ahí también, ¿no? Porque así como nos hemos visto nosotras tanto en el espejo del colonizado, de conocer el colonizador en nuestros cuerpos, desde luego a España le toca mirarse como colonizador, como el poder, como el imperio. Cuando hablamos del racismo en Latinoamérica, cuando hablamos de la relación con los pueblos originarios en Latinoamérica y cómo son tratados por las élites blancas y criollas en nuestros territorios, como evidentemente ocurre en Chile con los mapuche, tiene que ver con la colonización, precisamente son siglos de levantamientos indígenas, siempre sofocado por las mismas clases herederas de la colonia.
No puedo evitar preguntarte sobre el poliamor. Inevitablemente uno te asocia como una figura emblemática al amor más disidente. Fuiste bastante pionera en su tiempo de abrir esta realidad, algo que ahora es mucho más común o está más discutido. ¿Cómo crees que ha evolucionado la mirada sobre el poliamor?¿Cómo has visto ese tránsito desde lo personal y también desde lo social?
No voy a contestar nada de poliamor.
¿No?
Absolutamente nada de poliamor.
¿Es un capítulo que en ese sentido lo cierras en relación a tema?
No, no he dicho eso, para nada. No voy a hablar de mi vida personal, porque ya la escribí toda. Todo lo que tenía que decir, ya lo he dicho miles de veces. Tengo una obra que se llama Qué locura enamorarme yo de ti, esa obra murió en Colombia, fue la última vez que la presenté y la última vez que la presentaré. Ahí quedó el testimonio de lo que fue mi experiencia con el tema de la no monogamia y el poliamor. Y a cualquiera que quiera preguntar de mi vida personal que vaya a mi libro, mi artículo, mi Instagram. Yo ya no puedo más de lo personal, ya es que ya aburro. Como tú dices, esto ahora está muy expandido. Yo creo que las nuevas generaciones tienen un abanico de posibilidades de relación y todas son igual de duras y difíciles, ¿no? Entonces, no sé, hay que hay que ir a la práctica y dejar el bla, bla, bla. Lo digo en Huaco retrato: la teoría me la sé, dice la protagonista, pero ¿cómo me la meto al cuerpo? Y eso es lo que estamos tratando de hacer, que las cosas se vivan de verdad, más allá de las teorías.
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