Paula 1180, Especial Aniversario. Sábado 15 de agosto de 2015.
Varias son las voces que en Chile reclaman una organización menos centralizada del Estado. Aquí, algunas de las más relevantes que han dedicado trabajo e investigación a este tema, más vigente que nunca.
El costo del centralismo
Aletia Painemal Veloso, mapuche nacida en La Araucanía, es líder del área de Salud de Desafío Levantemos Chile. Aquí, comparte tres reflexiones en torno al centralismo con el que se encuentra cotidianamente en su trabajo en terreno.
1. "En los más de 15 años que llevo trabajando en comunidades mapuches en el sur y en comunas aisladas he encontrado los mismos círculos viciosos: falta de salud, de educación, de oportunidades. Jóvenes con potencial que no llegan a completar estudios; niños que con acceso a salud o tratamientos oportunos hubieran evitado graves secuelas; grandes pérdidas de recursos públicos mal enfocados; asignaciones del presupuesto público pensado en los votos y no en resolver las necesidades de la gente. He observado que la gente es sumisa a esta condición: esta actitud se perpetúa en el tiempo casi justificando que la desigualdad y la centralización son una condición natural de sus entornos".
2. "En regiones puedes esperar hasta cinco años para ser atendido por un especialista: el 95% de los médicos especialistas están en Santiago, y para alguna especialidades como endocrinología es casi el 99%. La gente se está muriendo en las casas, pero es una cuestión silenciosa: no sale en la televisión, la gente no se entera. No es que falte infraestructura en regiones, lo que faltan son especialistas que quieran ir, profesionales que se atrevan a vivir en comunas aisladas. La innovación está en descubrir esos vacíos que se pueden completar con un ámbito colaborativo entre lo privado y lo público".
3. "El costo de las políticas centralizadas lo pagamos todos. Perdemos en desarrollo humano, arte, cultura, tolerancia, diversidad e identidad. Cada región en Chile es una realidad distinta, con potencialidades que pueden rescatar y fortalecer a quienes se encuentran en los territorios y conocen su identidad y sus recursos".
Según fuentes oficiales, el 40% de la población de Chile vive en la Región Metropolitana. Allí se concentra más del 40% del PIB del país y el 85% de los servicios financieros.
Hacia un estado descentralizado
Entrevista con Heinrich von Baer, presidente de la Fundación Chile Descentralizado y Desarrollado y editor de Pensando Chile desde sus regiones (2009), entre otros títulos. Además, fue vicepresidente de la Comisión Asesora Presidencial para la Descentralización y Desarrollo Regional, que funcionó entre abril y octubre de 2014, por decreto de la Presidenta Bachelet.
¿Por qué piensa que Chile se tiene que descentralizar?
Somos el país más centralizado de América Latina, un gran obstáculo para alcanzar el desarrollo. Necesitamos gobiernos regionales y locales fuertes, dotados del poder, las competencias y los recursos de uso autónomo para impulsar proyectos de desarrollo diversos, adecuados a la diversidad de cada territorio. La descentralización no debe verse como un fin en sí mismo, sino como un medio: el fin es alcanzar un desarrollo humano pleno, con más y mejores oportunidades para todos los chilenos.
¿Cuál es la peor cara de la centralización?
Que las periódicas catástrofes y emergencias del país, así como los asuntos de ordenamiento urbano, deban ser abordados por las autoridades del gobierno central, y no por las autoridades locales y regionales, más cercanas para resolver con prontitud y más conocedoras de su realidad. Que los candidatos a alcaldes y concejales, hasta de las comunas pequeñas y lejanas, se designen por las cúpulas de los partidos.
¿A quiénes y por qué afecta el modelo actual?
Nuestro Estado actual es una forma política demasiado grande, distante de los gobernados, centralizada, verticalista, burocrática e ineficiente; y, al mismo tiempo, demasiado pequeña para resolver con eficacia las demandas de bienes y servicios de la sociedad. Esto afecta a los de las comunas más vulnerables, con menos acceso a servicios básicos de calidad, y a los jóvenes más talentosos, que deben emigrar a Santiago y al extranjero en busca de oportunidades. Pero también afecta a los habitantes de la capital por la contaminación del aire, acústica y espiritual, y el colapso de su sistema de transporte. El modelo de Estado tan altamente centralizado y concentrador ha sido muy necesario y eficaz en el pasado, una vez lograda la independencia, o en la Guerra del Pacífico, y quizás hasta mediados del siglo XX. Pero se quedó anclado en el pasado, y hoy no es funcional para nuestra inserción en la dinámica del siglo XXI. Quedó obsoleto para las redes abiertas y asociativas de la sociedad actual.
¿Qué rescata del modelo actual?
Sin duda la solidez de su equilibrio macroeconómico, y aquella parte de su condición de unitario, necesario para resguardar todo lo que es esencial para la unidad de la nación. No proponemos adoptar un modelo de Estado federal porque este tiene costos burocráticos excesivos respecto de sus beneficios. Pero todo lo que el Estado central no resuelve bien, y hoy es mucho, debe ser descentralizarlo a las comunas y regiones, en un proceso responsable, gradual y sostenido.
Hay que diferenciar desconcentración, que supone traspasar competencias a órganos administrativos locales que dependen de la jerarquía central, de descentralización, que implica otorgar competencias a autoridades locales autónomas.
¿Qué modelo sería el ideal en Chile?
El más adecuado al tamaño de nuestra población y economía y a nuestra singular configuración geográfica. Un Estado unitario descentralizado, parecido al de Italia o al de Colombia.
3 medidas que presentó la Comisión Asesora Presidencial para la Descentralización y Desarrollo Regional:
1- Definición del Estado de Chile como Estado descentralizado, sobre un territorio indivisible.
2- Elección de la máxima autoridad regional por la ciudadanía de cada región.
3- Creación de una Ley de Rentas Regionales y de un Fondo de Convergencia para Equidad la Interregional.
Entendiendo el modelo
Según explica Diego Valdivieso, académico de la Escuela de Sociología de la Universidad Diego Portales, Chile es un país unitario regionalizado, dividido en 15 zonas político-administrativas con gobernantes que se designan en forma directa desde el poder central: intendentes en las regiones y gobernadores en las provincias. El esquema –concebido originalmente por la Oficina de Planificación Nacional (Odeplan) en el gobierno de Frei Montalva– fue implementado por la dictadura militar en 1974, y buscaba lograr un desarrollo equitativo entre los territorios. "Pero, además, en el contexto de dictadura una de las razones para crear las regiones era garantizar la seguridad nacional del país: debían tener acceso aéreo, marítimo y terrestre, para salvaguardar el orden interior," dice Valdivieso. Para el experto, una de las fortalezas del modelo es que permite transferir ciertas funciones a instituciones del aparato estatal localizadas en los distintos territorios, dando mayor alcance a las políticas públicas. Entre sus debilidades está la frágil identidad regional, las pocas atribuciones para la gestión de servicios y bienes públicos, y la falta de liderazgo regional. "Antes del esquema de regiones existía una división que rescataba la relación entre el Estado y las provincias, que aún conservan y reproducen sus identidades territoriales, a diferencia de las regiones, donde no hay una identidad única, lo que produce conflictos internos", dice Valdivieso.
88,2% de los ñublesinos se inclina a favor de la creación de la región de Ñuble.*
Ñuble Región, emblema del movimiento regionalista en Chile
En 1997 un grupo de ex diputados, políticos y dirigentes sociales se reunieron en Chillán para dar inicio a un proceso que, 18 años después, pareciera estar cerca de su culminación: la conformación de la provincia de Ñuble, al norte de la Región del Biobío, como región independiente. Aquel grupo creía que en la creación de la VIII Región la provincia de Ñuble había quedado a trasmano, con una tradición y una identidad propia, una población extensa y un territorio amplio, con cordillera y salida al mar. Casi dos décadas más tarde, los argumentos son los mismos, y se suma la necesidad de mejorar la conectividad vial, la calidad de vida y las posibilidades de desarrollo, y revertir los índices de pobreza y el éxodo de jóvenes. "Hoy la administración regional está muy lejos de todo. Queremos tener el gobierno más cerca de la gente para resolver más rápido y con más facilidad sus problemas," dice Hérex Fuentes, presidente del comité Ñuble Región. En agosto de 2014 la Presidenta Bachelet se comprometió públicamente con esta cuestión, y hoy falta la aprobación final del proyecto de Ley. De concretarse, la capital regional estaría en Chillán y la capital provincial en Bulnes, para evitar la concentración de poder, ya que quieren ser un modelo de descentralización. "Apostamos a que los consejos regionales tengan más decisión y no haya que consultar todo con Santiago. Hoy no somos considerados, no se toma en cuenta la identidad ni la cultura de cada región. ¡Hasta para anunciar el pronóstico del tiempo! Es todo un vestigio del centralismo de este país", dice Fuentes, quien desde abril dirige el Movimiento Regionalista Nacional, que reúne a grupos de provincias que, como Ñuble, están abogando por conformarse como regiones independientes: Maule Sur, Aconcagua y Limarí-Choapa.
La utopía de la descentralización
Por Marcelo Mellado
Ilustración: Pablo Farías.
El escritor nació en Concepción (1955) y a los seis años llegó a Santiago, donde vivió hasta 1974, cuando partió a Valparaíso. Después emigró a Chiloé, retornó a la capital, para luego instalarse en San Antonio. Desde hace dos años reside en Valparaíso.
Yo siempre fui descentralizado (o descentrado), si es que esto significa identidad y autonomía, y amar los pueblos abandonados. La provincia era mi destino. El problema es que los provincianos, en general, suelen sufrir la típica obsesión periférica de querer estar en el centro o en áreas administrativa y políticamente más legitimadas. Nací en la provincia, pero mis padres me llevaron de chico a Santiago y eso me hizo mucho daño, porque nunca entendí bien el barrio en que me tocó vivir. Posteriormente, en vez de irme al exilio me fui a la provincia; tonta elección. Yo creía que lo mejor de Chile podía estar en zonas remotas por eso me fui al sur; me equivoqué, la gente era tan mala como en la capital, aunque diferente. Te destruían por placer o por perversión intrínseca, ser malo significaba ser poderoso. Esto puede parecer muy subjetivo, pero así lo siento. La paradoja cultural indica que las decisiones se toman en unas cuantas comunas de Santiago; Providencia, Las Condes, Vitacura. Por eso fue tan terrible vivir en San Antonio. Yo, ingenuamente, pretendía participar de una experiencia política que consistía en tomar una localidad pequeña como efecto laboratorio de algo alternativo, cercano a la utopía. Parecía haber cómplices, eso que llaman masa crítica, pero no, todo era falso, los oriundos o naturales de la ciudad solo querían participar del cuoteo político, y pertenecer a un club de Tobi, ojalá ligado a la capital, y llevarle el maletín a un poderoso.
*Fuente: Estudio de factibilidad realizado por la Universidad de Concepción en 2014.