La estirpe de Alice Munro

El premio Nobel otorgado a la autora canadiense en octubre, no solo trajo de vuelta a librerías sus mejores títulos: también revive a una magnífica tradición de cuentistas norteamericanas de la que forma parte. De Eudora Welty a Lydia Davis, este es un repaso por sus fuentes y variantes.




Paula 1139, sábado 18 de enero 2014.

El premio Nobel otorgado a la autora canadiense en octubre, no solo trajo de vuelta a librerías sus mejores títulos: también revive a una magnífica tradición de cuentistas norteamericanas de la que forma parte. De Eudora Welty a Lydia Davis, este es un repaso por sus fuentes y variantes.

Munro, la canadiense

Ha dicho que escribe cuentos porque no le resultan las novelas, y que la mayoría de sus personajes son mujeres solamente porque ella es mujer y no logra saber bien qué hay en una cabeza masculina. Sus magníficos relatos siguen la gran tradición de la narrativa que, sin omnipotencias, descubre en vidas corrientes, sin mucho brillo ni tanto drama, las dificultades de enfrentar decisiones y vacíos. Un par de momentos, una torcedura, un vuelco del tiempo en el cual lo que se creyó vivir y lo que finalmente sucede o persiste forman un surco difícil de explorar: ese terreno duro y fecundo es el de Munro.

Nació en un pequeño pueblo de Ontario, Canadá, en 1931, descendiente de escoceses e irlandeses, campesinos y puritanos. Dejó el lugar con una beca para estudiar en London, una ciudad cercana, se casó y tuvo tres hijos, y adoptó una vida familiar convencional hasta que cumplió 40 años. Entonces, se divorció y publicó su primer libro, La vida de las mujeres, una especie de novela de aprendizaje conformada por cuentos. Desde ahí arranca una escritura prolífica: Las lunas de Júpiter (1982); El progreso del amor (1986); Amistad de juventud (1990); Secretos a voces (1994); El amor de una mujer generosa (1998); Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio (2001); Escapada (2004); La vista desde Castle Rock (2006); Demasiada felicidad (2009) y Mi vida querida (2012), la mayoría de estos títulos han sido editados en español por RBA y Lumen, y están en librerías.

Si bien todos –todos– sus libros valen la pena, los dos últimos condensan la variedad y calidad de su escritura, que es accesible, pero no fácil: cada cuento es complejo y extraĖo como las vidas de quienes los animan, y siempre hablan de conflictos morales. "No es que me guste crear personajes que reflexionen sobre problemas éticos, pero sí marcar cómo uno se puede arrepentir o no de las decisiones y las rutas que se eligen". Estos libros incluyen al final los relatos maestros y diferentes al conjunto que les dan su título: Demasiada felicidad, la biografía de la matemática y escritora rusa Sofía Kovalevski, de una hermosura llana y deslumbrante. Mi vida querida, contiene los únicos textos autobiográficos que Munro ha publicado hasta ahora. Ya había dicho que no escribiría más, y vino esto. Ojalá el Nobel la anime a seguir.

Las precursoras del sur

Las cuentistas que inspiran a Munro son autoras clásicas del sur de Estados Unidos, cuyos libros se han reeditado recientemente.

Katherine Anne Porter

Nació en Texas, fue activista política, crítica y periodista; se casó cuatro veces, viajó intensamente por México y Europa, y fue madrina, protectora e íntima de las otras escritoras del sur de Estados Unidos que aparecen en esta nota. Los cuentos de Porter observan con sutileza aterradora la maldad y la traición; el más famoso es Pálido caballo, pálido jinete.

Carson McCullers

Desde Georgia la mandaron a estudiar piano a Nueva York, pero ella se volvió rápidamente escritora y a los 23 años publicó El corazón es un cazador solitario, la novela sobre la soledad de un sordomudo y el horror de la vida de pueblo chico que le dio fama perenne. Sus cuentos muestran su maestría para contar las heridas del amor.

Flannery O'Connor

Como McCullers, nació en Georgia y pasó temporadas en la colonia experimental de escritores de Yaddo, pero vivió aislada por la enfermedad y se dedicó a criar aves exóticas. Sus magníficos cuentos, que han sido tratados de grotescos, son realistas y persiguen dilemas éticos. El clásico es Un hombre bueno es difícil de encontrar.

Eudora Welty

Primero fotografió la debacle humana que dejó la gran depresión de 1930 en su tierra natal, en torno al río Mississippi, y luego escribió las vidas, concisa y precisamente, de gente de pueblo. Sus textos son clásicos por mostrar la injusticia, la estrechez, la estupidez, junto a lo magnánimo y admirable, sin jamás emitir comentario.

Otras cuentistas munrianas

Dos autoras muy distintas entre sí, pero marcadas por la misma excepcionalidad de Alice Munro:

-Maeve Brennan (1917-1993):

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Nació en Irlanda y vivió toda su vida en Nueva York, donde fue una conocida cronista elegante y solitaria de The New Yorker. Es considerada por la misma Munro una cuentista excelente. Sus relatos, que acaban de publicarse en castellano en edición completa, además de recordar escenas nítidas de su infancia, cuentan sucesivamente, desde diferentes ángulos, las vidas de dos señoras de barrio dublinés. El relato que da título al volumen y cierra el ciclo lleva a lo más alto su extraordinaria capacidad de comprender la asfixia emocional de mujeres solas, tristes y furiosas.

-Lydia Davis (1947):

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Este año ganó el prestigioso premio Man Booker –que Munro recibió en 2009– por sus cuentos cortísimos, agudos y filosos: al acercarse al aforismo y la sentencia filosófica, a la miniatura o al texto desnudo, Davis ha removido los límites de la ficción y cuestionado todas las florituras de la retórica. Con dos o tres páginas, o dos o tres líneas, deja en el borde de sentido que las palabras intentan perforar en las relaciones íntimas, con un sentido del humor elevado y enorme. El próximo año aparecerá su nuevo libro en inglés, Can't and Won't.

*En 2013, la escritora norteamericana lydia davis ganó el prestigioso premio man booker –el mismo que alice munro recibió en 2009– por sus cuentos cortísimos, agudos y filosos.

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