La madre es la primera persona a la que los chilenos de entre 18 y 34 años acudirían frente a una crisis. Esto, de acuerdo a un estudio de opinión del Instituto de Ciencias de la Familia de la Universidad de Los Andes, según el cual el padre (20%) y la pareja (15%) serían las siguientes opciones, con bastante distancia eso sí de la mamá (49%).
Una cifra de estas características nos hace pensar en el valor de la maternidad no en abstracto, sino de manera muy concreta: la figura materna es sumamente importante - incluso para personas ya adultas- y se aprecia como alguien con quien se puede contar, como un lugar seguro y de refugio. Para que esto sea posible, es decir, para que las personas adultas vean en sus mamás una figura de apoyo importante, es necesario que durante su desarrollo temprano hayan podido experimentar esa misma seguridad. Los vínculos primarios son sumamente relevantes en el desarrollo emocional de las personas, y las experiencias de amor y cuidado que tenemos en los primeros años de vida impactan significativamente en la manera en que nos relacionamos con los demás y con nosotros mismos en la adultez.
Sin desmerecer el valor de otros miembros de la familia, tales como los padres, hermanos, hermanas y pareja, e incluso el valor de las mismas familias, que son consideradas también figuras relevantes de apoyo para los encuestados, vale la pena reflexionar respecto del lugar particular que ocupa el vínculo materno en las vidas de un gran número de personas. Para muchas de ellas, es sinónimo de amor y entrega desinteresada, y uno de los vínculos más importantes de la vida. Es por esto que resulta vital que las mamás sean valoradas y consideradas por toda la sociedad, y que puedan recibir el apoyo familiar, comunitario y social que necesitan para poder sostener ese amor sin descuidarse a sí mismas. Debemos preguntarnos de qué manera cuidamos a quienes nos cuidan y de qué manera somos sostén para quienes nos sostienen.