Gladiadores Americanos era en su versión original un programa de concursos en que cuatro competidores (dos hombres y dos mujeres) tenían que pasar una serie de obstáculos, probando su agilidad, fuerza y resistencia, en el menor tiempo posible. Todo esto mientras gladiadores y gladiadoras, atletas musculosos y aceitados, hacían lo posible para dificultarles la tarea.

Los obstáculos incluían trepar, luchar usando como arma un hisopo gigante, saltar y otras cosas en las que los realities de supervivencia nacionales seguramente se inspiraron. Era como el programa Leyendas del Templo Escondido, pero para adultos, y aunque la traducción era un poco ridícula, era adictivo e imposible dejarlo en la mitad.

Hombres como los gladiadores había visto lo suficiente en mi corta vida. Musculosos tal como aparecían en las películas de acción o los juguetes de mis hermanos, violentos al hablar para demostrar su fuerza y súper enojones. Pero eran las gladiadoras las que más me llamaban la atención. Las mujeres de Gladiadores Americanos demostraban capítulo a capítulo que ser mujer no significa ser débil, y que ser fuerte físicamente no nos hace menos mujer. Ultra tonificadas, ágiles, fuertes, sin miedo a parecer engreídas o poco femeninas. Listas para la lucha.

Todas guapísimas y fuertes, hicieron una especie de “inception” en mí, porque aunque en esa época infantil no me interesaba mucho el deporte, ya de adulta me empezó a gustar más y le tomé gusto a desarrollar musculatura. Claro, ni la mitad de lo que tenían estas amazonas, pero fueron un buen incentivo para interiorizar que las mujeres musculosas no tienen nada de malo, y que es perfectamente normal que quiera ser fuerte y capaz de protegerme a mí misma.

Quizás eran músculos inflados con drogas, quizás en realidad no eran fuertes y era todo una actuación. Quizás no era más que una cortina de humo, una demostración del poderío norteamericano previo, durante y posterior a la caída del muro de Berlín. Quizás -definitivamente- no era algo que una niña impresionable de 9 años debería estar viendo después de almuerzo.

Pero ese grupo de musculosas me enseñó que ser fuerte también es no rendirse, es seguir pese a las dificultades y que no porque no me guste bailar con la cinta en Educación Física ni hacer piruetas como las porristas no voy a poder ser atlética, fuerte y poderosa.