Por Marcela Fuentealba

Paula 1241. Sábado 16 de diciembre de 2017.

Creció en un edificio del Bronx poblado por mujeres judías, vociferantes, personajes que pasaban el día entre la queja y la carcajada, madres de tiempo completo que habían sido comunistas o refugiadas y que llevaban matrimonios infelices. Ahí, entre su compuesta madre y su vecina más cercana, la única distinta –era sensual y no sabía cuidar a su hijo– Vivian Gornick (1935) dice haber formado su conciencia como mujer y como escritora, que desde fines de los 60 desplegó en un periodismo feminista intenso, en ensayos literarios novedosos y en un activismo sin tregua.

"El movimiento feminista de los años 70 ejerció una gran influencia. Nos llevó a miles de mujeres a pensar cómo nos habíamos convertido en lo que éramos, y aquello nos condujo inmediatamente a nuestras madres. Fuimos las primeras en emprender esa búsqueda existencial y analítica", declaró recientemente en España, donde el libro que describe su búsqueda (1987) lleva tres ediciones desde mayo y fue elegido el mejor del año por los libreros.

El detalle, intensidad, amor y humor del relato recuerdan a una obra cumbre sobre el mundo desaparecido de la familia, Léxico familiar de Natalia Ginzburg. Gornick no se limita, como premeditadamente lo hizo la italiana, a mostrar las voces amadas sin intervenir, sino que ella también se construye como hija, persona, mujer, con una honestidad encantadora y dolorosa. Además de contar la historia trae al presente a esa madre al narrar los paseos que dan por Nueva York. Ella casi anciana, la conversación es dura y tierna, y la escritora, aunque harta y cansada también de su propia vida, acompaña a esa vieja cada vez más pequeña, que cree en el amor y en la familia, que sigue adelante aunque todo se haya desmoronado.

Dónde: $ 17.900 en www.liberaliaediciones.com