Paula 1214. Sábado 03 de diciembre de 2016.

En su primera vida, como Arelis Uribe la llama, trabajaba de periodista en una agencia digital. Partió como community manager y terminó como jefa, coordinando a todo un equipo de marketing. Pero no era feliz. "Me conflictuaba tener la cuenta de una empresa de cerdos cuando yo era vegetariana, por ejemplo. Sentía que era vacío. No pensaba, solo me dedicaba a reproducir el marketing que, además, me parece nocivo para la sociedad", cuenta. Un día se armó de valor y renunció.

Y en 2014, dice, nació la segunda Arelis. Durante seis meses estuvo preparando su tesis del magíster que había empezado dos años antes, de Comunicación Política en la Universidad de Chile. "Tenía intuiciones políticas de guata a las que me faltaba ponerles nombre. Estudié en colegios malos en que nunca nadie me dijo para qué era buena. Y en mi casa tampoco. Pero leía todo lo que caía en mis manos. Entonces un día, a los 18 años, me lancé y mandé una columna a la Zona de Contacto, de El Mercurio. Me respondieron que les había gustado y me invitaron a participar en un taller de columnistas. Eso me voló la cabeza. Dije: '¡hago algo bien!'. Me aferré a eso. En el taller conocí muchos libros y autores. Fue como repetir primero básico, porque aprendí a leer y a escribir de nuevo. Pero también fue mi primer roce social. Yo venía de Gran Avenida y conocí barrios con plata y gente que tenía papás profesionales o que iban de vacaciones al extranjero. Ahí empecé a constatar cuál era mi lugar en la jerarquía social. Y estudiando les puse un nombre teórico a todas esas cosas que a mí me dolían o me molestaban o me daban pena", dice. Y agrega: "El otro día un amigo escribió en Facebook algo que me hizo mucho sentido: 'Cuando uno crece con poco, se obsesiona con el resentimiento de clase'".

Ese mismo año, el de la transformación, entró a trabajar a Educación 2020 y, un mes después, se unió como voluntaria al Observatorio Contra el Acoso Callejero (OCAC), del que hoy es la directora de Comunicaciones. Fue en 2014 también cuando en TVN dieron un docurreality sobre alumnos del Chilean Eagles College, de La Cisterna, que se preparaban para dar la PSU. Justamente ese era el colegio de Arelis. Esto la hizo querer volver a escribir e hizo la columna Yo estudié en el colegio cuarto medio, con la que ganó el premio Pobre el que no Cambia de Mirada. Fue su primer hit, el que impulsó una seguidilla de columnas –que publica en medios web como Noesnalaferia o El Dínamo–, todas con temáticas sociales ligadas a la desigualdad y feminismo. Una de ellas, Homenaje y respeto al lenguaje inclusivo, fue finalista del premio Periodismo de Excelencia, de la Universidad Alberto Hurtado, en la categoría Columnas donde compitió con Carlos Peña y Pato Fernández, entre otros.

Fue en el taller de crónicas que tomó con el periodista Juan Pablo Meneses, donde se motivó también por ese género. Escribió La cazadora de Facebook y ganó el premio latinoamericano Nuevas Plumas, además de una nueva nominación al Periodismo de Excelencia. Paralelo a su trabajo como periodista y activista política –se tatúo en su brazo izquierdo "Be militant each in your own way" –, Arelis sentía que en su nueva vida le faltaba algo. Tomó un taller de narrativa de ficción con María José Viera-Gallo. A partir de lo aprendido ahí, escribió Quiltras, que postuló al Concurso de Cuentos Paula. "El 12 de noviembre de 2014 me llamaron por teléfono para decirme que había quedado finalista. Ese mismo día lanzamos la primera campaña comunicacional del OCAC. Ese año todo me salió bien. Fue como cambiar el sistema operativo o resetear el computador. Dije: 'ya, quiero hacer esto toda la vida. Quiero escribir columnas y crónicas. Pero también quiero escribir cuentos". Así nació el libro Quiltras que acaba de lanzar bajo el sello Los Libros de la Mujer Rota, que reúne siete cuentos de historias adolescentes.

Los cuentos están escritos en primera persona, protagonizados por mujeres. ¿Tienen algo de autobiográficos?

No es mi biografía, pero tiene algo de autobiográfico en el sentido de que son experiencias que provienen de mundos similares al mío. Me marcó mucho cuando en el taller de columnistas nos pasaron muchos textos para leer: eran de la María José Viera-Gallo y de Guillermo Tupper, entre otros. A mí me gustaban esas historias, pero habitaban en lugares que no conocía. A esa edad yo nunca había estado en Las Condes, ni tenía amigos que vivieran en Providencia o Ñuñoa. Entonces, cuando empecé a escribir, lo hice de los lugares que yo habitaba y habituaba. Es un posicionamiento político porque pienso que es importante que otro tipo de relatos se muestren, no solo los del mundo cuico. Ya lo hizo Lemebel y ahora hay un boom con Alejandro Zambra, la Paulina Flores y la Romina Reyes, que demuestran que sí se puede escribir literatura desde la clase media, o media baja. También es una reivindicación política lo de la temática de género. Crecí consumiendo historias protagonizadas por hombres en el cine y en la literatura. Quiero ser una autora que escriba de las experiencias de las mujeres como algo universal.

Te interesa que tu veta de escritora de ficción también tenga un discurso político.

Sí, es que una termina escribiendo de las cosas que le duelen y le importan. O de las cosas que la hacen feliz, de las cosas que más le generan emociones. Y las cosas que más me mueven están cruzadas por una lectura política.

Son polémicas tus columnas. ¿Cómo tomas las críticas?

Lo difícil es que está todo lo que piensas y sientes dicho de una forma muy transparente. Y quedo súper apaleada después de escribir, porque defiendo ideas feministas y es muy duro hacer eso en un mundo machista. No pesco a los tipos que me dicen que tengo arena en la vagina o que soy feminazi, pero eso no significa que no me afecte. Es duro y trato de escribir de manera espaciada porque sí me entran balas.

Hace poco tiempo protagonizaste un round público con Cristóbal Briceño, el líder del grupo Ases Falsos, donde lo acusas de machista. ¿También te afectó tanto?

Sí, no me lo esperaba. Justo ese día tenía muchas ganas de escuchar sus canciones, pero no lo hice y creo que no lo haré más. De ese episodio rescato un comentario que alguien hizo a modo de insulto, en el que decían que yo era "una feminista fanática egresada de la Usach". Y a mucha honra, me encantó. Me lo quería poner como biografía de Twitter (risas).

Tienes un montón de nominaciones y premios bajo el brazo. ¿Por qué no escribes en medios tradicionales?

Porque salí muy de izquierda. Y Los Bunkers lo dijeron una vez: "los diarios que lees financiaron la muerte de Víctor Jara". Es difícil hacer periodismo en Chile. Por eso creo en Noesnalaferia, por eso creo en el periodismo independiente. No te puedes salir del sistema, pero sí puedes habitar con espíritu crítico.